domingo, 18 de mayo de 2014

Hongbin - Capitulo 15

-¡Psss! –chistó Hyuk, en la oscuridad de la habitación-. ¡PSSS!

Exhalé una bocanada de aire, irritada. Me giré sobre el colchón y lo fulminé con la mirada.

-¿Qué quieres? –inquirí. El rubio bajó la cabeza, temeroso de que hablar en voz alta despertara a mi familia. Se llevó un dedo a los labios, indicándome que me callara.

-¿Cuándo nos vamos? –susurró. Puse los ojos en blanco y le lancé mi almohada. Él la esquivó sin dificultad, y eso que estaba tumbado.

-Llevas preguntándome lo mismo dos noches seguidas. Te dije que cuando Hongbin y Leo dejaran de sospechar.

Porque lo hacían. Cada día, Hongbin nos llevaba a la escuela y a la salida, Leo nos recogía. La matriculación de Hyuk era falsa –fruto de control mental genieril como yo lo llamaba-, pero necesitábamos que estuviese lo más cerca posible también. Solo él podía decirme dónde se encontraba mi amigo. Hyuk seguía contemplándome, expectante. El reloj mercaba las tres de la mañana, y calculé el tiempo que quedaba para amanecer.

-Arréglate. Nos vamos ahora. Solo comprobaremos dónde es la prisión, como está defendida y volveremos inmediatamente. Luego ya pensaremos en algo para entrar, más adelante.

-¿Estás segura? Quiero decir, que tu novio nos pille será… horrible –se estremeció. Sonreí, asintiendo. A mí no me haría nada, pero a él…

-No te preocupes, estará vigilando la puerta principal mientras Leo descansa. Hay una puerta trasera que lleva al patio, después una pendientes de tierra que acaba en el parque para niños y desde allí podremos coger la carretera.

Hyuk me observó largamente, algo que me incomodó un poco.

-¿Qué?

-Has estado pensando como escapar, ¿verdad? Y has controlado cada acción de los dos genios al detalle.

Hice una mueca.

-Que sean mi novio y mi amigo no significa que no sepa como burlarlos.

-Ouuuf… eso les dolería si lo escucharan –comentó.

-Sí, pero no lo harán –me quité el llamador de ángeles que resonó en la oscuridad y lo coloqué debajo de la almohada. Si quería que Hongbin no me detectara, tenía que dejarlo ahí para que pensara que seguía durmiendo. Aun así, sentí un vacío al quitármelo, como si me faltara algo…

Nos vestimos a oscuras, tardando el doble de lo previsto. No, la ausencia de luz no ayudaba. Una vez conseguido, quedaba la parte más difícil. Salir sin ser vistos.

-¿Cuál es el plan? –preguntó, detrás de mí mientras abría la puerta con cuidado.

-Primero, cerrar la boca. Tanto tú como yo. Sígueme y no hagas ruido –contesté, tajante. Me costó distinguir que asentía, conforme.

Bajamos las escaleras interiores poco a poco, peldaño a peldaño. ¿Para qué negarlo? Hyuk era mucho más silencioso que yo. Argos levantó las orejas desde el sofá pero no hizo ruido, salvo repiquetear con la cola el cuero de éste, contento. Con la puerta justo delante de nosotros, le indiqué que me adelantaba para abrirla. Tras unos cuantos forcejeos, me percaté de que estaba cerrada y busqué la llave en el sitio que suponía que mi madre la guardaba. ¡Bingo! La encontré en el cajón de la cubertería.

Cuando la abrí, el aire frío me azotó la cara y los brazos, haciéndome temblar. Con una señal, mi compañero se situó a mi lado. Le indiqué el recorrido en silencio y tras unos breves segundos nos lanzamos a la carrera. Bajamos la cuesta derrapando con los pies y cuando ésta se acabó subimos al tobogán de niños pequeños que se encontraba justo en medio de nuestro camino. La carretera estaba próxima y al llegar, seguimos corriendo hasta doblar unas cuantas manzanas. Me detuve para recuperar aire, con la mano apoyada en la pared. Hyuk no parecía cansado en absoluto y envidié su condición de Nefilim.

-Ya está, estamos a salvo –dijo. Si, a salvo… Habíamos salido de la zona segura hacía escasos segundos. Pese a que estaba contenta porque mis amigos no podrían decirme lo que debía hacer, me sentía completamente desprotegida. Tragué saliva y recobré la compostura.

-Vale, vamos. Ahora te sigo yo a ti.

-Es un poco lejos, espero que no te importe… Tu casa es bastante poco concéntrica.

Me encogí de hombros y empezamos a caminar. Perdí la cuenta de las horas que estuvimos dando vueltas, izquierda, derecha, ahora bajamos, ahora volvemos a subir… Hasta que las luces de la calle menguaron. Llegó un punto en que apenas se distinguían las paredes a tres metros.

-Qué oscuro está esto…

-Es la zona abandonada de la ciudad. Obviamente, si no está habitada, no vale la pena tener el lugar iluminado. Y es un sitio perfecto para esconder… esto –su dedo índice apuntó hacia adelante, donde un imponente edificio con ventanas rotas se alzaba en todo su esplendor. Había resquicios de luz que se colaban por la puerta trasera, y se apresuraron a acercarse sin precaución a la prisión abandonada.

-Bien, hay que buscar la dirección… -pero por más que mirábamos, ninguna indicación ni número marcaba las paredes de la calle.

-Creo que será mejor volver, Alice. No me gusta lo que estoy percibiendo… -gimió Hyuk, alejándose poco a poco. Un grito atronador y agónico rasgó la noche y caló en el interior de los dos. Ken. Ken estaba sufriendo. No había tiempo. Ambos nos miramos y Hyuk no reaccionó a tiempo para evitar que abriera la puerta y me colara en el interior. Me siguió pero para cuando logró atraparme ya era demasiado tarde. La salida estaba cerrada y no se abría. No teníamos ninguna posibilidad de salir de esta, todo por mi impulsividad.

-¿¡TE HAS VUELTO LOCA!? ¡Ahora estamos atrapados como alimañas! –me agarró de los hombros y comenzó a sacudirme frenéticamente, desquiciado de miedo.

-Cálmate, ¡cálmate! ¡Me haces daño! –chillé, intentando apartarme de él. Por fin me soltó, y me puse bien la ropa arrugada-. Hyuk, escucha, lo siento. Pero tengo que encontrar a Ken. Tú si quieres, puedes buscar una salida alternativa. No creo que todos los Nefilim sepan que desertaste, por lo que será un punto a nuestro favor. En cuanto salgas, corre a llamar a Hongbin y a Leo. Diles donde estamos.

-No puedo dejarte aquí, se lo prometí a…

-Sé que se lo dijiste a Ken, pero ahora estaré con él. Tienes que hacerlo, por favor… -supliqué. Hyuk vaciló, debatiéndose entre una opción u otra-. ¡VENGA! –lo empujé con todas mis fuerzas y reaccionó. Se alejó, de vez en cuando mirando hacia donde yo estaba hasta que desapareció. Cerré los ojos y respiré hondo. Solo tenía que recordar por donde había ido en el sueño, y daría con mi mejor amigo.

Una luz verde titilante era mi guía por los pasillos interminables. Reconocí diferentes puntos conforme avanzaba, hasta que todo se hizo nítido. Un tramo más, torcer a la derecha… y el gran pasillo de celdas se abrió ante mí. Por un lado recé para que estuviera allí, donde lo había dejado semanas antes. Y por el otro deseé que no estuviera, que se encontrara en otro lugar menos lúgubre. Pero el olor metálico de la sangre confirmó mis peores miedos. Me tapé la nariz, las náuseas me mareaban y mi cerebro me dijo que debería salir de ahí. Pero ya no pude pensarlo más. Sentí un fuerte golpe por la espalda que me tiró al suelo y me hizo ver las estrellas. Intenté arrastrarme fuera del alcance de la persona que me había atacado, mas fue en vano. Otro golpe en la boca del estómago me dejó sin respiración y mientras intentaba recuperarme, esa persona me cogió del cuello, obligándome a, sin descanso, caminar hacia la celda contigua. Forcejeé todo lo que pude, aunque era bastante indiscutible que la otra persona tenía más fuerza que yo.

Rodé sobre mi misma cuando me lanzó al interior, arañándome las rodillas y las palmas al querer frenar. Me giré para verle la cara a mi agresor. No era nadie que conociera, la verdad. Era calvo, con muchos pearcings, tatuajes y los ojos azul claro. Supuse que era un Nefilim. Sonreía lascivamente, como si me hubiese estado esperando.

-¡Cabrón…! –empecé. Luego preferí callarme y guardar todas las fuerzas para más adelante. Soltar berrinches como si fuera una niña pequeña no solucionaría nada-. Vale… a ver… pensemos.

Me presioné el puente de la nariz con los dedos. Una cosa viscosa se me había pegado en ellos, y cuando vi lo que era lancé una exclamación de horror. La sangre estaba por todo el suelo, y era reciente. Seguí con la mirada el reguero y al encontrarlo, me quedé blanca como el papel. Ken. Mi Ken. Mi pobre amigo estaba… bueno, no supe si estaba o…

-¡Jae Hwan! ¡Jae Hwan! –me lancé sobre él, los brazos por delante. No llevaba las cadenas que había visto en el sueño, pero advertí rozaduras profundas en sus muñecas. Apoyado como estaba en la pared, con la cabeza gacha, parecía más muerto que vivo. No sé cuándo había empezado a llorar, pero las lágrimas me empañaban la vista, exigiendo así un parpadeo continuo.

Tenía miedo de moverlo, así que coloqué la palma delante de su cara y me relajé solo un poco al sentir un aliento irregular manar de sus fosas nasales. Aun así, veía que estaba en las últimas y temí por su vida a cada minuto.

-Jae Hwan… despierta vamos… -supliqué. Ken se removió, como saliendo del sopor en el que estaba metido. Lentamente alzó la cabeza y reprimí un gemido aterrado cuando unos ojos fríos, vacíos y sin vida me devolvieron la mirada con indiferencia.

-Supongo que vuelve a ser un sueño… -murmuró. Sonrió (si a eso se le podía llamar sonrisa) y sacudió la cabeza-. Ya no lo repetiré más… siempre vuelves… no vale la pena decirte que te vayas…

-Aunque pudiera, no querría irme. No sin ti. Ken por favor, soy yo de verdad, he venido a buscarte…

-Eso es lo que dicen todas cuando vienen aquí.

Me enfadé. No sé por qué, pero me enfadé. El bofetón que le regalé resonó por todo el lugar. Por un momento, mi amigo se quedó paralizado y acto seguido, sus ojos me enfocaron al fin.

-¿A-A…h?

-¿Te parece esto suficientemente real? Porque puedo sacudirte una buena paliza para despertarte del todo, por si acaso. Espero no matarte demasiadas neuronas con ello.

-No… Alice… -gimoteó mi amigo-. ¿Qué has hecho? –era consciente de que no se refería a haberle pegado-. ¡No deberías estar aquí…! ¡Por Dios! ¡Me había sacrificado para que estuvieras a salvo!

-¿A salvo? ¿Crees que esa vida es estar “a salvo”? ¡Prisionera en casa de Hongbin, con vigilancia las veinticuatro horas del día, sin poder ir  a la escuela, ni ver a mis padres ni a mi perro, y temerosa de poder perderte por que tú te has ofrecido voluntario para ocupar un puesto que no te corresponde! ¡Eso NO es estar a salvo!

-Al menos estarías viva. Vosotros corréis peligro constante desde el primer momento en que nacéis. Sois tan débiles… ¿qué consideras tu que es estar a salvo?

-Estar a salvo es poder estar con mi familia y mis amigos sin necesidad de sobreprotección. No debiste dejar que te atraparan de esa manera. Había mejores formas.

-Si una cosa he aprendido de los humanos, aparte de que es efímera, es que los amigos de verdad están dispuestos incluso a dar su vida por los demás. ¿No es así como funciona vuestro mundo?

Me mordí el labio inferior con tanta fuerza que brotó sangre. Mi amigo resbaló hacia la derecha, sin energía, y yo lo sostuve en mi regazo. Era lo único que podía hacer. Tampoco dejaría que lo torturaran más.

-No debería ser así, Jae Hwan. Ahora saldremos de aquí. Hyuk va a llamar a Hongbin y a Leo y…

-¡NO! ¡SUELTAME BASTARDO! –se oyó gritar una voz conocida que me heló el alma. Lo habían pillado de pleno-. ¡Te he dicho que soy de los vuestros! ¡Solo quería dar un paseo! ¡SUELTAMEEEE PEDAZO DE…!

El mismo Nefilim que me había golpeado, ahora sostenía a SangHyuk en alto, mientras éste pataleaba furiosamente para deshacerse de su agarre, sin resultado. El chico rodó por el suelo de la celda que estaba delante de nosotros y al levantarse, siguió profiriendo una retahíla de insultos que no mencionaré. Golpeó y sacudió los barrotes con vehemencia hasta darse por vencido. Sus pupilas se encontraron con las mías, culpables.

-Lo siento Alice… lo siento… no he podido…

-No pasa nada. Sabía que no acabaría bien. Seguramente Hongbin y Leo nos estarán buscando. Nos van a encontrar.


Pero tenía mis dudas. El miedo amenazaba con apoderarse de mí. No sabía que fuerza sobrehumana evitaba que me derrumbara en ese mismo instante. ¿Qué iba a ser de nosotros?