Una cafetería...
rosa. Era completamente rosa, con algunos matices blancos. Por todos lados se
veían gatos, muchos gatos. Aún no me acostumbraba a la curiosa manera que
tenían los coreanos de “tomar algo”. Los gatos poseían collares que
diferenciaba los potencialmente peligrosos de los mansos y cariñosos. Cuando
entramos –quitándonos los zapatos y sustituyéndolos por unas chanclas de
plástico- nos acercamos a la recepción. Bueno, al menos yo. Leo había
encontrado un cordón atado a una bolita de cascabel y, agachado, se entretenía
jugando con un gato persa gris, que gustoso y enérgico intentaba agarrar la
bola. Cuando lo consiguió, en la boca de Leo se instauró una franca sonrisa que
expresaba cariño inmenso hacia los animales.
Por una parte, me
sentí celosa del trato que les tenía, y de la tan diferente manera que se
comportaba respecto a las otras personas. Reprimí ese absurdo sentimiento y
éste dejó paso a lo que realmente quería sentir. Una punzada de afecto al ver
como sonreía me recorrió y cuando además levantó la vista, los ojos llenos de
alegría, yo…
<<Dugún>>
Rompí contacto
visual cuando la recepcionista, una mujer mayor, llamó mi atención para saber
qué íbamos a tomar.
-Pat Bing soo
–respondí como una autómata. Tragué saliva y fui a sentarme en una de las mesas
que daban al mirador cerrado por las ventanas. Pronto, el vocal se sentó justo
delante, con el gato en brazos. Al final no seríamos solo dos, por lo visto.
-Realmente… eres
increíble –murmuré demasiado alto. Él fijó su mirada en mi, desconcertado y
enrojecí-. Tu afición por los animales es… asombrosamente dulce.
¿Debería
avergonzarme de lo que había dicho? Taek Woon abrió la boca, la cerró y la
volvió a abrir, aparentemente sin saber qué decir. Sus pupilas iban de
izquierda a derecha, nerviosas, hasta que las dejó en el gato que le acariciaba
la pierna.
-Los animales son
nobles –habló al fin-. Seres sin malicia, con una personalidad transparente. Eso
es lo que me gusta. Es lo que más admiro de ellos. Y también lo que más
envidio.
-¿Envidiar? –¿Qué
tenía que envidiar Leo de ellos?
El chico asintió.
-Me gustaría ser una
persona sincera. También poder expresarme y que la gente me entendiera sin
necesidad de palabras. Pero… supongo que no es demasiado posible.
-Eso no es verdad
–por supuesto que no lo era-. Mucha gente lo hace. Yo al menos, por mi parte
percibo muchas cosas que deseas que la gente entienda –otra vez, se me subieron
los colores-. No es que te observe… ni nada parecido… yo sólo…
-Lo sé –sus orbes
marrones parecían atravesarme de parte a parte. Me estremecí entera-. Puede que
seas la única que me comprende.
<<Dugún, Dugún>>
-N-n… -tartamudeé
como una idiota-. N-no es verdad… no creo ser la única…
-¿Comes?
Tardé un momento en
comprender lo que quería decir, el tiempo justo para enfocar la fuente de Pat
Bing soo entre nosotros. Di gracias a la señora por hacer acto de presencia en
el momento justo. Con la alargada cucharilla ataqué el postre y el frío hielo
de leche calmó mi elevada temperatura. No era recomendable la verdad, estábamos
entrando en otoño y empezaba a hacer fresco.
-Está delicioso
–dije, más para distraerme que para afirmar el hecho.
-Te encantan las
cosas dulces –indicó-. ¿Crees que podría sobornarte si compro cosas así?
Sonreí.
-Depende de para qué
–contesté enigmática. Nos acabamos el postre con rapidez, y nos levantamos con
la intención de acariciar gatos. Uno de
ellos se entusiasmó de tal forma que empezó a brincar detrás de Leo y nos
arrancó una risa, terminando por los suelos. Innegablemente mis carcajadas eran
más ruidosas que las de él, pero el simple hecho de verlo así, tan… libre…
Haría lo que fuera por seguir viendo esa faceta
suya.
***
Caminamos un buen
trecho antes de pararnos a descansar frente a una tienda de ropa. No entramos,
no teníamos intención de comprar nada. Solo… hablar. Y Leo tenía algo que
decirme.
-Alice… -me nombró-.
He leído tu expediente.
Me congelé, y no
tenía nada que ver con el crudo viento que se había levantado de un momento a
otro. ¡¿Que él había hecho que?! Me costó encontrar la voz, como si de pronto
se hubiera ido.
-¿Qué tu… tu has… mi
expediente…? –sentí flaquear mis tobillos y tuve que apoyarme en el cristal.
Ahora… lo conocía todo de mí.
-Fue un accidente
–se excusó-. No sabíamos que era. Y de una u otra forma, algo así se habría
descubierto en los medios. Hyuk y yo se lo entregamos al manager hyung y…
-¡¿Qué Hyuk y tu
que?! –grité. Temblaba entera, no podía encajar algo así-. ¡¿Quién os ha dado
derecho de meter las narices donde no os llaman?! ¡Podríais haberlo dejado en
cuanto supisteis que era mío!
Impasible pero
entristecido, Leo aguantaba en silencio todo lo que le largaba sin contestar.
-Cómo te atreves…
-Alice… lo siento.
Aquellas palabras
acabaron con la poca estabilidad que me quedaba. Las lágrimas inundaron mis
ojos y me doblé hacia delante, presa del desconsuelo. ¿Qué pensaría ahora de
mí? ¿Qué pensarían todos respecto a mi persona? Me sentía ridiculizada y…
débil. Una persona débil. Creo que Leo se asustó de mi reacción, por que miró
hacia todos lados buscando un banco donde sentarme. Me dirigió hacia uno y dejó
que me desahogara todo el tiempo que necesitase. Lo agradecí, por que comprendí
que no estaba enfadada con ellos… ni con él. Estaba avergonzada de que supieran
mi pasado.
-No sé como miraros
a la cara ahora –musité con voz ronca. La mano de Taek Woon se posó en mi
espalda y me removí, sofocada por su contacto.
-Alice, no es culpa
tuya. Tu no hiciste nada malo –aguanté su mirada. Una mirada comprensiva y
alentadora. Con ese chico, la expresión hierática era lo de menos. Yo podía ver
a través, sabía qué sentimiento tenía con solo un vistazo a su iris. ¿Por qué
era capaz? No lo entendía, pero era recíproco.
-Existir es algo de
lo que a veces me arrepiento.
-No digas eso
–objetó-. No vuelvas a decir algo así delante de mí. No te lo permito.
<<Dugún, Dugún, Dugún, Dugún…>>
Quedamos en
silencio, aunque yo oía el rápido latir de mi corazón bajo mi pecho y en las
sienes.
-Una cosa más
–anunció él-. Tu manager nos contó que debías ir a por tus cosas a la escuela.
Iré contigo la semana que viene.
Me pilló por
sorpresa, y realmente agradecí que se ofreciera. Sería un apoyo moral muy
importante para mí. Mientras fuera disfrazado…
-Vamos –dije,
levantándome-. Volvamos.
***
Cuando llegamos a la
compañía, ya había anochecido. Leo se despidió en la entrada y vi como se iba
con un ademán sereno en la cara. Me escabullí a la cocina pensando que no
habría nadie, pero mis suposiciones fueron erróneas.
-H-hola –saludé.
Ravi me correspondió el saludo con una mezcla de sorpresa y culpa. Fui a
sentarme en la mesa, esperando que el rapero acabase de registrar la nevera.
Los segundos se me hicieron horas, pues la tensión era palpable. Se sentó junto
a mí, y con la mano me indicó que cogiera uno de los dos yogures de fresa y
plátano que sostenía.
Una vez abierto, lo
comimos sin decir palabra. Pero…
-Oye… -empezó Ravi.
-Tengo un nombre
–corté, secamente.
-Eh… Alice –corrigió-.
Yo… lo siento ¿Vale? Me comporté como un lerdo.
-Tú lo has dicho.
-Solo es que… te
veía tan cercana a la gente que… -tomó aire y lo soltó-. Sentí envidia por tu
forma de ser. No pensé en tus sentimientos ni en tu… pasado.
Mierda. Otro que lo
había leído. Cerré los ojos momentáneamente para saber qué sería correcto
contestar.
-Mientras no se
vuelva a repetir… - apunté, y le golpeé el hombro con fuerza.
-¡Au! ¿Y eso a qué
venía? –se quejó, sobándose la parte afectada.
-A que eres idiota.
-Y tu una
quisquillosa, peluche.
-¿Peluche? ¡Eh, a mí
no me pongas motes! –vociferé.
-Calla, escandalosa.
-Al final te voy a
dar una buena –amenacé. El ambiente ahora era completamente respirable y
divertido.
-¡Vale, vale! Tú
ganas. Te veo capaz de partirme las piernas.
-Exagerado –me sacó
la lengua y se dirigió a la puerta.
-Hasta mañana, peluche
–dijo, y se fue.
-¡QUE NO ME LLAMES
PELUCHE!
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En realidad, lo del final ha sido mas de relleno que de otra cosa. Tenía que relajar un poco los feelings hahaha