viernes, 28 de agosto de 2015

Hongbin - Capitulo 22

No quería despertar. En realidad, me rehusaba a levantarme de la cama o a moverme de posición. Pero a través de mis párpados entreveía la luz directa de la persiana, el suave canto de los pájaros y un extraño reloj que anunciaba las once de la mañana. ¿Había un reloj así en el piso de Hongbin? Me di la vuelta, huyendo de la espantosa iluminación que me apremiaba a abrir los ojos con un ligero quejido de molestia. Una mano suave se deslizó por mi hombro desnudo, formando círculos sobre la piel. Se había dado cuenta de que me había espabilado.

-Buenos días -dijo mi genio, adelantándose a mí-. ¿Cómo te encuentras?

-Bien -y añadí, abriendo los ojos-. Creo.

-¿Bien, creo? -hizo una mueca-. Tengo más años que un Dearcmhara, he pulido mi técnica minuciosamente durante siglos y siglos, ¿y solo se te ocurre decir, “bien, creo”?

Me removí, inquieta.

-Vale, ha sido... maravilloso -enrojecí-. Estoy agotada pero me siento... Eh, espera. ¿Qué es un Dearcm... lo que sea?

Hongbin alzó una ceja, como si mi pregunta tuviera una respuesta que debería haber sabido.

-Un Dearcmhara es una especie de animal del período Jurásico. Solían vivir en el agua y eran unos depredadores excelentes. El tiburón blanco no puede considerarse rival.

Me encogí de la sorpresa. Un dinosaurio. Hongbin era más viejo que un animal primitivo. Había visto de todo, y aún le quedaba toda la eternidad por delante. Él leyó mi angustia igual que en un libro abierto. Se acercó un poco hasta envolverme cálidamente entre sus brazos.

-No pongas esa cara, Alice -suplicó-. Lo que importa es el tiempo que pasemos juntos.

-Es fácil de decir para ti cuando vivirás para siempre.

-No es verdad. Recuerda que puedo destruirme.

Un escalofrío me recorrió la columna. Me separé de él y le observé la marca negra que le cubría parte del cuerpo. Alargué mis dedos, trazando el dibujo que seguía presente, allí donde lo había visto por primera vez. Tenía una textura extraña: ni liso, ni rugoso. Tampoco abultaba ni se hundía. Mucho menos lo notaba como un tatuaje. Era algo... extraño de describir y una frialdad sin igual me calaba los dedos. Presioné, deseando borrarla. Hongbin se estremeció y me agarró la mano.

-Por mucho que lo intentes, ésto no se irá de un día para otro. Requiere tiempo.

No lo miré.

-Nunca digas que puedes morir con tanta facilidad. No te lo permito.

-¿Por qué? No tengo a nadie mas que a ti. Si la única razón de tu libertad y lealtad se extingue por siempre, ¿qué sentido tiene una vida eterna?

-Puedes volver a amar -dije, sabiendo lo mucho que me afectaban mis propias palabras-. Puedes enamorarte otra vez.

-¿Para qué? Alice, te lo he dicho. Un ser como yo escoge una aguja entre un millón. Y me gustaría pensar que yo también soy la tuya.

Las comparaciones, tenía que reconocer, eran bastante extrañas. Era de esperar que Hongbin quisiera aportar un toque de humor a un asunto que no nos estaba haciendo felices.

-Si decides pasar a mejor vida antes que yo, dejaré de ser tu aguja.

-¿De verdad? -se relamió-. Ayer no me pareció que pudieses dejar de ser mía. Es más, me da que fue todo lo contrario.

El tono de mi piel se tornó carmesí intenso, mucho más de lo que creí que podría. Hundí el rostro en la almohada, avergonzada.

-No te burles de mí -protesté-. No tergiverses mis palabras.

La risa de mi genio, lejos de aumentar mi turbación sonaba como música en mis oídos.

-Perdona -se disculpó-. Me encanta verte así, indefensa, tímida. Eres una chica tan fuerte y capaz que me moría de ganas de hacerte rabiar.

-No tienes remedio -logré acurrucarme contra él y me apartó un mechón de pelo pegado a la sien.

-Creo que es la primera vez que disfruto de verdad -lo vi sonreír para sí. Un brillo de emoción contenida cubría sus ojos, que miraban al techo. No me atreví a ponerlo en duda y esperé a que continuara-. Cuando te has pasado más años de los que puedes recordar en una lámpara, el amor es lo último en lo que piensas.

-Lo sé -intervine al fin-. Recuerdo la primera vez que me miraste. Era como si carecieses de piedad, como si nadie pudiese ayudarte.

-Resultaste ser mi salvación, después de todo.

Acercó sus labios a los míos y al darme cuenta, retrocedí.

-Tengo que lavarme los dientes.

El Djinn parpadeó sin comprender.

-¿Y qué relación tiene eso con que haya intentado besarte y me hayas hecho la “cobra”?

-Que la boca después de dormir suele llenarse de bacterias que producen un desagradable...

No me dejó terminar. Me sostuvo de la cabeza a fin de evitar otro retroceso automático y me besó sin contemplaciones, muy lentamente, desprovisto de prisas. Gemí, por una parte sorprendida y por otra embelesada de la ternura que me transmitía con un solo beso. El calor incendió mis mejillas y coloreó las puntas de mis orejas.

Al separarnos, una mueca pícara le curvó los labios.

-Quiero que te mentalices -sugirió-. Nada tuyo me producirá rechazo jamás.

-Pero...

-Nada de peros.

Resoplé, contrariada.

-Cada vez que me contestas de esa manera me dan ganas de saltar de la cama.

-Pero no lo harás, ¿verdad? -me contempló con cara de no haber roto un plato en su vida y me derretí por dentro. De ninguna manera debía mostrar lo que era obvio. Me incorporé un poco, decidida a contradecirlo y noté una mano cernirse sobre mi muñeca y al mismo tiempo me vi atrapada bajo el cuerpo de Hongbin, totalmente desnudo. Carne sobre carne. La cabeza empezó a darme vueltas.

-¿Qué haces...? -el calor amenazaba con abrasarme-. No tiene gracia.

-Por supuesto que no la tiene -sonrió-. No pretendo que la tenga. Voy en serio. Considéralo un “Buenos días” repetido.

Me rendí al fin. Era imposible contradecirlo, y yo no estaba dispuesta a perderme un segundo asalto. Sin embargo, cuando se inclinó a besarme, se tensó. Alzó la cabeza sin perder la sonrisa y miró por encima del hombro.

-¿Vosotros tres también queréis un “buenos días”? -dijo.

-Me veo en la obligación de declinar tu oferta -se disculpó Ken teatralmente-. Puede que ellos sí quieran mimitos mañaneros.

-Paso -cortó Leo. Tenía los ojos entrecerrados y yo abrí la boca de la sorpresa. La cabeza de Hyuk apareció por el marco de la puerta, poniendo cara de asco.

-Ugh, no, gracias -espetó-. Si lo pidiera Alice, me lo pensaría, pero no me va el rollo gay.

El Marid le asestó un puñetazo en la cabeza que lo hizo trastabillar hacia adelante y caer. Se levantó, lanzando una mirada envenenada al genio.

-¿Era necesario?

-Silencio -contestó Leo. Ken se encogió de hombros e ignoró mis intentos de moverme fuera del alcance de Hongbin, que me tenía bien sujeta.

-Su-suéltame -balbuceé, muerta de vergüenza-. Por favor.

-Si me separo ahora, nadie asegura que me lleve las mantas conmigo -desafió el Djinn. Resoplé, exasperada.

-Ali -dijo Ken-. En nuestro caso no hay problema. Recuerda quien te traía ropa interior de repuesto en preescolar y quien te ayudaba a cambiarte en primaria.

-¿Es que os habéis propuesto humillarme todos hoy? ¿Qué os pasa? -ya estaba cansada. Abracé a Hongbin como un koala y juntando las pocas fuerzas que tenía nos obligué a rotar. Rápidamente me quité de encima y me envolví en las mantas. Sabía a la perfección que mi genio estaría vestido antes de quedar expuesto y no me equivocaba.

-Bien -dijo, de pie. Había optado por una camisa roja y blanca de cuadros y unos vaqueros estrechos. Me hubiese gustado arrancarle las gafas falsas de la cara pero lo cierto es que cualquier cosa le quedaba bien-. No habéis venido solo a espiar nuestra romántica velada, ¿verdad? Explicaos.

-Tiempo al tiempo. Primero, Alice debe cambiarse. Necesitamos que escuche lo que tenemos que decir.

-Si salís de aquí, puede que consiga hacerlo -gruñí, empujando a Hongbin fuera de la habitación. Apenas opuso resistencia.

-Ayer no guerreabas tanto -soltó en el aire. Le abofeteé la espalda hasta quedarme a gusto.

-¡No lo digas en voz alta! ¡Y Fuera de aquí ahora mismo! -cerré la puerta con un golpe sonoro y me deslicé por la puerta, turbada. ¿Es que mi primera vez iba a ser un objeto de burla constante?

Me cambié en menos de un minuto. Intenté apelmazarme el cabello, que se resistía a comportarse como era debido. Al final lo anudé en una coleta alta, incapaz de lidiar con él en ese momento. Salí de allí para encontrarme con una escena bastante poco usual. Leo y Hongbin conversaban junto a la ventana casi en un susurro, enfrascados en un diálogo propio en el que nadie se atrevía a intervenir.

Ken flotaba. Sí, lo hacía, y no sólo eso. Fingía ser un surfista en la tabla moviendo los brazos y en consecuencia, levantándose y dando vueltas por el salón. No sabía si alegrarme porque el Ken que conocía había vuelto o llevarme las manos a la cabeza temiendo que rompiera algo. Hyuk por su parte, hacía algo más útil y me restauraba la lámpara central, subido a la mesa. Carraspeé a fin de llamar su atención.

-Ya estoy lista -anuncié. Jae Hwan dejó de flotar y me indicó que me sentara. En mi ausencia había llenado cuatro vasos de agua. Siempre era precavido, aunque lo menos que teníamos era sed.

-Perfecto -el medio ángel se volvió hacia el nefil-. Deja la bombilla. Puedes arreglarla después.

Hyuk se encogió de hombros y se sentó en el suelo en gran agilidad.

-¿De qué hablabais? -pregunté a Hongbin. Él sacudió la cabeza.

-Me hacía un adelanto. Y me advertía -murmuró, bajito.

-¿Advertir? ¿De qué?

-Doy por iniciada la Reunión Sobrenatural -declaró Ken alzando los brazos, eufórico. Me resultaba tan nostálgico su comportamiento... Casi olvidaba su cara y su cuerpo en la celda. Sólo de pensarlo se me hacía un nudo en la garganta que no me dejaba ni respirar.

-Si ignorara la importancia del tema, me largaría de aquí junto a Alice por poner un nombre tan ridículo.

-Siento ser así en un momento tan crítico -colocó las manos detrás de la espalda-. Pero soy el único que sabe los detalles, y Leo siempre tiene un calcetín en la boca así que... -se detuvo cuando el vaso más cercano a él estalló, mojándolo-. Por el amor de Dios, Taek woon, ¡era una maldita broma!

-Di lo que debas decir y evitarás problemas -contraatacó el Marid. Ken miró a Hongbin.

-Si eres tan amable...

-Por supuesto -el Djinn alzó un simple dedo y al instante la ropa de mi amigo se secó por completo.

-Gracias. Ahora sí vamos a ir al quid de la cuestión -la expresión del mestizo cambió-. Seré directo: Jessica ha dejado de moverse y ha hecho una llamada.

-¿Una llamada? -pregunté, incrédula-. ¿Telefónica?

-Exacto. Supongo que, al poder notar su desplazamiento, habrá preferido seguir en anonimato de su posición. Llamando por teléfono no sólo evita que sepamos con exactitud su paradero, sino que de esta forma logra decidir un sitio de encuentro.

-Me huele a trampa -dije.

-Por supuesto que lo es -contestó Hongbin, poniéndose en pie-. Y supongo que la condición es que “la llave” haga acto de presencia, ¿me equivoco?

-Sí -Ken sonrió-. Jessica sabe que ella es la llave, pero lo que no sabe es que ya no lo es.

Los cuatro lo miramos, confundidos.

-Repite eso, por favor -exigí. La sonrisa de mi mejor amigo se hizo más amplia.

-Cuando nos decidimos a hurgar entre los recuerdos sellados de Alice, fui capaz de extraer la llave de su interior. No es una llave física, sino espiritual -alzó la mano y en la palma apareció un resplandor grisáceo. Luego la cerró y desapareció-. Alice está fuera de peligro.

Noté como todos, incluida yo, soltábamos un suspiro de alivio.

-Entonces -habló Hyuk-. ¿Qué vamos a hacer? Si se entera de que la tiene uno de nosotros...

-No se enterará. Sin la llave, Alice ha perdido un poco de su resistencia sobrenatural y su aura ha disminuido. Solo tenemos que meter en su cabeza a uno de nosotros y su presencia servirá de substituto.

-Espera, ¿meter a alguien en mi cabeza? ¿Es posible? -parpadeé.

-Somos genios -intervino Leo-. Todo es posible con nosotros. Yo seré quien te acompañe.

-Ah no, ni lo sueñes -gruñó Hongbin-. Voy a ser yo.

-Estás muy débil, Djinn. Te matará de un golpe.

-Olvidas que hay que rellenar el hueco que ha dejado la llave, y tu poder es demasiado grande. En cambio, si voy yo, apenas notará una pequeña fluctuación en su aura -miró a Ken-. Sabes que tengo razón.

Jae Hwan resopló.

-Sí, por una vez estoy de acuerdo. No tiene porqué pasar nada. Los demás le tenderemos una emboscada cuando veamos la oportunidad.

-¿Y ya está? -Hyuk parecía nervioso-. Esa genio no parece chuparse el dedo. Sabrá que tramamos algo. ¡Lo sabrá!

-Somos más que ella. Podremos. Además, no me costará llamar a Hakyeon para que la castigue ahora que poseo la llave.


Me miré las manos. Tenía la horrible sensación de que no iba a resultar. Temía por mis amigos, más que por mi propia vida y la mirada que compartimos Hyuk y yo me dio a entender que no era la única.