Kyung Hee no vino al día
siguiente. Ni siquiera al otro. Así que la mañana del tercer día, cuando
amaneció, como siempre se encendieron las luces automáticas verdes, revelando
una escena bastante desoladora. Hye Rin yacía totalmente quieta contra la pared
entre las celdas de Ravi y Ken. Los brazos caían a cada lado de su cuerpo como
cuerdas flojas, y el pelo pelirrojo por delante de la cabeza agachada, sucio
por el paso de las interminables horas.
Apenas tenía fuerzas para
relamerse los deteriorados labios y sin embargo, apretaba con perseverancia la
varilla de metal con la mano izquierda hasta el punto de clavarse las uñas en
la palma. Mantenía los ojos cerrados para reservar energías, pese a que éstas
menguaban a cada minuto. Los chicos seguían tan bien como siempre. No era la
primera vez que los olvidaban y no les daban de comer, pero viendo como su
amiga iba perdiendo la vida poco a poco, se sentían a punto de desfallecer.
Hyuk no lograba derramar más lágrimas
y se había resignado a mirarla hasta que… bueno, hasta que pasara lo que
tuviera que pasar con la muchacha. ¿Qué podían hacer ellos estando encerrados
como viles ratas?
-Hye Rin… Rinnie… ¿estás
consciente? Contéstame por favor… -suplicó Ken. La chica asintió casi
imperceptiblemente y suspiró. ¿Es lo que buscaba Kyung Hee? ¿Extenuarla hasta
la muerte? ¿Ese era su castigo? ¿O simplemente quería que llegara un punto en
el que, cuando la rubia entrara, no supusiera ninguna amenaza? Pues… si ese era
su plan, se equivocaba al subestimarla.
Finalmente, la puerta se abrió.
Kyung Hee la contempló un instante, con una sonrisa maliciosa en la boca. Paseó
lejos de ella tarareando una melodía que no era conocida para nadie. Entonces
por fin habló.
-No te habías dado cuenta, ¿verdad?
–levantó un dedo. En el lugar señalado, una cámara apenas visible era descubierta
por primera vez. La luz roja que emitía daba a entender que estaba grabando lo
sucedido. La rubia negó, chistando tres veces-. Muy mal, Rinnie, muy mal… Siento no haber venido antes, pero tenía que
revisar las cintas grabadas. Ya sabes, la costumbre. Y no veas la sorpresa que
me he llevado de que mi familiar me engañara con tanto descaro. Se puede decir que
es la primera vez que alguien logra mentirme así. Mejor dicho, es la primera
vez que alguien a quien he confiado mi casa lo logra. Pero… no volverá a pasar
más.
“Me distraje, y ahora, debes
pagar por ello. ¿Rinnie? ¿Estás viva aún? ¡HA HA HA! –su risa se elevó en el
aire, escalofriante-. ¿De verdad te enamoraste de mi mascota? Qué ilusa, cariño…
Bueeeno… creo que seré buena contigo, ya que después de todo, no pudiste
liberarlos. En cuanto te mate a ti, los mataré a todos, empezando por tu
enamorado, ¿qué me dices? ¿Te gusta la idea de congregaros toooodos de nuevo?
¡Dímelo! –estando cerca, le propinó una patada en las costillas que tambaleó a
la pelirroja. Ésta tosió y se levantó.
Le temblaban las rodillas, pero
se ayudó de la mano de Ravi, que gentilmente la había sacado por si necesitaba
ayuda. No, ya no le gruñía. Ya no gritaba. Su mirada era del todo humana, e
incluso las marcas oscuras de su cuerpo empezaban a desaparecer.
El gesto no pasó desapercibido
para otra mujer, cuyo rostro devino rojo de la rabia.
-¿Por qué lo haces, Kyung Hee? –Susurró
Hye Rin, débilmente acercándose a ella-. ¿Qué te he hecho yo? ¿Qué te han hecho
estas personas? ¿Qué te ha hecho el mundo para que los odies tanto y guardes
tanto rencor?
-¿Que qué me han hecho? –volvió a
reírse. No fue agradable-. Todos me odian. Siempre me han odiado. Y por eso los
odio. Solo quiero que el mundo pague por el crimen de odiarme. Yo solo quería
ser aceptada pero... las brujas no están bien vistas en este mundo. Sucia
escoria terrenal... ¡Los odio a todos! ¡Y tú, miserable embustera, tú morirás
con la humanidad entera!
Entonces todo sucedió muy rápido.
Con un grito, Hye Rin se abalanzó contra la rubia, la varilla afilada por
delante. Kyung Hee reaccionó a tiempo, agarrándola de las muñecas y ambas
forcejearon por la sala. La pelirroja había estado reservando fuerzas llegado el
momento, y no obstante, no fue suficiente. Estaba demasiado endeble como para
seguir la pelea.
Y entonces, se decidió ganadora.
La bruja asestó un cabezazo a la débil
mujer, que se tambaleó hacia atrás. La varilla cambió de manos y Hye Rin soltó
un gemido de dolor cuando el filo puntiagudo la atravesó de parte a parte por
el estómago. El tiempo pareció congelarse. La pelirroja bajó la vista,
incrédula a lo que veía. Ajena a los gritos desgarradores de sus amigos siguió
viendo como la sangre escapaba de su cuerpo en goterones abundantes. Con la
visión borrosa se dio cuenta por fin de lo que pasaba: se estaba muriendo.
Cayó de rodillas y se quedó ahí,
impotente.
-Espero que hayas aprendido la
lección, cariño –siseó la otra, fríamente-. Y espero que te reúnas con tu padre
en el más allá. Si no te vas al infierno, por idiota. Ha sido divertido
mientras ha durado, ¿sabes? Ojalá pudieras vivir un poco más, pero… creo que no
será posible.
Miserable…, pensó Hye Rin. No supo de dónde sacó fuerzas, ni donde
estaban alojadas ni por qué no habían salido antes, pero lo cierto es que pudo
levantarse y empujar fieramente a su familiar contra la celda de Leo. Después,
se desplomó en el suelo y no se volvió a mover.
-Estúpida cría… -espetó la mujer,
mirándola con desprecio. Sin embargo, unos brazos la inmovilizaron y sintió la
mano derecha de Leo sobre su rostro. Kyung Hee, se sacudió como pez fuera del
agua, aterrorizada. La suave y peligrosa voz de Taekwoon fue lo último que
escuchó.
-Vete al infierno tú, bruja –le
partió el cuello sin miramientos y el cuerpo sin vida de Kyung Hee se dobló
hacia un lado. Amortiguadas, las palabras de Hongbin flotaron tétricas:
Criaturita, criaturita, ¿a dónde vas?
A la tela de araña directa caerás,
Si tienes miedo, ojitos cerrarás.
Tu cuello pronto de un hilo penderá
¡Y la criaturita, sufrir ya no sufrirá!
Ocurrió lo que todos habían
estado esperando. Volvieron a ser humanos en su totalidad. Los cristales
desaparecieron como por arte de magia. Las cuerdas que mordían la piel se
rompieron. Las verjas de metal reventaron. Y el muñeco Voodoo, que tanto mal
les había causado se incendió junto a la varilla alojada en el cuerpo de Hye
Rin, volatilizándose. En las paredes y el techo de la estancia empezaron a
aparecer unas muescas que cada vez se iban haciendo más grandes y profundas.
El poder de Kyung Hee mantenía el
lugar en perfecto estado pero, una vez muerta, estaba retornando a su forma
original.
-¡¡HYE RIN!!
Ken se lanzó a por la mujer, que
seguía inmóvil boca abajo. La giró con aflicción, el corazón roto. Quiso evitar
mirar la herida, sabiendo con lo que se toparía. Por el contrario, le palmeó
las mejillas hasta que parpadeó paulatinamente.
-¿Jae Hwan…?
-Estoy aquí, pequeña. Estoy aquí.
No te duermas aún –intentó levantarla, pero no pudo-. ¡Hakyeon, hay que
sacarla! ¡Esto se va a venir abajo!
-¡En mi espalda! ¡En mi espalda! –repetía
el nombrado, agachándose. Una vez fue subida, las siete personas salieron por
las escaleras que conducían al exterior, anhelantes de respirar libertad. Hasta
que… la última puerta se abrió y les recibió la luz.
***
Nunca pensé que volver a ver el sol hiciera tanto daño como en ese
momento. Cerré los ojos por inercia, y aún así podía distinguir los suaves
destellos amarillos a través de los párpados. El cálido viento azotó mis
mejillas, como dándome la bienvenida de nuevo. Qué agradable… casi había
olvidado lo que era el viento…
Entrecerré los ojos y observé los colores del
campo delante nuestro, el vaivén de las hojas de los árboles por la brisa, y sobre
todo, el sonido de los pájaros cantando. Quería gritar de júbilo. Me sentía
vivo, capaz de nuevo. Era libre, nadie me retendría jamás. Busqué la mirada de
mis compañeros, que al parecer, sentían lo mismo que yo.
Hyuk hizo lo que yo no había hecho. Chilló. Chilló de alegría
desbordante. No pude más que corearle, y continuar observándolos a todos. Pero de
pronto… la vi a ella. Me miró con una sonrisa cansada. Sus brazos dejaron de
rodear el cuello de Hakyeon, abandonando definitivamente. Leo la sujetó por
detrás de los hombros, estirándola en el césped marrón. Todos se reunieron
entorno a Hye Rin. Su piel estaba pálida, casi cadavérica. Y todo lo que me
había parecido gozoso, había perdido su color. Ya nada era bello, pues lo único
que realmente me importaba, estaba a punto de extinguirse.
***
Ken se agachó al lado de su enamorada,
sujetándole una de las extremidades. Estaba tan sumamente fría… Respiraba con
pesadez, esforzándose en no perder el ritmo.
-Kyung… Hee…
-Está muerta. No hará daño a
nadie nunca más –contestó. Taponó la herida con la mano, llenándose de sangre
que no cesaba en derramarse. Se iba poco a poco formando un charco tiñendo la hierba-.
Te vas a poner bien, Rinnie. Podemos llevarte a un hospital y…
-¿Jae Hwan…? –sollozó-. ¿Estás…
aquí…? ¿Puedo tocarte… puedo hacerlo…?
Le acarició la mejilla, y él rozó
la delicada palma con los labios mientras empezaba a llorar.
-Sí, pequeña… -se le quebró la
voz-. Ahora ya podemos estar juntos. Compraremos la casa que nos prometimos, en
medio del campo con chimenea y mantas, ¿recuerdas? Donde nadie nos molestará…
La pelirroja asintió, sonriente. Se
inclinó para besarla e incluso en aquella situación, a ambos les pareció el
mejor regalo de todos. No fue un beso pasional como tantos otros, sino que
estaba cargado de amor puro e inocente, de dulzura sin precedentes. Daba igual
quien los mirara, daba igual si a alguien le importaba. Solo existían ellos dos
en ese momento. Cuando se separaron, la chica susurró:
-Jae Hwan, te
quiero. Muchísimo.
Ken abrió la
boca pero de ella solo salió un leve gimoteo angustiado.
-Hye Rin… yo también
te quiero… te quiero demasiado…
Cuando buscó
sus ojos, no le devolvieron la mirada. Éstos contemplaban un punto fijo en el
horizonte, allí por donde el sol se alzaba en su máximo esplendor. Con las
manos temblando le tocó la cara y la llamó una y otra vez, mas no obtuvo
respuesta alguna. Hye Rin se había ido para siempre. Ken nunca supo si la
muchacha había sido consciente de sus últimas palabras, pero quiso pensar que sí,
porque de lo contrario, sería muy triste.
Duerme, pequeña… duerme hasta que nos
volvamos a encontrar…
***
Las brumas se disiparon por fin, y Hye Rin se encontró frente a una
casa demasiado familiar para ella. Cerca había un columpio que se mecía solo.
¿Qué hacía ella allí? Fue recordando y frunció el ceño, compungida. Estaba
muerta. Si, lo estaba. ¿Y entonces? ¿Qué tenía que hacer? Echaba tanto de menos
a Jae Hwan…
Una figura oscura fue solidificándose a cierta distancia. Otra cosa que
le resultaba familiar. Se acercó, dando primero un paso, y luego otro. Cuanto
más se acercaba, más lo reconocía. Su padre.
“Papá…”, habló, y le sorprendió su propia voz infantil. Era de nuevo
una niña de exactamente la misma edad en la que su padre falleció. Corrió a sus
brazos recibiendo el abrazo que había ansiado siempre de él. A pesar de estaba
contenta, recordó a su amado y bajó la cabeza. Su padre la miró, preocupado.
“Papá”, repitió, “¿Crees que he hecho bien, marchándome? Jae Hwan estará tan solo…”
Él negó y Hye Rin supo la respuesta a sus dudas.
“Estará bien. Tiene una vida que vivir. Será feliz, algún día no muy
lejano con alguien a quien ame más que a mí”.
Y los dos, padre e hija fuero a jugar al columpio, riendo radiantes por toda la eternidad.
Hasta que nos volvamos a
encontrar…
Noooooo ;-; es decir... :'(
ResponderEliminarNo sé qué decir, tengo una mezcla tremenda de sentimientos. Me ha encantado por una parte ya que los pobres ya tienen su deseada libertad pero tengo un nudo en el pecho por ella... oh por favor ;-; odio estos finales pero en cierto modo los amo, es que no sé cómo explicar mi estado en estos momentos...
Lo que tengo claro es que este fic me ha emocionado desde el principio y que sabía que algo así iba a pasar así que sí, soy masoquista a tope ><
Gracias por brindarnos esta historia, de verdad.
Sabes... he leído este capítulo con la canción de love letter. Entre eso y que hoy he dormido poco, estoy mega sensible y lloro ;____;
ResponderEliminarNo soy de lágrima fácil, pero de verdad que me ha gustado mucho.
Espero que se encuentren después... aunque él llegue a querer a alguien más que a ella. Muy bonito, si señora.
Y... no sé, que este fic me ha gustado mucho Andrea, de verdad. <3
De verdad lamento muchísimo comentar hasta ahora, la verdad me había costado bastante encontrar los capítulos y recién ayer pude encontrarlos. Sólo puedo decirte lo mucho que me ha gustado, pese a ser corto, lo amé. Habia partes en las que me daban ataques de ternura :3 Rinnie tan linda, y otros en los que me sentia tan triste. Me encanta como escribes, es el primer fanfic tuyo que leo pero me ha fascinado. Este capitulo en particular fueron tantas emociones, por un breve momento crei que si lo lograrian, que rinnie despertaria en algun hospital rodeada por los chicos, pero no :'( Fue un final tan inesperado y tan cortavenas, pero aun asi perfecto. Me encanto la parte cuando Leo mata a la rubia >_< siempre crei que llegado el momento, Ravi seria quien se encargaria de ella, o N.
ResponderEliminarCreo que es todo lo que tenia que decir, una vez más perdon por comentar hasta ahora u_U y decirte que amé este fanfic y que ya esta en mi lista de favoritos <3 Nunca dejes de escribir, lo haces de maravilla.
DDDDDD: No te preocupes mujer!!! no pasa nada por que no me hayas comentado, pero me alegro mucho de que lo hayas hecho!!! ^^ Yo también dejé colgado tus fics, y mira que tengo tu pagina en favoritos ;; pero gracias de nuevo!! Me ha encantado que te gustara!!! ^^
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