jueves, 16 de octubre de 2014

Hongbin - Capitulo 19

Hacía mucho frío. Delante de mí, todo era negro. Luché desesperadamente por recobrar la vista, sin embargo ello no sucedió. Después intenté moverme, en vano también. Gemí con impaciencia, hasta darme cuenta de que la única que lo escuchaba era yo. Porque solo me podía escuchar a mí misma dentro de mi cabeza. Para lo demás, estaba sorda. Tenía ganas de llorar. Tenía miedo. Y seguía teniendo frío.

Hubo, entonces, un pequeño destello de luz como una linterna borrosa, seguido de un rumor lejano. Cuando volvió a ocurrir, el pequeño destello se ensanchó, y el rumor se transformó en una voz entrecortada, simulando interferencias de radio. Aquello despertó cierta curiosidad y desasosiego en mi interior. Cuanta más atención prestaba, más clara se hacía la voz, y su presencia me envolvía en un abrazo cálido. Alguien lloraba. A través del frío que me calaba en los huesos como infinitas agujas de hielo pude notar la calidez desconsolada de unas lágrimas sobre mi rostro.

Me ardía el pecho y escupí agua. El corazón se me oprimía de una tristeza injustificada. Los sollozos de aquella persona me dolían en lo más hondo. Quería que pararan. Haría cualquier cosa para que se detuvieran. Ahora quería llorar, pero ésta vez no por miedo, sino de pena. La angustia me dio fuerzas para abrir los pesados párpados y distinguir vagamente un rostro surcado de lágrimas. Tan bello y hermoso que se me hizo un nudo en el estómago.

¿Por qué un ángel estaba llorando? Si un ángel llora, significa que ha ocurrido una gran catástrofe. Su pelo castaño oscuro se encontraba húmedo, igual que la ropa que llevaba puesta a juzgar por los brazos que, temblorosos, me rodeaban los hombros. Creí estar mojada también, por que las prendas se me pegaban al cuerpo. Un olor a piedra quemada, sangre y metal inundaba el ambiente, asqueándome. Pero esos olores se desvanecían por uno en concreto: el del chico de aspecto afligido.

Ahora que podía verlo mejor, descubrí con horror que la sangre le goteaba de la cabeza, sin saber realmente por dónde salía. Deseé poder incorporarme, sin embargo su expresión me indicó que no sería buena idea. El dolor que vi en sus ojos me dejó sin aliento, casi como si se sintiera culpable de algo.

De pronto, escuché unos pasos chapoteando en el agua detrás de él. Una imponente figura de mirada azul se inclinó, sus orbes profesaban cansancio y congoja.

- ¿Has acabado? –musitó. El otro asintió imperceptiblemente, sin quitarme la vista de encima. Había dejado de llorar y el único rastro de que lo hubiese hecho era la rojez en sus preciosos ojos almendrados. Entonces el segundo chico se tapó la cara con una mano, para luego volver a colocarla en la cintura. De nuevo, habló:

- No debe recordar nada –comentó. Parecía que cada palabra le quemaba la boca-. Debes hacerlo de nuevo, Hongbin.

El nombrado se encogió y noté que su agarre se intensificaba. Aspiré su olor nuevamente y me pareció la fragancia más exquisita del mundo. Pero el chico había empezado a sollozar otra vez, volviendo a hacerme sentir la persona más infeliz sobre la tierra. Unas renovadas fuerzas me permitieron alargar el brazo y acariciarle la mejilla, obteniendo un pronunciado sobresalto de su parte.

- Te quiero –susurré. No supe por qué lo había dicho, pero sentía que debía decírselo. Al muchacho se le cortó la respiración de golpe como si no diera crédito a lo que escasos segundos había escuchado. Apretó mi mano contra su mejilla, grabándose la calidez de mi palma. Sus ojos entornados dejaron escapar varias lágrimas traviesas que se deslizaron silenciosas por sus mejillas recorriendo el reguero de las anteriores.

- Yo también –masculló, sonando más como un lamento que como una contestación-. Te quiero y haré lo que sea mejor para ti. Incluso obligarte a que lo olvides todo, todo… incluyéndome a mí.

- Nunca podría olvidar el rostro de un ángel –dije, invadida por una sensación de extrañez y pánico. En otras circunstancias, mis palabras hubiesen sonado ridículas, pero tenía la certeza de que no era así. El chico intentó sonreír, mas no lo logró.

- Lo siento –balbuceó, apenado. Antes incluso de poder replicar, sus labios empezaban a rozar los míos y un sopor insoportable se apoderaba de mí. Luché por mantenerme despierta un  rato más, sin embargo, mi cabeza tenía otros planes. Lo llamé desesperada mientras mis sentidos se desactivaban y me sumía en la inconsciencia.

¡HONGBIN!

Hongbin…

Hong…


***

Al día siguiente, era sábado. Cuando me incorporé en la cama, deseé no haberlo hecho. Sentía todo el cuerpo entumecido, como si me hubiesen dado una paliza. Me llevé las manos a la cabeza y descubrí que estaba mojado. Recorrí la poca distancia que me separaba del baño cojeando, totalmente contracturada y me miré en el espejo. Casi dejé escapar un grito de sorpresa. Tenía un aspecto deplorable.

- La ducha de anoche no hizo ningún efecto, por lo visto –susurré, peinándome el cabello rebelde. Mientras lo hacía, recordé los intensos entrenamientos de gimnasia a los que el profesor nos había sometido últimamente y lo maldije, pues apenas era capaz de moverme-. Nunca creí que podría forzarnos tanto…

Bajé las escaleras literalmente pegada a la pared. En la cocina, papá trasteaba quien sabe qué para preparar el desayuno mientras mamá servía el café. Cuando me vio, su amplia sonrisa me recibió con tibieza.

- Buenos días cariño. ¿Has dormido bien? –me preguntó mientras encendía la televisión. Respondí con una mueca de disgusto.

- Necesito unas vacaciones, muy pronto.

- Ya queda poco –irrumpió mi padre, con un plato de tortitas en las manos y el bote de chocolate para untar debajo del brazo-. Lo que necesitas es concentrarte en los exámenes finales. Ya sabes que sacar buenas notas…

Desconecté del sermón matinal y me concentré en las noticias. Un edificio que al parecer era una cárcel abandonada era el tema principal.

“Hasta ahora, las causas que han provocado el derrumbamiento de la vieja prisión son desconocidas. La policía investiga el caso que tuvo lugar ayer por la noche y que misteriosamente no levantó sospecha de nadie en los alrededores. Los vecinos aseguran haber oído ningún ruido durante los acontecimientos, lo que hace dudar de la credibilidad de sus palabras frente a la obviedad de la situación. El alcalde asegura que…”

Me fijé en el agua que plácidamente mecía las piedras menos pesantes. Algo me resultaba familiar, algo que me tenía preocupada y que de un momento a otro se había apropiado de mis ganas de desayunar. Dejé el tenedor y el cuchillo en el plato con demasiada rapidez, levantándome pocos segundos después.

- Eh, ¿quién te ha dicho que te levantes de la mesa, Alice? –inquirió mi padre, tan sorprendido como yo por mi reacción.

- No me acordaba que había quedado –mentí y me dirigí escaleras arriba.

- ¿Con quién? –preguntó mi madre, curiosa. A juzgar por su expresión, le parecía extraño tener gente con quien quedar.

- Con Ken… -pero me callé de golpe. ¿Quién era Ken? ¿Y por qué lo había dicho como si fuera la cosa más normal del mundo? Tuve que pensar rápido, por lo que decidí usar ese nombre de excusa.

- ¿Quién es Ken? ¿Tu novio? –dijo papá y lo fulminé con la mirada.

- Es un amigo mío. Nada más. Habíamos quedado para… eh… hacer unos recados. Su madre no puede ir.

- ¿Y no los puede hacer él solo? Debes estudiar –mi padre parecía deseoso de que no saliera por nada del mundo. Puse los ojos en blanco y fui hacia mi habitación para prepararme. Estaba impaciente por ir a aquel lugar. Tras darles un par de besos a mis padres, salí corriendo junto a Argos.

Mamá había insistido en llevarlo también, y no me negué. Una vez en la puerta, saqué el teléfono móvil y con el GPS localicé la ahora prisión en ruinas. No me costó más de quince minutos llegar a mi destino. Unos cordones de seguridad impedían que los curiosos se acercaran demasiado al antiguo edificio. Giré la cabeza de izquierda a derecha, en busca de policías que me impidiesen hacer lo que estaba a punto de hacer. Pero por suerte, las calles estaban totalmente desiertas.

Así pues, pasé la cinta por encima de mi cabeza y me encaminé a las ruinas. El sonido de la sangre pasando por las venas de mis sienes cubría cualquier otro sonido. Solté la correa de Argos, que no se movió de su sitio. El golpeteo apresurado de mi corazón me decía que no era buena idea estar allí.

Escalé sobre las rocas y estuve a punto de caer varias veces de bruces contra el suelo. De vez en cuando, pateaba una piedra y apartaba otras tantas con las manos, buscando quién sabe qué. Empezaba a considerar lo absurdo de mi situación –sobre todo por la suciedad que iba cubriendo mis manos- cuando vi una línea roja que me hizo detenerme. Quité las ruinas a su alrededor con impaciencia, mientras un recuerdo se iba formando en mi cabeza. Un fogonazo en mi mente resaltaba las líneas del pentáculo como si estuviera aún fresco. Una respiración inconstante surgió, pero no había nadie conmigo. Me levanté, saqué el móvil y tomé una captura de mi hallazgo. Ya tendría tiempo de investigarlo más tarde.

Una voz imperativa me sacó de mi ensoñación.

- ¡Eh! ¡Tú! ¡Niña! –me llamó y al alzar la vista me topé con un policía con cara de pocos amigos. Avanzaba rápido, con la nariz arrugada y un frondoso mostacho castaño oscuro que le cubría casi al completo el labio superior. Portaba una porra en la mano derecha que agitaba violentamente en mi dirección-. ¡No se permite el vandalismo! ¡Largo de aquí!

Argos ladró amenazadoramente al policía, que retrocedió sorprendido. Aproveché entonces para salir corriendo de allí, cuidándome de no tropezar en el intento. Mi perro me siguió de cerca así que cuando paramos de correr, recogí del suelo la correa. Siempre había estado bien entrenado. Papá decía que Argos había pertenecido a la policía en otra vida porque era insólito como él solo.

***

Al cruzar la puerta de casa, me dejé caer en el sofá, sintiendo como si todo el peso del mundo se me cayera encima. Coloqué las piernas encima de los muslos de mi madre, que estaba mirando la televisión.

- ¿Ha ido bien? Has vuelto muy pronto –preguntó. Asentí sin mirarla.

- No era demasiado –mentí. No me gustaba, pero debía hacerlo. Volví a incorporarme, caminando hasta mi habitación donde me lavé las manos a conciencia. Después de estirarme en la cama, saqué el teléfono móvil para buscar la imagen. Mi corazón volvió a emprender una carrera desenfrenada al visualizarla y me llevé la mano al pecho, confusa.

Tenía una mala sensación. No me ocurría con frecuencia, pero cuando presenciaba que algo no iba bien, es que no iba bien. Entrecerré los ojos y fruncí los labios. Llegaría al fondo del asunto.


Costase lo que costase.  

2 comentarios:

  1. Vale, vamos a empezar por el principio...
    Como siempre, ya te he dicho el detalle que he visto, no he pillado nada más que eso. Lo demás todo perfecto ^^
    Bueno, ahora lo bueno y mi "serio" análisis lol... me he tenido que leer el anterior para situarme... ¿Hongbin de ángel? aksjhdgfhsgksfgksdj me has hecho mierda ahí xDDD me he imaginado la cara de él cuando ella le ha dicho "te quiero" ohh ohhh ohhhh ;---;
    Después ver como volvía a su vida normal y no recordaba nada, ni siquiera que fuera amiga de Leo y Ken :S que mal, cuando ha dicho lo de Ken y que no supiera ni quien era... uff
    Desgracias mil, pero eso de jugar con la mente a mí me mata lentamente, tengo cierto trauma con esas cosas. Sí, yo suelo hacerlo en mis fics también jajaja pero desde esta perspectiva me ahogo lol soy tan dramática ><
    Bueno, que se me ha resquebrajado un pelín el koroko y que quiero, no, exijo el siguiente capítulo jojojo
    Y ya, me dejo de flipar tanto xDDD

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  2. Holi~ Ahora sí que sí xd

    Personalmente me ha gustado más la primera parte que la segunda. Bueno, gustar puede sonar muy a masoca lol, pero he preferido el drama a lo desconocido.

    Hongbin... me mata. El pobre desgraciado no dejará de sufrir? xD Y se nota que a Leo también le dolía el dejar de ser recordado... él y ken llevan la vida con ella. Muy triste todo.

    Una línea roja? Una puerta a lo desconocido? Al más allá? xD

    Fan del perro :D Y fan de como escribís todos en general, envidia que me dais.

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