-¿Qué haces?
–inquirió N ladeando ligeramente la cabeza. Se había posicionado de pie al borde
de la celda, apoyado en el marco con los brazos cruzados. Seguía, sin embargo,
con una usual expresión serena que no era más que una máscara que contenía toda
su ira. Hye Rin lo ignoró. Tendió el futón a los pies de la celda de Ken y
colocó las cálidas mantas encima. Los presentes ahí estaban inusualmente
tranquilos.
-Estoy preparándome
para dormir. ¿No lo ves? –contestó ella. N arqueó una ceja.
-¿Aquí? –Dijo Hyuk-.
¿Con nosotros? ¿No tienes una cama mullida arriba?
Hye Rin torció la
boca en una mueca.
-No me gusta. Todo
está frío y solitario…
-No creo que más
que aquí –murmuró Ken.
-Sí, te lo aseguro.
Necesito estar con otras personas para sentirme cómoda.
Otro silencio. N
tragó saliva y se agarró de un vidrio sobresaliente.
-¿Qué te hace
pensar… -empezó-… que nosotros somos personas?
La pelirroja se
incorporo y se acercó al inestable chico. De pronto, todos se tensaron y
esperaron lo peor, pero cuando Hye Rin agarró la mano de N éste solo permaneció
inmóvil de la sorpresa. Hizo sobresalir uno de sus dedos y le señaló los ojos.
-Tienes dos –ahora
posó el dedo en su propia cara-. Yo también tengo dos. Una nariz… -repasó la
cara de N y volvió a la suya-. Y yo también tengo. Poseemos lo mismo
físicamente. ¿Qué encuentras de diferente? Que estés hechizado es lo único que
nos diferencia.
El hombre apartó la
mano con rapidez y trastabilló hacia atrás.
-Me acabas de tocar
–dijo con un hilo de voz-. Ella nunca
nos toca.
-Por que Kyung Hee
sabe que la mataríais. Yo sé que no lo haréis.
-Estás tentando tu
suerte, humana –espetó N-. Eres rara.
Las comisuras de la
chica se curvaron.
-Al contrario que
mi familiar, no os quiero hacer ningún daño ni os lo voy a hacer si puedo
evitarlo –dijo, orgullosa.
-¿No te gusta el
dolor? –Preguntó Hongbin girando la cabeza en posiciones casi imposibles-. ¿Por
qué no te gusta?
-¡Y yo que sé! –Se
encogió de hombros-. Me considero buena persona.
Hye Rin cruzó
nuevamente la estancia hasta su futón, pero se detuvo al reparar en el muñeco
que, tétrico y proveedor de tantos males yacía en la mesa. Lo agarró con ambas
extremidades y lo alzó para verlo. Era viejo, deslucido y rugoso, los botones
de los ojos estaban medio descolgados y la tela que lo recubría se encontraba
flácida por el uso.
-Has dicho que no
nos torturarías –gimió Hyuk, temeroso. La mujer se lo quedó mirando,
horripilada.
-No lo pienso
hacer, es una promesa. Solo estoy contemplándolo –se sentó en la cama
improvisada. Le elevó un brazo, y todos lo imitaron. Dejó lo dejó caer y al
unísono los de los demás hicieron lo mismo. ¿Qué macabra magia envolvía aquel
muñeco Voodoo?
-Sentís todo lo que
le pasa a éste juguete, ¿verdad?
-Todo –afirmó Ken-.
Absolutamente todo.
Entonces tuvo una
idea.
-En vez de sufrir
con dolor, puedo hacéroslo pasar bien –con el monigote en las rodillas, llevó
los dedos a los costados y los sacudió rápidamente. Miles de sonidos se alzaron
en el aire, como el ruidoso cacareo de Hongbin, las escandalosas carcajadas de
Ken, N y Hyuk e incluso las medias sonrisas de Leo y el irascible Ravi, que se
doblaba sobre sí mismo ocultando la cara.
-¡Basta! ¡BASTA! –Reía
el de la piel de cuarzo-. ¡Esto es peor que la tortura!
Los que no estaban
atados, se contorsionaban en el suelo intentando recuperar el aliento.
-¿Qué ha sido eso…?
–musitó N, arrastrándose hasta el sofá y estirándose. El pecho le subía y le
bajaba con rapidez.
-Que yo sepa, es lo
que se conoce como “Cosquillas” –explicó la muchacha. Hyuk sentía las piernas
de mantequilla, y le costó incorporarse de nuevo, por lo que se sujetó a los
barrotes.
-Ha sido… genial
–dijo, enjuagándose las lágrimas de los ojos-. Menuda risa.
-Lo mejor que nos
ha pasado –añadió Ken. Hye Rin sonrió.
-¿Por qué lo has
hecho? –habló Leo, acallándolos a todos. No era usual, y desde que la mujer
había llegado, Leo no hacía más que hablar. Ella tardó un poco en contestar.
-Quiero que veáis
que no soy ningún peligro y confiéis en mí.
-Danos una razón
para hacerlo –pidió N, de nuevo serio. La chica suspiró.
-Si lo hacéis,
podré tener el valor de exigir a Kyung Hee que os libere –confesó-. No puedo
hacerlo sola.
-No podrás
convencerla –dijo Ken, con ojos tristes-. Ella es cruel, sádica y fría como un
témpano. Tienes que acabar con su vida para liberarnos.
Hye Rin se
estremeció.
-N-no puedo hacer
eso – reveló, afligida-. No soy capaz…
-Entonces
seguiremos condenados a estar aquí abajo para siempre –dijo el menor de todos
ellos.
La desolación los
envolvió.
-No -se opuso Hye
Rin-. No lo permitiré. Todo se arreglará. Os lo prometo.
-Demasiadas
promesas para alguien tan joven –canturreó Hongbin-. Haciendo frente a la
rubia, no sobrevivirás.
La mujer puso los
ojos en blanco y se metió bajo las sábanas con el muñeco al lado.
-Hye Rin –la llamó
Ken-. ¿Qué razón hay para dormir cerca de mí?
-Me siento más
segura contigo –enrojeció violentamente ante la tímida mirada del otro, dándose
cuenta de sus palabras-. Quiero decir… tú no intentas matarme, ¿verdad?
Ken le dirigió una
sonrisa cálida, negando.
-No. No podría
hacerlo.
Ésta vez fue ella
la que introdujo la mano en la celda de cristal, buscando la de Ken y así
entrelazar los dedos. La mujer reparó en una herida justo encima de la muñeca,
rosada pero con aspecto profundo. Lo extraño es que dada su gravedad, no
sangrara.
-¿Cómo te hiciste
eso? –le preguntó. Ken bajó la vista hacia la herida y se encogió de hombros.
-Supongo que fue en
uno de los juegos de Kyung Hee, pero hace tiempo que no me produce daño. Nos
suele sacar de las jaulas, hechizados como ratas sedadas. Luego nos sienta en
la silla –la de la mesa central- y nos tortura físicamente con múltiples
artilugios que saca de quien sabe dónde. No podemos gritar, y aún así el dolor
por dentro es… tan desgarrador… –se estremeció solo de recordarlo. La pelirroja
se compadeció-. Por suerte, soy al que menos veces escoge. Suelen divertirle
Hongbin, N y Ravi. A veces solo los paraliza de cuello para abajo para poder
oír como chillan.
-¡Es espantoso! –Exclamó,
abrumada por un sentimiento de misericordia y culpabilidad-. ¡No debe
continuar, no debe! Haré lo que sea para sacaros de aquí. ¡Es una pesadilla!
Ken le dio un
apretón en la mano.
-Si lo haces, te
estaremos agradecidos. Pero no seremos felices a costa de ponerte en peligro.
-Habla por ti. A mi
me da igual –espetó N. Hyuk chistó.
-Silencio –lo mandó
a callar, sorprendiéndolos a todos-. Si hay una posibilidad… Si la hubiera…
A Hye Rin se le
desencajó la mandíbula. ¿Dónde estaba el pesimismo irracional del pequeño?
-Me puse en peligro
en el preciso instante en que decidí no torturaros. No creo que cambie
demasiado mi futuro.
-Prométeme que
tendrás cuidado, Rinnie.
Los ojos de la chica
se abrieron de par en par hacia Ken.
-¿Ahora tengo mote?
El muchacho se
rascó la cabeza, azorado.
-Es la forma
cariñosa de llamarte. Así sabrás que no te odio. No, es absurdo. No podré
odiarte nunca.
El pecho de Hye Rin
se llenó de una inexplicable felicidad, y su ritmo cardíaco incrementó de forma
considerable. Se fijó en que su mano seguía entre las del chico y tragó saliva,
nerviosa. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué se sentía de esa manera? Se pendió en sus
ojos, esos orbes castaños que la observaban con tibieza y ternura y parecían
querer transmitirle todo lo que sentía. Ken acarició con los dedos, despacio, la
piel de los nudillos y los largos dedos de ella.
-Hoy tienes las
manos frías –comentó. Hye Rin se encogió de hombros.
-Ésta casa está
helada. Es normal.
-Si pudiera salir de
aquí, yo…
-¡Blah! –Irrumpió Hongbin-.
Si seguís hablando en ese tono tan empalagosamente dulce, acabaré vomitando arcoíris
y unicornios rosas.
Ken lo fulminó con
la mirada, pero a Hye Rin se le escapó la risa. Hongbin cacareó, juguetón. Le hacía
gracia la reacción de su compañero de celda.
-Es tarde –dijo entonces-.
Deberías dormir ya. Velaré tu sueño ésta noche.
Sin embargo, Hye
Rin vaciló al apartarse. Quería seguir en contacto con él, y ese pensamiento la
asustó. Sacó lentamente la mano de la jaula y se metió bajo las sabanas, el
muñeco a su lado. Acercándolo, lo abrazó con delicadeza y enterró la cara en
él. Si bien tenía un olor a polvo y a suciedad bastante notorias, no le
importó.
“Son ellos. Si esta marioneta contiene sus
voluntades, la protegeré pase lo que pase. Aunque me esté jugando la vida”
Se sumió en las brumas
del sueño, que no duraron demasiado. Unos gemidos la desvelaron y en cuanto se
acostumbró a la penumbra que la rodeaban, enfocó torpemente la fuente de
quejidos. Más bien, las fuentes.
-¿Ken…? –el sonido
ronco de su propia voz le parecía extraño. Por ello, carraspeó-. ¿Qué…?
Señaló el muñeco
con un dedo tembloroso.
-¡Oh! ¿He hecho
algo mal mientras dormía? ¿Os he hecho daño? –empezó a preguntar la muchacha,
temerosa de que algo malo hubiera sucedido. Sentía un nudo en el estómago y
acunó el “juguete” entre sus brazos-. No lloréis, por favor. Oh, madre mía. ¿Qué
he hecho?
-Es tan… nostálgico…
-empezó el de la ropa a jirones-. Me siento tan apenado…
Incluso N, que
parecía empeñado en negarse a llorar, finalmente varios regueros cubrieron sus
oscuras mejillas.
-Dime, Hye Rin –dijo-.
¿Alguna vez te han abrazado? -La chica, perpleja, asintió sin saber a qué venía
la pregunta-. Lo que estás haciendo en este momento es como si lo fuera. Lo
sentimos. Sentimos tu calor a través del muñeco.
-Tan cálido como el
sol –susurró Hyuk-. Y a la vez tan doloroso como una quemadura… Eso es lo que
es.
Hongbin permanecía encogido
sobre sí mismo, las piernas en alto y los brazos en cruz rodeándose los
hombros. Se mecía de adelante hacia atrás gimoteando y riendo al mismo tiempo.
Ravi no emitía ningún sonido, y Leo… Leo evitaba girarse. Ante esa visión, Hye
Rin no pudo evitar sentirse compungida. No sabía cómo expresar lo triste que
estaba, por lo que se aferró al monigote como si de su propia vida se tratase.
-Lo siento –sollozó-.
Lo siento tanto… perdonadme… perdonadme por ser débil… Por favor, perdonadme…
Lloraron, largo y
tendido hasta que sus ojos se secaron y el sueño, de nuevo los venció a todos.
Aquella noche soñó
con criaturas sobrenaturales, junto con Kyung Hee. Pero a la mañana siguiente,
Hye Rin no fue capaz de recordarlo.
***
Sé que es corto, pero ésta historia no será larga como las demás, e intento racionar las ideas por capítulos, y intentar alargarlo un poco más... >< Gracias!!