martes, 28 de octubre de 2014

Capitulo 3: Aversión sin fundamento

La noche se cernió sobre ellos más rápido de lo que Jane había pensado. Hablar con Chuck mientras cenaban suponía una distracción afectuosa. El niño parloteaba por los codos y lejos de molestarle, le parecía gracioso que explicara las miles de cosas que sucedían allí.

-Winston quiso degollar a un cerdo hace unos días para la cena. Lo mejor fue que el cerdo se reveló de tal forma que cargó contra él y lo golpeó en su partes –Chuck se rió como si hubiese contado el mejor chiste de su vida. Jane sonrió. Cuando se recobró, se limpió las lágrimas-. Fue lo mejor de la semana, sí señor.

-Es la primera vez que sonríes desde que llegaste, pingaja –hizo notar Jeff. El mediquero había decidido ir a sentarse con ellos, curioso por la guerra que montaba la muchacha y que ya era sabida por toda la aldea. 
Jane se encogió de hombros.

-¿Qué esperas? Todo esto es desconocido para mí. Tendré que clavar estacas a mí alrededor cuando duerma.

-¿Tanto miedo te damos?

Ella suspiró, pero no dijo nada.

-Eh, anímate –alentó el mediquero y le dio unos golpecitos en la espalda-. Esto tampoco está tan mal. Al menos estamos vivos.

-Esto no es vivir –se levantó, abatida-. Esto no puede llamarse vida.

Jeff y Chuck intercambiaron una mirada.

-¿Dónde vas? –inquirió el segundo.

-Tengo sueño –mintió. A disgusto, tuvo que dulcificar su voz. Si quería obtener respuestas, las malas palabras solo causarían el efecto contrario-. ¿Dónde… se duerme?

Chuck se limpió la boca con el dorso de su camiseta y también se alzó.

-Cada vez que aparecemos en la Caja, venimos con un montón de añadidos. Ya sabes, como los huevos kínder.

Jane entrecerró los ojos, en parte por lo absurdo de la comparación, en parte porque no sabía a donde quería ir a parar.

-Así que tienes un saco de dormir para ti sola –continuó-. Creo que alguno lo habrá dejado en la Hacienda, como siempre. Vamos a mirar.

Pero al llegar, no había nada. Revisaron cada habitación de cada piso, pero Jane se dijo que si hubiese habido algo allí ya lo habrían encontrado. Por si acaso, abrió los viejos armarios de la casa, que chirriaron como si estuviesen sufriendo agónicamente. No encontró nada, a excepción de unos botes pequeños llenos de un líquido transparente que no deberían medir más que el dedo pulgar. Sostuvo uno a contraluz de la vela incrustada en la pared, sin embargo, aquello le pareció absurdo. Lo dejó donde estaba y se reunió con Chuck.

Finalmente se dieron por vencidos y desanduvieron el camino.

-No lo entiendo –protestó el niño-. Siempre las dejan cerca…

-Desquiciarse no es la solución. Alguien la habrá cogido pensando que era suya –concluyó Jane. No quería seguir buscando, ni siquiera quería moverse más. No le importaba tener que dormir sobre la hierba, lo único que deseaba era poder cabecear en algún lugar. Donde fuera.

Una figura se fue acercando a ellos, hasta que se definió, revelando a un Minho con cara de pocos amigos. En una mano llevaba algo parecido a una pieza de sábana de color morada, sucia, rota y hecha girones. En la otra, un adolescente se retorcía bajo el poderoso agarre del muchacho asiático, que lo sostenía por la camiseta. Al principio se resistió, pero cuando vio que se acercaban a Jane y a Chuck emprendió una sarta de balbuceos suplicantes. Deteniéndose en frente, Minho soltó la pieza con violencia.

-¿Era esto lo que buscabais? –Inquirió, aunque la chica lo consideró más como una afirmación que como una pregunta-. Os escuché decirlo y vi como Allen salía disparado hacia la Casa de la Sangre. Como comprenderéis, era una actitud sospechosa por lo que decidí seguirlo. Parece que el pingajo cara fuco quería sobre alimentar a los cerdos.

Ella bajó la vista hasta el pedazo roto y descubrió que era su saco. O lo que hubiese sido su saco.

-Mejor aún, matarlos por intoxicación –dijo Chuck-. Allen, macho, ¿por qué lo has hecho?

El interpelado no respondió. A la débil luz de la luna, Jane le detectó un ojo hinchado y un gran tajo en el labio inferior, producto de repetidos golpes sin compasión. Minho se había quedado a gusto. Allen escupió en el suelo algo que debía ser sangre y la chica se apiadó de él.

-Ya te diré yo el por qué –Minho se colocó delante del chico, en actitud amenazadora-. Éste pedazo de clonc quería hacerle la vida difícil a la verducha por el simple hecho de ser mujer. Los otros corredores me han dicho que no te has tomado demasiado bien la noticia de la nueva incorporación. ¿Supones que será débil en los trabajos forzados de por aquí y eso te da derecho a humillarla? Pues escúchame bien, gilipullo machista: te las vas a ver con Alby ahora mismo. ¡Camina!

Lo empujó con tal vehemencia que ambos creyeron que llegaría rodando antes que caminando.

-Perdónale –pidió el niño sin apartar los ojos de los dos que se alejaban-. A Allen lo… picaron hace varios meses. No ha vuelto a ser él desde entonces.

La chica desplazó sus orbes claros hasta encontrar la cara de Chuck.

-¿Lo qué?

-Que lo picaron –repitió, señalando las puertas ahora selladas-. Los laceradores. Por eso se cierran durante la noche, es cuando son más activos y salen. Aunque de vez en cuando se escapa alguno de día y pica a los corredores que se topa. A estos –si sobreviven al encuentro- les administramos el Suero y pasan por el Cambio. No quieras ni imaginar qué se siente al pasar por eso…

Recordó las botellitas de líquido translúcido en el armario y supuso que aquello debía ser el famoso Suero. Se estremeció.

-¿Tú has sufrido el Cambio? –preguntó. Chuck negó con la cabeza.

-Por suerte para mí, no pertenezco a los corredores. Pero no hace falta serlo para saber que la picadura del lacerador es extremadamente dolorosa.

Jane calló. Se le habían revuelto las tripas solo de pensarlo. Minho volvió cuando los dos chicos se hallaban sentados en la hierba, con una expresión mucho más relajada. La chica reconoció que era guapo. Un aura de masculinidad lo envolvía desde las fuertes extremidades hasta los duros y fríos ojos. De pronto, les sonrió victorioso y Jane sintió que algo se agitaba dentro de ella.

-Ya está –dijo-. Alby va a meterlo en el Trullo una temporada. No te ofendas, pero no he hecho lo que he hecho porque seas especial. Si permitiéramos que acciones como éstas se repitieran y quedaran impunes, nuestras reglas no servirían para nada. Aunque sea por una rabieta estúpida.

Chuck asintió, serio.

-Pues yo considero que se ha salido con la suya, ¿no? Me he quedado sin saco en el que dormir.

Minho alzó las cejas enigmáticamente.

-En absoluto. Guardamos más en otro sitio, por si ocurren cosas como lo de hoy.

A Jane le encantó escuchar buenas noticias. Por fin podría dormir, aunque fuera en el duro suelo. Pero de pronto un pensamiento acudió a su mente, no demasiado agradable.

-Pero… Chuck me dijo que cuando envían a una persona al Claro, suele llegar junto a un único saco. ¿Por qué hay…?

Supo la respuesta incluso antes de que Minho la mencionara.

-Porque muchas personas han muerto con el paso del tiempo y causas variadas: laceradores, accidentes laborales, expulsiones… la mayoría son corredores o constructores, nada de lo que se tenga que preocupar una verducha como tú.

Si pretendía tranquilizarla, no lo estaba consiguiendo.

-Me niego a meterme en el saco de un difunto.

-Ni que los embutiéramos ahí después de muertos –se rió el corredor. Sus ojos rasgados apenas eran dos finas rendijas-. Además, los deambulantes como Chuckie se encargan de limpiarlos cada cierto tiempo.

-¡¡Minho!! –gritó el niño. El otro fingió sorpresa ante su repentino nombramiento-. ¡No hables de lo que no te incumbe!

-¿Esas son maneras de hablarle a los mayores, pingajo? –gruñó, alborotándole el pelo con fuerza. Lejos de aparentar enfado, Minho se estaba divirtiendo a costa del chiquillo, quien al darse cuenta, no le hizo ninguna gracia. El joven asiático retrocedió un par de pasos, en dirección a la Hacienda.

-Será mejor que vayáis a buscar los sacos ya. A la gente no le hará ninguna gracia que les piséis la cabeza mientras duermen por haber tardado. Algunos tienen muy mal despertar.

Dicho eso, se dio la vuelta y se marchó. Jane lo contempló lo que parecieron minutos. Le caía bien, más que bien. Solo cuando Chuck la golpeó repetidamente en el codo, comprendió que se había quedado embobada.

-¿En serio? –Dijo el niño, incrédulo-. ¿Con la cantidad de tíos que hay que valen la pena y te fijas en el gilipullo de Minho?

Jane parpadeó, perpleja.

-¿De qué hablas? ¡No tengo tiempo para esas cosas! –exclamó, sintiendo el rostro al rojo vivo. No podía negar que el corredor era atractivo pero, ¿de eso a ir tras él? Ni en broma.

Chuck le lanzó una mirada suspicaz.

-Ya, claro. Pero que sepas que este cuerpo serrano –se palmeó el estómago- ha tardado en cultivarse lo suyo. Tú te lo pierdes.

La chica prorrumpió en carcajadas estridentes que llenaron el ambiente, rompiendo el silencio de la noche. Y por primera vez olvidó cómo había llegado allí, las preguntas que la rondaban y sobretodo, el inmenso y aterrador vacío de su mente.

***

-Chuck… ¿Estás dormido? –preguntó Jane, tímidamente. Ambos estaban estirados, uno al lado del otro en la hierba, con un montón de cuerpos a su alrededor. Era más de media noche quizás, pensó ella, pero al parecer el propio cansancio no la dejaba dormir.

El niño contestó sin abrir los ojos.

-Lo intentaba.

Jane frunció el ceño, y como si sintiera que había sido demasiado seco, se disculpó.

-En realidad, no puedo pegar ojo desde hace unos días –rectificó. Vio como la chica se daba la vuelta-. Oh vamos, no te enfades.

-No estoy enfadada –mintió. Lo cierto es que sí lo estaba, aunque no con Chuck. Su mundo se había ido a la mierda en menos de veinticuatro horas y no lograba atar cabos-. Sólo estoy confusa…

-Es normal –comentó-. Todos nos sentimos igual cuando llegamos aquí. Te despiertas sin recuerdos, rodeado de gente que no conoces y que cuanto más te explican, menos entiendes. La primera semana es la peor. Lloras por los rincones, deseas más que nada volver a donde se supone que deberías estar… Es raro que tú no hayas empezado ya.

La muchacha recordó haber derramado lágrimas en el complejo de los Mediqueros, pero no quiso hablar de ello. El simple hecho de compartir una experiencia con los demás la hacía sentirse un poco mejor. La asaltó una nueva sensación de que algo no estaba bien, y una débil impresión de que quizás el Claro no era tan mal lugar para vivir. Rápidamente se deshizo de aquél augurio sin fundamento.

Volvieron al silencio durante tanto tiempo que Jane creyó que su compañero se habría quedado dormido. No obstante su voz volvió a hacerse oír.

-Deberías dormir –aconsejó-. Si tu guía fuese cualquier otro, contarías con varias horas de descanso. Pero tratándose de Minho… él se levanta antes que los demás. Incluso antes de que salga el sol.

-¿Y eso por qué? –no le apetecía madrugar cuando se sentía tan débil y tan fastidiosamente poco preparada. Solo necesitaba un buen sueño reparador que se llevara algo del miedo que la consumía por dentro.

No pudo verlo, pero advirtió un movimiento por parte del niño al encogerse de hombros.

-Horario de corredores. Mañana te lo explicarán –Chuck se dio la vuelta, dejando en evidencia que la conversación había tocado su fin aquella noche.

Jane cerró los ojos y observó la negrura a través de sus párpados. No quería seguir pensando puesto que sabía que no descansaría si lo hacía. Así que, cuando menos se lo esperaba, su mente se liberó al mundo del inconsciente como si fuera vapor. Solo que no soñó en toda la noche.

***

Unas manos la sacudieron por los hombros, bruscas. Eso la molestó y se giró para dar un manotazo en el aire. Quería seguir durmiendo.

-¡Arriba, verducha! –dijo Minho, volviendo a zarandearla-. Hora de tu paseo. ¿No es lo que querías?

Lentamente recordó que estaba en el Claro y se incorporó de golpe. El cielo empezaba a salir de la oscuridad para dar paso al día, aunque Jane comprobó que aún era temprano. Se restregó los ojos con las manos para quitarse las lagañas y miró a Chuck, que murmuraba en sueños. Luego dirigió la vista a Minho, que estaba de cuclillas a su lado. Al comprobar que estaba despierta, se levantó.

-Te doy cinco minutos para que te cambies –anunció-. Tus ropas están en la Hacienda, junto al armario de la habitación de los Mediqueros. Los creadores piensan en todo, ¿eh? –no sonrió-. Te espero en la puerta.


Le propinó un golpecito en la espalda que no le sacó un pulmón de milagro. Tosió mientras Minho se alejaba y después suspiró. Necesitaba saber cuanto antes.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Capitulo 2: Censura

- Hostia –exclamó Chuck-. Te juro que daría lo que fuera por poder hacerle una foto a tu jeta ahora mismo.
Jane no le hizo caso. Seguía contemplando el Claro, visiblemente pasmada. Recorrió cada centímetro de él: las personas iban moviéndose de un lado a otro, algunos tranquilamente, otros corrían con bolsas en las manos con pinta de tener mucha prisa. La cuestión era moverse, nadie se quedaba quieto. Después desplazó los ojos hacia otro lugar. Alguien sacaba de una choza una gallina cogida por las patas boca abajo. El animal se sacudió asustado y el chico que la sostenía la agarró por el cuello y se lo torció.

Jane se obligó a apartar la vista, pero la imagen se le repetía en la cabeza contra su voluntad. A causa de ello, tomó una decisión: no volvería a comer carne de gallina nunca más.

Descubrió, un poco más hacia la izquierda lo que imaginó que sería la cocina, desierta. Un chaval se paseaba por delante con un delantal de dudoso blanco mientras lanzaba al aire una gran sartén. Cuando volvía a caer, la cogía por el mango con destreza. Sin darle importancia avistó un huerto y a varias personas trabajando en él. No llegó a distinguir que tipo de cultivos eran. Tampoco era un dato relevante. Algo sí llamó su atención: un par de chicos salían del bosque cercano. Iban sudados y arrastraban los pies, como si las piernas les pesaran enormemente.

-Ah, algunos corredores han vuelto –dijo Chuck, lo que provocó una mirada de desconcierto por parte de la muchacha-. Ehhh… Son gente que sale fuera para buscar una salida.

Aquello la desconcertó aún más.

-¿Salida? –no le sonaba nada bien esa palabra. Una creciente inquietud empezaba a llenar sus entrañas, amenazando con explotar de un momento a otro.

-No sé si me corresponde a mí contarte… Oye, ¿estás bien? –preguntó el niño, preocupado al ver que su compañera había perdido todo color.

-Chuck. ¿Qué quieres decir con que salen para buscar una “salida”? ¿Y por qué llevan armas? –inquirió, señalando la empuñadura de un cuchillo sobresaliendo del pantalón de uno de los corredores.

El otro tardó un poco en responder y cuando lo hizo, su voz se había vuelto enigmática.

-Mira, no es personal ¿vale? Pero aquí tenemos reglas que hay que cumplir. No puedo contarte todo de golpe porque lo más seguro es que te volverías loca, y ya somos demasiado pocos como para tener que prescindir de una persona fucada del cerebro por exceso de información. Alby o Newt ya te lo habrán dicho, pero supongo que no está de más recordártelo: Todo llegará a su debido tiempo.

-Nadie me ha dicho nada –espetó en tono severo-. Es más, todos decís cosas como “El Primer Día”, el “Claro” o “Verducha”. No tengo ni idea de qué narices hago aquí, y nadie me explica qué es todo esto. Tan solo… me priváis de saber. Prefiero volverme loca sabiendo la verdad a esperar a que me la cuenten por fascículos como si fuera una estúpida cría.

Dicho aquello, descendió por la pequeña colina. Chuck soltó un quejido resignado y se colocó delante de ella con los brazos agitándose graciosamente.

-¡Eh, para el carro, Cenicienta! –balbuceó-. Hablaré con Newt y quizá te…

-Estoy cansada de tener mediadores. Se lo pienso decir yo misma.

Cuando ésta reinició su marcha, el niño la empujó con toda la delicadeza de la que era capaz. Medía bastante menos que la chica, pero advirtió que trastabillaba hacia atrás.

-¿Pero a ti que foño te pasa? –chilló-. ¡Para de comportarte como si tuvieras derecho a cualquier cosa! Todos somos iguales aquí. Todos pasamos por lo mismo el Primer Día, sin respuestas, sin poder formular preguntas… ¿Por qué no puedes tener un poco de paciencia?

Al ver la clara desesperación y el silencioso ruego en los ojos de Chuck y se relajó un poco. Se estaba comportando como una idiota, pero no soportaba ser la única ignorante a su alrededor. Respiró hondo, tratando inútilmente de serenarse.

-De acuerdo –dijo al fin-. Vamos a ir a hablar los dos. Prometo no abrir la boca si consigues hacer que me explique qué es todo esto.

Chuck suspiró, derrotado.

-Bien –se pasó una mano por el pelo-, pero no te separes de mí. Y por lo que más quieras en este fuco mundo: no te acerques a las aberturas de los muros.

Como si su compañero hubiese estado señalando un punto en concreto, Jane dirigió la vista al frente, donde unas imponentes murallas de piedra se abrían en forma rectangular extendiéndose en torno al Claro. De uno de los extremos emergía una especie de puntas de hierro que al parecer se correspondían con las hendiduras del otro extremo. ¿Cómo no pudo darse cuenta antes?

De esa misma abertura, un joven apareció a la carrera y fue frenando poco a poco hasta quedarse quieto. Después, dobló las rodillas y apoyó las manos en los muslos, tosiendo y jadeando. Jane se lo quedó mirando un rato mientras caminaban y Chuck percibió sus pensamientos.

-Bueno, él es Minho, el Guardián de los corredores. Ya te explicaré qué significa en otro momento.

Ella puso los ojos en blanco, pero no dijo nada. Otra persona se cruzó en su camino tan de repente que cuando sus cuerpos chocaron no tuvo tiempo de formular una disculpa. Por suerte, Jane había posicionado el pie derecho de tal forma que había podido evitar la caída. Se sorprendió por las renovadas fuerzas que una hamburguesa y un vaso de agua le estaban proporcionando. El otro chico la miró desde arriba con una mueca de suficiencia. No se había movido ni un centímetro por la colisión, seguía donde no debería estar: ahí de pie con una tabla de madera cortada sobre el hombro y cara de pocos amigos.

-Ten más cuidado, pingaja –el deje de antipatía patente en su voz la obligó a entrecerrar los ojos. Deseaba contestarle algo, pero fue Chuck el que la defendió.

-Has sido tú el que se ha puesto por medio, Gally.

Gally chasqueó la lengua disgustado y se giró para irse. Jane se acercó al niño.

-Dime que éste es el único imbécil en lo que llamáis Claro.

Chuck se rio sin ganas.

-Ojalá.

***

-De ninguna forma, Chuck –dijo Newt yendo de un lado a otro cargando y descargando cajas sin mirarlos.

-¿Pero por qué? –Insistió el niño, persiguiendo al mayor como un pollito detrás de su madre-. ¿Qué la hace diferente?

El rubio soltó lo que estaba colocando con irritación, encarándose. Señaló a la muchacha, que se sintió ligeramente ofendida. No recordaba nada sobre buenos modales, más sin embargo era consciente de que aquel gesto no lo sería.

-Por si no te has dado cuenta, Chuckie, es una chica. La única en la zona desde que empezó esto. Foder tío, Alby tiene razón. ¿Y si es una espía de los Creadores?

-¿Los Creadores? –inquirió Jane.

-Los que nos metieron aquí y nos envían suministros –aclaró Chuck. Ella se cruzó de brazos.

-Oh, ya veo. ¿Crees que me han enviado para asesinaros brutalmente cuando no miréis? ¡Por el amor de…! 
–cerró los ojos, incapaz de controlarse-. No tengo la más remota idea de por qué estoy aquí, ni por qué soy la única fémina en vuestro Claro. Pero una cosa sí que la tengo clara: Quiero saber.

Newt la contempló con el ceño fruncido. Luego se acercó hasta que su rostro estuvo a pocos centímetros del de ella, que no se movió.

-Escúchame bien, pingaja. Tu puñetera actitud va a cabrear a más de uno si no bajas esos humos. Da gracias a que no te metimos en el Trullo cuando saliste de la Caja. Vas a esperar a que los guardianes hagamos la Reunión, donde se decidirá qué hacer contigo y si mereces que se te revele algo. Mientras tanto, haz el favor de quedarte quietecita y no hacer preguntas. Es mi última palabra.

Les dio la espalda y siguió con lo que estaba haciendo. Jane estaba totalmente irritada. Fue a replicar, pero un ruido ensordecedor ocasionó que se le olvidara lo que iba a decir. El incesante sonido hizo que la muchacha tropezara y quedara sentada en el suelo, atemorizada. Miró en todas direcciones con la respiración acelerada y ni siquiera la mano de Chuck cuando se apoyó en su hombro la tranquilizó.

-Cálmate, solo son las puertas. Cada noche se cierran para evitar que los laceradores de ahí fuera puedan entrar –explicó.

Newt lo fulminó con la mirada y el niño supo que no debería haberlo dicho. Jane no quitó ojo de las grandes oberturas cada vez más estrechas. La parte derecha de ésta se juntaba lentamente con su gemela izquierda, provocando chirridos atronadores que llenaban el ambiente. No obstante nadie parecía afectado por ese hecho, sino que seguían tan tranquilos como siempre.

-¿Qué son los laceradores? –Jane giró la cabeza lentamente puesto que el Claro estaba sellado al completo.

Fue Newt quien contestó.

-Unos bichos que no querrás encontrarte jamás.

***

-Están tardando mucho.

Jane observaba sentada en una de las mesas cómo la gente se ponía en fila para recoger su plato de estofado de pollo con almendras. Para disgusto, sabía cómo se había conseguido el plato pero el hambre la atenazaba tanto que le restó importancia por una vez.

-Relájate, chica –dijo Chuck con media pechuga sobresaliéndole de la comisura. ¿No se cansaba de decir lo mismo una y otra vez? Cálmate, relájate…-. Suelen pasarse horas allí dentro en la Hacienda, es normal. Pero el hecho de que no te hayan enseñado el Claro hoy mismo sí que es raro. No creo que Newt piense que eres peligrosa, no, más bien deduzco que estaba preocupado por ti, por tu salud. Él no suele ser tan borde, tendrá un mal día.

Escuchar como su compañero defendía a alguien a conciencia, la hizo sonreír interiormente. Por lo visto, no todo era negro en aquel lugar.

-No estoy enfadada –confesó en voz baja. Estaba molesta, aunque en cierto modo entendía la situación. Un sitio en el que solo aparecían adolescentes varones de pronto se veía abrumado por la presencia de una chica. Si fuera al revés, Jane estaría alarmada. Entonces tomó consciencia de su situación. Los jóvenes solían tener las hormonas revolucionadas con la pubertad y si ella era la única persona del sexo opuesto…
Trató de no pensar demasiado. Acabaría por dormir con medio ojo abierto y un cuchillo bajo la almohada. Eso… si tenía.

-A Fritanga le has caído bien –comentó Chuck. Según le habían dicho, Fritanga era el guardián de los cocineros. Sin embargo, no podía permitirse abandonar su puesto. Debía alimentar muchas bocas.

-¿Qué te hace pensar eso?

El niño señaló su postre con la barbilla.

-Te ha duplicado la ración de uvas.

Era cierto. Chuck debía tener un racimo de seis o siete piezas, mientras que Jane contaba con dos. La chica le ofreció la mitad, pero su amigo se negó en rotundo. Por el contrario, estiró el cuello por encima de su hombro y dejó de comer.

-Ya vienen –anunció. Jane se giró para distinguir varias figuras aproximándose. Se levantó y caminó hacia Alby y Newt, que encabezaban la marcha. No se había fijado antes, pero el rubio cojeaba. Sacudió la cabeza y esperó una respuesta. Los dos chicos se miraron y un cuarto se acercó a la conversación.

-Has estado a punto de pasar los días venideros en el Trullo, verducha –dijo Alby-. Da gracias a que poco más de la mitad estaba en contra de hacerlo.

-Alby, que no hayan salido los resultados como esperabas no significa que tengas que decírselo así –lo reprendió Newt. Cruzado de brazos aparentaba más masa corporal… y no es que fuera especialmente musculoso. Era de complexión delgada, tanto que parecía enfermizo. El joven suspiró y relajó los hombros-. Minho –especificó con el pulgar al chico asiático detrás de él- sugirió que se te mantuviera vigilada en todo momento, pero que no había problema en contarte las cosas. Como muchos guardianes estuvieron de acuerdo, él será quien te explique, pero solo y exclusivamente mañana.

-¿Y qué pasa con el laberinto? ¿A quién enviaréis en su lugar? –preguntó Chuck. Ninguno se había percatado de su presencia.

-Enviaré a Caleb –dijo Minho y luego fijó la vista en la nueva-. Supongo que no hacen falta las presentaciones. Si me disculpáis, tengo un estómago que llenar desde mediodía.


El muchacho cruzó un par de palabras con sus amigos y se fue a hacer cola. A Jane le sobrevino una oleada de alivio. Por fin obtendría respuestas.

lunes, 20 de octubre de 2014

Capítulo 1: El Primer Día

El familiar sonido de la alarma que anunciaba la inminente llegada de la Caja embargó el Claro por entero. Muchos dejaron de hacer lo que estaban haciendo para dirigir sus miradas hacia el centro del prado, aun sabiendo que las provisiones no subirían hasta aproximadamente una media hora. Y no solo provisiones.

***

No sabía dónde estaba, ni como había acabado allí de pie, dentro de una prisión oscura con olor a moho. El aire estaba viciado y polvoriento, y la chica tosió intentando liberar sus pulmones. La jaula dio un bandazo y cayó de bruces sobre una caja de madera, clavándose dolorosamente el extremo de ésta en el estómago.

Reprimió un grito de dolor. Deseaba que parara ya. Que se abriera alguna puerta y que al traspasarla, despertara de aquella pesadilla claustrofóbica. Con un traqueteo ensordecedor, la jaula se detuvo por completo. Esperó unos segundos, no atreviéndose a respirar por si ello provocaba que la “cárcel” volviera a ponerse en marcha. Hasta que de pronto, las compuertas superiores se abrieron de par en par y el sol la cegó.

Soltó un chillido y se acurrucó contra una de las esquinas abrazándose a las piernas, incapaz de ver nada. Varias voces se elevaron en el aire como un murmullo, todas exaltadas por su llegada. Alzó una mano temblorosa justo a tiempo para ver a alguien saltar al interior de la jaula. La chica gimió y se apretó más las rodillas al pecho. Se le llenaron los ojos de lágrimas que no derramó ya que su orgullo –diezmado pero firme- no se lo permitía. La otra persona levantó los brazos en señal de buena fe y, medio agachado, se fue acercando.

–Hey, verducha –habló-. Tranquila, no te haremos daño.

Era fácil decirlo para él.

– ¡Newt! –gritó de improviso, sobresaltándola-. ¡Baja!

Se escuchó un movimiento de cuerpos y otra persona descendió al lugar donde se encontraban.

– ¿Qué pingajo han traído ésta vez…? –Al reparar en la asustada muchacha inhaló el aire de golpe-. ¡Que me metan la cabeza en una montaña de clonc si no es una chica!

– ¡Shhh! –ordenó el otro-. Para de gritar y ayúdame ¿quieres? –se volvió hacia ella-. Mira, soy Alby. Y él es Newt. Puedes estar segura de que no tenemos ningún tipo de mala intención. ¿Cómo te llamas?

La chica los miró, recelosa. Acarició la idea de golpearles en la cara y salir corriendo. Sin embargo, algo en su interior le decía que debía ser cauta.

–Yo… me llamo Jane –contestó, insegura-. Creo.

–Bien, Jane –dijo Newt-. Bienvenida al Primer Día.

Alby no tenía cara de alegrarse.

– ¿Recuerdas algo? Me refiero a antes de subirte en la Caja.

Jane entrecerró los ojos, consciente de lo que sus palabras implicaban. Negó lentamente, anonadada por el gran vacío que sentía en la mente, como si toda su vida pasada se hubiera esfumado… o nunca hubiese estado allí. Se forzó a pensar pero cuanto más lo intentaba, más profundo se hacía el dolor que empezaba a asolar su cabeza, llenando cada uno de sus esfuerzos.

–No recuerdo nada… yo… ¿qué está ocurriendo? –preguntó, sincera. Alby obvió la pregunta y se giró hacia su compañero.

–Convoca una Reunión para ésta tarde. En el tiempo que llevo aquí, nunca he visto semejante… cambio a la hora de traernos un nuevo pingajo. Debemos hablarlo.

Newt resopló.

–Primero, saquémosla de aquí –le tendió una mano. Por alguna razón, el llamado Newt se le hacía más simpático que su compañero. Vaciló unos segundos antes de estrechársela y levantarse con su ayuda. Un súbito mareo la desequilibró pero alguien –imaginó que Alby- se encargó de evitar la fatal caída.

El tiempo trascurrió a cámara lenta, o eso le pareció a Jane. La cabeza le empezó a dar vueltas, nada tenía sentido en esos momentos.

– ¡Eh, eh! ¡No te desmayes ahora! –Gritó Alby.

– ¡Mediqueros! ¡Mediqueros! –llamó Newt, zarandeando los brazos de un lado a otro en direcciones que Jane no veía. Otro tercer y cuarto par de manos la agarraron de brazos y piernas y la subieron hacia los destellos fulgurantes del astro rey. El chico fue dando indicaciones a diestro y siniestro cuando la colocaron en una camilla hecha a mano.

Las voces iban incrementando de tono conforme llegaban a su destino. Cruzaron una arcada de piedra que simulaba ser una puerta y penetraron en una habitación. Las paredes parecían antiguas y roñosas, como si nadie se hubiese molestado en repararlas. Grandes grietas aparecían en el techo, y Jane pensó que estaba a punto de derrumbarse sobre ellos. Para quitarse la sensación de vértigo cerró los ojos, abrumada. Las cosas no se movían delante de ella como deberían hacerlo. Todo daba vueltas.

–Vale, ponedla ahí –notó la forma en que la volvieron a alzar: Tan delicadamente como si se tratara de una muñeca de porcelana. Al momento, otro chico que no conocía se acercó y le palpó el rostro, abriéndole los ojos y orientando una luz cegadora contra sus pupilas. Jane no tenía fuerzas para resistirse. No recordaba nada, tampoco cuánto tiempo había pasado en el ascensor.

<<Ascensor…>>. Alcanzaba a saber qué era un ascensor, pero no donde lo había visto ni por qué estaba en su mente.

– ¿Qué es, Clint? –Newt estaba nervioso, pero intentaba disimularlo sentado, masajeándose una de las piernas. Jane supuso que no era normal que alguien llegara de pronto en aquellas condiciones tan deplorables.

–Tiene un déficit de vitaminas, quizá algo de hierro también –Clint la observó más de cerca antes de volver a hablar-, a juzgar por su aspecto y el tono de su piel… ésta chica lleva sin comer ni beber días. Puede que incluso semanas.

Hubo un prolongado silencio. Entonces la voz de Newt volvió a hacerse oír.

– ¡Chuck! –habló sin girarse. Un sonido de pasos entrando en el cuarto evidenciaron la llegaba de una quinta persona-. Dile a Fritanga que encienda los hornos. ¡Y que no pregunte! Se lo explicaré más tarde.

Jane imaginó el leve asentimiento del chico, después, los pasos se alejaron. Clint centró la mirada en ella con una actitud de forzosa amabilidad. El suelo había dejado de dar vueltas, por lo que la muchacha reparó en la expresión de agotamiento que le embargaba el rostro. Profundas ojeras marcaban sus ojos y le hacían aparentar más edad de la que tenía. Porque tendría diecisiete años a lo sumo.

–Deberías descansar un rato –se puso en pie con un gruñido, casi como si le costara-. Volveré dentro de unas horas para comprobar las mejoras. Y tú –dijo, apuntó a Newt con el dedo- déjala hasta que se recupere. El tour del Primer Día puede esperar.

Newt asintió, conforme.

–Preocúpate más por Alby. Es a él a quien tienes que sermonearle, cara fuco.

Los labios de Clint se curvaron en una sonrisa desdeñosa y le golpeó el hombro a su compañero al pasar. La puerta se cerró tras ambos chirriando espantosamente. Jane profirió un hondo suspiro y entornó los ojos, fatigada. Tenía la sensación de que en menos de media hora había experimentado más estrés que en toda una vida.

Divagó por las lagunas de su mente, aun sin creerse que nada fuera real.

<< Quiero volver… >>, pensó. Las lágrimas amenazaron con desbordarse de nuevo si no se controlaba. ¿A dónde ansiaba regresar con tanta fuerza? ¿Era la ausencia de memoria lo que estaba a punto de hacerla llorar o quizá la añoranza por alguien?

<< ¿Dónde están mis padres? >>. El corazón se le encogió de tristeza y se llevó las manos al pecho mientras se acostaba de lado, mirando la pared. Apretó los nudillos contra la boca para acallar los sollozos que acudían a sus labios sin pausa. Se encorvó, quedándose en posición fetal. Por alguna razón, estar así hacía que se sintiese más segura.

Al cabo de un rato, unos tímidos golpes en el exterior la alarmaron. Incorporándose, ahuyentó los últimos rastros de lágrimas y alzó la barbilla. La puerta se abrió y de ella emergió la figura de un niño. Portaba una gran hamburguesa con pan en una mano y un vaso de agua en la otra. En cuanto vio que lo estaba contemplando, se ruborizó hasta el rizado pelo castaño.

–Newt me dijo que… bueno… aquí está –le tendió los alimentos sin añadir nada más. Jane se quedó prendada del olor que emitía la hamburguesa por unos segundos hasta que su estómago rugió cual locomotora. El chico explotó en carcajadas estridentes y ligeramente contagiosas. En otras circunstancias, quizá habría reído también pero en aquellos momentos no. Simplemente, le era imposible. Clavó los dientes en su hamburguesa y le pareció la comida más deliciosa del mundo pero tras cinco grandes dentelladas se atragantó. El niño puso el vaso de agua debajo de sus morros y Jane lo agradeció. Después de acabar se sentía un poco mejor pero seguía hambrienta. Como si el crío le hubiese leído el pensamiento dijo:

–Si quieres algo más, tendrás que esperar a la cena. Fritanga casi me tira las sartenes por la cabeza aun cuando le dije que era una orden de Newt –se frotó las manos, nervioso. El silencio era un tanto incómodo-. Soy Chuck.

–Jane –Chuck parecía más accesible que los demás. Al contrario que Alby o Newt, el chico no inspiraba un aire hosco o intimidante-. ¿Dónde estamos?

El otro bajó la cabeza, determinando si debía hablar o no.

–A éste lugar lo llamamos el Claro. Es donde vivimos.

– ¿Qué hacéis aquí? ¿Por qué he acabado aquí también? ¿Cuál es el objetivo de todo esto? –la impaciencia hacía mella en la muchacha. No le importaba estar preguntando demasiado, solo quería respuestas.

–Nadie sabe el “por qué”. Todos nos despertamos como tú un día en la Caja, desorientados, sin recuerdos de vida pasada. No creas que eres única –se encogió de hombros-. Lo bueno es que ahora no soy el pingajo novato.

Ignoró el deje de orgullo que había notado en sus palabras.

– ¿Cuánto hace que estáis aquí?

–Yo hace solo un mes, pero mucha gente lleva aquí más de un año o dos contados –se encogió de hombros-. Ya vale de preguntas. Tienes que… ¡eh, espera! ¿Se puede saber qué haces?

Jane se había puesto en pie en contra de las recomendaciones de Clint. Debía ver el exterior como fuera. No podía quedarse en la cama sin averiguar qué estaba pasando. Dejando de lado las protestas de Chuck se encaminó con paso lento, permitiendo que el chico la sujetara por el codo. No recordaba haber subido unas escaleras y tuvo que agarrarse a la barandilla firmemente hasta el final. Al cruzar la puerta, el sol del atardecer la golpeó como una maza. Y cuando empezó a acostumbrarse a la luz, se quedó boquiabierta.


–Bienvenida –dijo Chuck- a tu Primer Día en el Claro.

El Corredor del Laberinto | Hopeless




Título: El Corredor del Laberinto | Hopeless

Autora: Hee Yoon.

Género: Ciencia ficción, romance, drama, tragedia.

Categoría: Hetero.

Contenido: Violencia, palabras malsonantes.

Clasificación: +16

Libro: El Corredor del laberinto (ORIGINAL: The Maze Runner)

Advertencia: Los personajes no me pertenecen a mi. Solamente uno y sobretodo, la dirección de la historia. Cualquier copia o referencia sin autorización será objeto de denuncia.

Nota de autora: Éste fanfic narrará los sucesos ocurridos un mes antes de la llegada de Thomas y Teresa. Por lo tanto, Chuck haría dos meses que habría llegado al Claro. Se centrará en la visión de la chica "protagonista" y su futura relación con Minho. Gracias por escoger leer éste fanfic, y por favor, deja un comentario. Te lo agradeceré con creces.

INICIO

Bienvenidos a Drewland Fanfics.

Mi nombre no será revelado por cuestiones de privacidad, aún así, me gustaría aclarar una serie de cosas que para mí son de vital importancia. Hace unos cuantos años solia subir fanfics a Univision.com. Fanfics que ahora leo y que me dejan ver lo que he mejorado. Hacía historias bastante malas como podréis entender en una cría de 14-15 años. A través de años y años he intentado mejorar mi técnica literaria y pese a que disto mucho de acercarme a una posible escritora, jamás dejaré de escribir. He descubierto que es mi gran pasión secreta, y me he dedicado en cuerpo y alma a los que he subido y subiré. Intentaré ser lo mas regular que pueda, dado que estoy estudiando y los continuos exámenes me restan parte de mi valioso tiempo.

- ¿Qué encontraréis mi blog?

Me especializo sobretodo en fanfics e historias hetero, con personajes originales femeninos y rara vez escribo yaoi o lo que es lo mismo, chicoxchico. Me gusta redactar novelas sobre personajes que no son demasiado populares en el mundillo, ya que muchas personas ansían encontrar algo así, yo la primera. No obstante, hay excepciones.

Por último en ésta sección, cabe decir que me decanto por lo sobrenatural y/o romántico.

¿Es todo k-pop?

No. Ahora mismo me encuentro escribiendo historias de todo tipo: anime, series, libros, etc. Aún así, hay secciones que de coreano solo llevan los nombres, ya que aunque los personajes tengan nombres asiáticos, las historias son completamente ajenas al mundillo. Mi vida no gira entorno a la música pop coreana, nunca más.

¿Qué tipo de personalidad tienen mis Original Characters, también llamados OC's?

  • Son fuertes. 
  • Son independientes. 
  • Son temerarias e intrépidas. 
  • Son altas o superan la media. 
  • Por encima de todo, son útiles. 
  • Algunas son y serán inteligentes, otras actuarán antes de pensar. 
  • En general, son el tipo de chicas de las que un hombre no se enamoraría en la vida real. 

¿Por qué este perfil de personaje?

- Seamos sinceros. Odiamos esos personajes femeninos que siempre están detrás de los protagonistas masculinos, asustadas y débiles. Siempre buscando ayuda o intentando ser útiles para luego resultar ser bastante ineptas y poner en peligro a los demás.


-> Asimismo me disculpo por las faltas de ortografía, sintaxis y demás. Yo solo hago fanfictions, no soy una profesional ni tampoco voy criticando otros fanfics. Solo soy, como he dicho al principio, una aprendiz que desea mejorar a cada historia que cree.

Gracias por su atención.

[KENxOC]



[Ken/OC] THE VOODOO DOLL




Título: The Voodoo Doll

Autora: Drewland Fanfics.

Género: Romance, drama, tragedia.

Categoría: Hetero.

Contenido: Violencia, tortura, muerte de personaje

Clasificación: +16

Grupo: VIXX

Advertencia: Los personajes salvo VIXX, la mujer rubia y la descripción de las celdas del vídeo de VOODOO DOLL me pertenecen enteramente a mí. Cualquier copia o referencia sin autorización será objeto de denuncia.

Nota de autor: Este fanfic es ficticio, como si los personajes del video de voodoo doll fueran reales. Las personalidades no se corresponden con las reales, sino que son un reflejo de los que aparecen en él.

Capítulos: 1|2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7

[HONGBINxOC]

[HongBin/OC] THE CALLER OF ANGELS




Título: The Caller Of Angels

Autora: Drewland Fanfics

Género: Romance, drama, sobrenatural, comedia.

Categoría: Hetero.

Contenido: Violencia, lemon, tortura.

Clasificación: +16

Grupos: Jessica (SNSD), Hyuna (4minute), VIXX.

Advertencia: Los personajes salvo los grupos anteriores me pertenecen enteramente a mí. Cualquier copia o referencia sin autorización será objeto de denuncia.

Nota de autor: Algo diferente a las historias comunes, no tanto vampiro y hombre lobo suelto, así que espero que os guste.

Capítulos: 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 | 11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 | 21 | 22 | 23 | 24

[Leo/OC]



[Leo/OC] STARLIGHT, LOVE RESISTS ME




Título: Starlight, love resists me

Autora: Drewland Fanfics.

Género: Romance, drama, comedia.

Categoría: Hetero.

Contenido: Violencia, lemon, referencias al bullying.

Clasificación: +16

Grupo: VIXX, en especial Leo.

Advertencia: Los personajes salvo VIXX y la situación de la compañía Jellyfish me pertenecen enteramente a mí. Cualquier copia o referencia sin autorización será objeto de denuncia.

Nota de autor: En este fic intento plasmar lo mucho que sufren las personas que son objeto de abusos en la escuela o en centros educacionales similares, por lo que quien lo lea puede sentirse ligeramente ofendido. Si es tu caso y no deseas recordar, te recomiendo que pases a otro fanfic.

Capítulos: 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7

[Kiseop/OC]

[Kiseop/OC] LOVE, PAIN AND BLOOD



Título: Love, Pain and Blood
Autora: Hee Yoon.
Género: Romance, drama, gore.
Categoría: Hetero.
Contenido: Violencia, tortura, 
muerte de personaje, lemon.
Clasificación: +17 
Grupo: U-KISS, solo Kiseop.
Advertencia: Los personajes salvo Kiseop me pertenecen enteramente a mí. Cualquier copia o referencia sin autorización será objeto de denuncia.
Nota de autor: Pese a que no está indicado, hay lenguaje soez en momentos puntuales. 


  • Capítulos1 | 2

jueves, 16 de octubre de 2014

Hongbin - Capitulo 19

Hacía mucho frío. Delante de mí, todo era negro. Luché desesperadamente por recobrar la vista, sin embargo ello no sucedió. Después intenté moverme, en vano también. Gemí con impaciencia, hasta darme cuenta de que la única que lo escuchaba era yo. Porque solo me podía escuchar a mí misma dentro de mi cabeza. Para lo demás, estaba sorda. Tenía ganas de llorar. Tenía miedo. Y seguía teniendo frío.

Hubo, entonces, un pequeño destello de luz como una linterna borrosa, seguido de un rumor lejano. Cuando volvió a ocurrir, el pequeño destello se ensanchó, y el rumor se transformó en una voz entrecortada, simulando interferencias de radio. Aquello despertó cierta curiosidad y desasosiego en mi interior. Cuanta más atención prestaba, más clara se hacía la voz, y su presencia me envolvía en un abrazo cálido. Alguien lloraba. A través del frío que me calaba en los huesos como infinitas agujas de hielo pude notar la calidez desconsolada de unas lágrimas sobre mi rostro.

Me ardía el pecho y escupí agua. El corazón se me oprimía de una tristeza injustificada. Los sollozos de aquella persona me dolían en lo más hondo. Quería que pararan. Haría cualquier cosa para que se detuvieran. Ahora quería llorar, pero ésta vez no por miedo, sino de pena. La angustia me dio fuerzas para abrir los pesados párpados y distinguir vagamente un rostro surcado de lágrimas. Tan bello y hermoso que se me hizo un nudo en el estómago.

¿Por qué un ángel estaba llorando? Si un ángel llora, significa que ha ocurrido una gran catástrofe. Su pelo castaño oscuro se encontraba húmedo, igual que la ropa que llevaba puesta a juzgar por los brazos que, temblorosos, me rodeaban los hombros. Creí estar mojada también, por que las prendas se me pegaban al cuerpo. Un olor a piedra quemada, sangre y metal inundaba el ambiente, asqueándome. Pero esos olores se desvanecían por uno en concreto: el del chico de aspecto afligido.

Ahora que podía verlo mejor, descubrí con horror que la sangre le goteaba de la cabeza, sin saber realmente por dónde salía. Deseé poder incorporarme, sin embargo su expresión me indicó que no sería buena idea. El dolor que vi en sus ojos me dejó sin aliento, casi como si se sintiera culpable de algo.

De pronto, escuché unos pasos chapoteando en el agua detrás de él. Una imponente figura de mirada azul se inclinó, sus orbes profesaban cansancio y congoja.

- ¿Has acabado? –musitó. El otro asintió imperceptiblemente, sin quitarme la vista de encima. Había dejado de llorar y el único rastro de que lo hubiese hecho era la rojez en sus preciosos ojos almendrados. Entonces el segundo chico se tapó la cara con una mano, para luego volver a colocarla en la cintura. De nuevo, habló:

- No debe recordar nada –comentó. Parecía que cada palabra le quemaba la boca-. Debes hacerlo de nuevo, Hongbin.

El nombrado se encogió y noté que su agarre se intensificaba. Aspiré su olor nuevamente y me pareció la fragancia más exquisita del mundo. Pero el chico había empezado a sollozar otra vez, volviendo a hacerme sentir la persona más infeliz sobre la tierra. Unas renovadas fuerzas me permitieron alargar el brazo y acariciarle la mejilla, obteniendo un pronunciado sobresalto de su parte.

- Te quiero –susurré. No supe por qué lo había dicho, pero sentía que debía decírselo. Al muchacho se le cortó la respiración de golpe como si no diera crédito a lo que escasos segundos había escuchado. Apretó mi mano contra su mejilla, grabándose la calidez de mi palma. Sus ojos entornados dejaron escapar varias lágrimas traviesas que se deslizaron silenciosas por sus mejillas recorriendo el reguero de las anteriores.

- Yo también –masculló, sonando más como un lamento que como una contestación-. Te quiero y haré lo que sea mejor para ti. Incluso obligarte a que lo olvides todo, todo… incluyéndome a mí.

- Nunca podría olvidar el rostro de un ángel –dije, invadida por una sensación de extrañez y pánico. En otras circunstancias, mis palabras hubiesen sonado ridículas, pero tenía la certeza de que no era así. El chico intentó sonreír, mas no lo logró.

- Lo siento –balbuceó, apenado. Antes incluso de poder replicar, sus labios empezaban a rozar los míos y un sopor insoportable se apoderaba de mí. Luché por mantenerme despierta un  rato más, sin embargo, mi cabeza tenía otros planes. Lo llamé desesperada mientras mis sentidos se desactivaban y me sumía en la inconsciencia.

¡HONGBIN!

Hongbin…

Hong…


***

Al día siguiente, era sábado. Cuando me incorporé en la cama, deseé no haberlo hecho. Sentía todo el cuerpo entumecido, como si me hubiesen dado una paliza. Me llevé las manos a la cabeza y descubrí que estaba mojado. Recorrí la poca distancia que me separaba del baño cojeando, totalmente contracturada y me miré en el espejo. Casi dejé escapar un grito de sorpresa. Tenía un aspecto deplorable.

- La ducha de anoche no hizo ningún efecto, por lo visto –susurré, peinándome el cabello rebelde. Mientras lo hacía, recordé los intensos entrenamientos de gimnasia a los que el profesor nos había sometido últimamente y lo maldije, pues apenas era capaz de moverme-. Nunca creí que podría forzarnos tanto…

Bajé las escaleras literalmente pegada a la pared. En la cocina, papá trasteaba quien sabe qué para preparar el desayuno mientras mamá servía el café. Cuando me vio, su amplia sonrisa me recibió con tibieza.

- Buenos días cariño. ¿Has dormido bien? –me preguntó mientras encendía la televisión. Respondí con una mueca de disgusto.

- Necesito unas vacaciones, muy pronto.

- Ya queda poco –irrumpió mi padre, con un plato de tortitas en las manos y el bote de chocolate para untar debajo del brazo-. Lo que necesitas es concentrarte en los exámenes finales. Ya sabes que sacar buenas notas…

Desconecté del sermón matinal y me concentré en las noticias. Un edificio que al parecer era una cárcel abandonada era el tema principal.

“Hasta ahora, las causas que han provocado el derrumbamiento de la vieja prisión son desconocidas. La policía investiga el caso que tuvo lugar ayer por la noche y que misteriosamente no levantó sospecha de nadie en los alrededores. Los vecinos aseguran haber oído ningún ruido durante los acontecimientos, lo que hace dudar de la credibilidad de sus palabras frente a la obviedad de la situación. El alcalde asegura que…”

Me fijé en el agua que plácidamente mecía las piedras menos pesantes. Algo me resultaba familiar, algo que me tenía preocupada y que de un momento a otro se había apropiado de mis ganas de desayunar. Dejé el tenedor y el cuchillo en el plato con demasiada rapidez, levantándome pocos segundos después.

- Eh, ¿quién te ha dicho que te levantes de la mesa, Alice? –inquirió mi padre, tan sorprendido como yo por mi reacción.

- No me acordaba que había quedado –mentí y me dirigí escaleras arriba.

- ¿Con quién? –preguntó mi madre, curiosa. A juzgar por su expresión, le parecía extraño tener gente con quien quedar.

- Con Ken… -pero me callé de golpe. ¿Quién era Ken? ¿Y por qué lo había dicho como si fuera la cosa más normal del mundo? Tuve que pensar rápido, por lo que decidí usar ese nombre de excusa.

- ¿Quién es Ken? ¿Tu novio? –dijo papá y lo fulminé con la mirada.

- Es un amigo mío. Nada más. Habíamos quedado para… eh… hacer unos recados. Su madre no puede ir.

- ¿Y no los puede hacer él solo? Debes estudiar –mi padre parecía deseoso de que no saliera por nada del mundo. Puse los ojos en blanco y fui hacia mi habitación para prepararme. Estaba impaciente por ir a aquel lugar. Tras darles un par de besos a mis padres, salí corriendo junto a Argos.

Mamá había insistido en llevarlo también, y no me negué. Una vez en la puerta, saqué el teléfono móvil y con el GPS localicé la ahora prisión en ruinas. No me costó más de quince minutos llegar a mi destino. Unos cordones de seguridad impedían que los curiosos se acercaran demasiado al antiguo edificio. Giré la cabeza de izquierda a derecha, en busca de policías que me impidiesen hacer lo que estaba a punto de hacer. Pero por suerte, las calles estaban totalmente desiertas.

Así pues, pasé la cinta por encima de mi cabeza y me encaminé a las ruinas. El sonido de la sangre pasando por las venas de mis sienes cubría cualquier otro sonido. Solté la correa de Argos, que no se movió de su sitio. El golpeteo apresurado de mi corazón me decía que no era buena idea estar allí.

Escalé sobre las rocas y estuve a punto de caer varias veces de bruces contra el suelo. De vez en cuando, pateaba una piedra y apartaba otras tantas con las manos, buscando quién sabe qué. Empezaba a considerar lo absurdo de mi situación –sobre todo por la suciedad que iba cubriendo mis manos- cuando vi una línea roja que me hizo detenerme. Quité las ruinas a su alrededor con impaciencia, mientras un recuerdo se iba formando en mi cabeza. Un fogonazo en mi mente resaltaba las líneas del pentáculo como si estuviera aún fresco. Una respiración inconstante surgió, pero no había nadie conmigo. Me levanté, saqué el móvil y tomé una captura de mi hallazgo. Ya tendría tiempo de investigarlo más tarde.

Una voz imperativa me sacó de mi ensoñación.

- ¡Eh! ¡Tú! ¡Niña! –me llamó y al alzar la vista me topé con un policía con cara de pocos amigos. Avanzaba rápido, con la nariz arrugada y un frondoso mostacho castaño oscuro que le cubría casi al completo el labio superior. Portaba una porra en la mano derecha que agitaba violentamente en mi dirección-. ¡No se permite el vandalismo! ¡Largo de aquí!

Argos ladró amenazadoramente al policía, que retrocedió sorprendido. Aproveché entonces para salir corriendo de allí, cuidándome de no tropezar en el intento. Mi perro me siguió de cerca así que cuando paramos de correr, recogí del suelo la correa. Siempre había estado bien entrenado. Papá decía que Argos había pertenecido a la policía en otra vida porque era insólito como él solo.

***

Al cruzar la puerta de casa, me dejé caer en el sofá, sintiendo como si todo el peso del mundo se me cayera encima. Coloqué las piernas encima de los muslos de mi madre, que estaba mirando la televisión.

- ¿Ha ido bien? Has vuelto muy pronto –preguntó. Asentí sin mirarla.

- No era demasiado –mentí. No me gustaba, pero debía hacerlo. Volví a incorporarme, caminando hasta mi habitación donde me lavé las manos a conciencia. Después de estirarme en la cama, saqué el teléfono móvil para buscar la imagen. Mi corazón volvió a emprender una carrera desenfrenada al visualizarla y me llevé la mano al pecho, confusa.

Tenía una mala sensación. No me ocurría con frecuencia, pero cuando presenciaba que algo no iba bien, es que no iba bien. Entrecerré los ojos y fruncí los labios. Llegaría al fondo del asunto.


Costase lo que costase.