Su mano se
paseó suavemente por las blancas sabanas. La colcha, echada a un lado, caía
como si la dueña de estas fuera a volver en cualquier momento. Pero él sabía
perfectamente que no volvería. Los dedos llegaron hasta la almohada y se
metieron debajo, sacando con un tintineo el brillante llamador de ángeles. Sus
yemas acariciaron delicadamente el colgante, y seguidamente lo aprisionó en la
palma, temblando de rabia.
-Maldito bastardo Nefilim…
-masculló-. Sabía que no debíamos fiarnos de ti. ¿Dónde te la has llevado?
Hongbin no fue consciente de la desaparición
de Alice hasta la mañana siguiente. Había pasado la noche como siempre, en vela
delante de su casa, vigilándola por su seguridad. Y eso creía estar haciendo
hasta que subió a la habitación por la ventana para despertarla. Las dos
personas que se suponía que debían seguir durmiendo allí, se habían esfumado.
Leo, presintiendo que algo no iba
bien, se volatilizó en un abrir y cerrar de ojos en el mismo lugar que el
Djinn. Vio como el poder del genio del aire se desataba por la ira y no hizo
nada para contenerlo. Tan solo se dedicó a recoger el estropicio montado cuando
el otro chico se calmó. Todo en completo silencio. Ello no significaba que el
Marid no estuviera furioso, por supuesto que no. Pero su ira crecía por dentro,
como una semilla amarga que diera sus frutos como espinas.
-Hongbin –musitó en voz baja. Pese
a que antes que su compañero hubiese destruido la habitación había instalado
una capa insonorizada en ella. Los padres de Alice despertarían en cualquier
momento, y debían estar preparados para… modificarles la memoria-. En vez de
quedarte aquí desesperándote como un idiota, deberías empezar a buscarla.
-¿Cómo esperas que…?
-Piensa, Djinn –lo cortó-. ¿Cuantas
prisiones hay en el centro? Una funciona perfectamente, pero hay tres más
abandonadas que envuelven el corazón de la ciudad. Hay que buscar en ellas.
-No –negó-. Hay que arrasarlas.
-Estás pensando de forma
impulsiva. Recuerda que los chicos están dentro de una de ellas.
Hongbin lo miró, sus ojos se
habían tornado verdes como esmeraldas. Se colgó el llamador al cuello, metiéndolo
bajo la vaporosa camisa a cuadros.
***
-Deberías descansar.
-Cierra el pico, Marid.
-Si te mueres, no pienso enterrar
tu cadáver.
-Eres un exagerado –espetó el
Djinn quitándose el sudor de la frente. Escaló por las ruinas de la segunda
prisión abandonada. Hongbin lo había reducido todo a un montón de escombros
cuando el sol ya se iba escondiendo de nuevo. Eso inquietaba a los dos genios,
pues estaban un paso más lejos de encontrar a los chicos con… vida. El genio
del aire alejó esos pensamientos de su mente. Solo quedaba una prisión y no
cabía la menor duda de que allí se encontraban. Pero debía descansar un
momento, aunque solo fueran unos minutos. Estar metamorfoseado en humano tanto
tiempo había acabado por debilitarlo hasta límites insospechados. Aunque no
podía arriesgarse a cambiar de forma porque podría arrasar la ciudad entera sin
querer.
-Hongbin…
-Cállate de una vez –gruñó el
otro, respirando pesadamente-. Descansaré, pero solo un momento.
Leo se cruzó de brazos.
-No la matarán.
Hongbin parpadeó.
-¿Qué?
-He dicho que no acabarán con su
vida. Ella es la llave. La necesitan –explicó, leyendo los pensamientos de su
compañero.
-Sí, pero a los demás no.
-¿Ahora te interesan los demás?
Increíble –soltó Leo, burlón. Hongbin hizo una mueca.
-No soy de piedra, ¿sabes? Me
importa lo que a Alice le importe. Nada más –se levantó rápidamente y empezó a
flotar en el are-. Vamos. Estoy otra vez en forma.
El cielo se había cubierto por
nubes negras que amenazaban con desatar una gran tormenta. Fueron deprisa hasta
su destino y volvieron a poner los pies sobre la tierra cuando distinguieron el
edificio. Los dos muchachos otearon el paisaje que se les presentaba, en busca
de Nefilim que tuvieran la intención de detenerlos. Pero no había nadie. Ni un
alma.
-Esto tiene muy mala pinta –comentó
Leo. Hongbin no podía estar más de acuerdo. Levantó el brazo derecho para
disparar un gran torrente de aire contra los muros pero desgraciadamente, una
especie de barrera le devolvió el ataque, que no le afectó en absoluto.
-Quieren que entremos –anunció el
Djinn, peinándose el pelo hacia atrás- Peor para ellos. Destruiremos desde
dentro.
Abrió la puerta sin cuidado y se lanzó
al interior seguido muy de cerca por el otro genio. Como con el anterior grupo
de asustadizos chicos, la puerta se cerró. Ambos avanzaron por el estrecho
pasadizo, atentos a cualquier movimiento en falso.
-Eh –lo llamó Hongbin-.
Necesitamos luz aquí. No veo nada.
-¿Y a mí que me cuentas? Soy un
genio del agua, no un poste de luz.
-No me encuentro bien –dijo el
Djinn, sin hacer caso a la respuesta del otro. Se miró las manos-. Me siento
extraño.
Leo también sentía que su cuerpo
iba acumulando más calor. Intentó invocar un poco de agua, sin resultado
alguno.
-Mierda –exclamó. Las palabras de
Hyuna resonaron en sus mentes.
“Y os lo advierto: Vuestra magia no funcionará.”
-¡No puede ser…! –masculló Hongbin,
haciendo acopio de todas sus fuerzas para que sus poderes funcionasen, sin éxito.
-Estamos al descubierto –declaró
Leo, en tensión.
-Pues solo nos queda hacer una
cosa, ¿verdad? Avanzar y arremeter contra todo –sonrieron peligrosamente y se
pusieron en camino de nuevo.
***
Unos tacones familiares se oyeron
sobre el cemento y la rubia cabeza de Hyuna junto a todo su despampanante
cuerpo hizo acto de presencia. Lo peor es que no parecía sorprendida. Incluso
era como si… ya se lo hubiera estado esperando. Tenía una pose relajada, la
cadera ladeada y los brazos cruzados sobre el pecho. Una expresión desdeñosa le
ensombrecía el espectacular y bello rostro de la Efreet, que parecía no ser
afectado por la verdosa luz de la prisión.
-¿Por qué no me asombra vuestra
estupidez? –Me miró, y seguidamente miró a Hyuk-. A ti, te reservo para el
final. Mereces una muerte cruel y dolorosa, pequeño traidor.
Para mi sorpresa, Hyuk no había
mudado su expresión. Ni siquiera temblaba.
-Vigila con lo que dices, Efreet –contestó,
insolentemente-. La que muera dolorosamente podrías ser tú.
Hyuna entrecerró los ojos, con
rabia y de pronto Hyuk empezó a gritar, sacudido por violentos espasmos de
dolor que calaron en mí como miles de agujas.
-¡Quema! ¡Quema! ¡Apágalo! ¡PARA!
–gritaba el pobre chico dando vueltas sobre sí mismo con las manos sobre el
pecho.
-¡¿Qué le haces?! –Bramé, incapaz
de seguir mirando cómo le hacían daño-. ¡Detente! ¡Déjalo!
La genio se giró, con una ceja
levantada.
-Sólo estoy jugando con su mente…
¡Oh vamos, es divertido! Le he infundido calor… me daba la impresión de que
tenía un poco de frío… ¿Quieres un poco también? ¿O prefieres que sea tu amigo
mestizo el que lo experimente un rato? Seguro que la sensación le resulta
familiar…
No. Jae Hwan no. Pero no pude
hacer nada para evitarlo. Ken, pese a su mal estado, sacó fuerzas de su magullada
garganta para gritar lastimosamente. Aún con toda esa cantidad de sangre,
distinguí las lágrimas resbalar de las mejillas. Tenía que hacer algo para
detener aquella tortura, así que le cubrí la cabeza -que descansaba sobre mis
rodillas- con mi cuerpo en un intento por acallar sus lamentos.
Y entonces lo sentí.
Era tan intenso y tan agudo que
al principio las palabras no eran capaces de salir de mi boca. Pero luego
chillé, chillé con desesperación por que me estaba abrasando por dentro.
Comenzó por el estómago y se extendió por cada rincón de mi ser como un veneno.
El fuego recorría mis venas sin descanso y me inflamaba la carne. Por un
momento, pensé que moriría allí mismo. Estaba convencidísima que de un momento
a otro, acabaría por desmayarme y luego… nada. Pero no sucedía lo que esperaba,
pese a que en ese momento era lo que más quería. Quería morir para no tener que
sufrir de aquella manera tan inhumana. Y de golpe, cesó el dolor.
Tragué una gran cantidad de aire.
Tenía la boca seca, y un gusto a metal en ella que me hizo darme cuenta de que
me había mordido. La debilidad se hizo presa de mí. Me apoyé en la pared, tiritando.
-¿Qué quieres, bruja? –tartamudeé.
La tensión había provocado que mis músculos se contrajeran y no podía
controlarlos.
-Creo que eso ya lo sabes. Dame
la llave del infierno y me pensaré si dejaros marchar o podriros aquí abajo. Cuando
los demonios se hayan apoderado de este mundo tan lleno de seres inferiores, el
Infierno habrá triunfado.
-¿Por qué haces esto? –pregunté.
Era lo único que se me ocurría para ganar un poco de tiempo-. ¿Qué ganas si
pasa lo que dices que tiene que pasar?
-Mi venganza cumplida. Eso es lo
que realmente me importa. Venganza contra los ángeles y contra Dios, que tan injustamente
nos desterraron por no querer adorar a los humanos. No sois dignos de nosotros,
ni jamás lo seréis. Seres terrenales, vivís ignorantemente una vida corta y
efímera con la que nunca estáis contentos. Malgastáis, derrocháis, maltratáis, matáis,
destruís… todo por vuestro egoísmo de demostrar que sois la especie superior.
Algo que, obviamente, no sois. Os odio a todos… no merecéis existir. ¡Tú la
primera de vuestra estúpida raza!
Las llamas volvieron a abrasarme
las entrañas, no dejándome otra opción que seguir gritando y gritando hasta perder
la voz.
***
Alice estaba sufriendo. Sus alaridos
eran perfectamente escuchados por los dos genios, a los que el corazón les dio
un vuelco angustiado. Corrieron como alma que lleva el diablo hacia el sonido
de los gritos, temerosos de que fuera demasiado tarde para socorrer a sus
compañeros.
Vislumbraron un poco de claridad
tras los oscuros pasillos y tan pronto como la luz los iluminó, ambos fueron
proyectados contra los barrotes de las celdas, dejándolos sin aliento. Intentaron
levantarse, mas la fuerza de la Efreet los superaba en aquellas condiciones. Arrastrándolos,
la genio los condujo a las celdas de sus compañeros, Leo con Hyuk y Hongbin con
los restantes.
-¡¿Tú?! –exclamó Leo, receloso.
El Nefil, totalmente fuera de combate no tuvo fuerzas para contestarle.
Simplemente lo miró largamente, pidiendo perdón en silencio.
-¡Alice!
Hongbin abrazó a la ahora frágil
muchacha, y esta se dejó caer en su hombro.
-Ya tardabas en aparecer –le reprochó
ella-. Sácanos de aquí…
-No puedo –gimió el Djinn-. Aquí
hay algo que nos impide hacer cualquier cosa que queramos.
-Entonces… estamos acabados –suspiró
Alice, triste. “Al menos… moriré con él”,
se consoló.
-Bien, ya me he cansado de
respirar el maloliente olor del amor –interrumpió Hyuna. Haciendo otro
movimiento con las manos, separó a Hongbin de la chica. Unos grilletes lo
ataron a la pared. En cuanto se percató de lo que rozaba su piel, un aullido
salió de sus labios. Por mucho que se moviera, esos grilletes seguían
tocándolo, provocando que el genio sufriera.
-¡¿Qué le has hecho?! –exigió saber
Alice.
-Oh, lo siento –se disculpó la
Efreet falsamente-. Olvidaba que los Djinn son vulnerables a la plata manchada
de sangre de animal. Me he tomado la libertad de buscar la mejor sangre en tu
honor.
Hongbin no contestó. Su cara no
expresaba otra cosa que el sufrimiento que esas cadenas le provocaban. Alice
estaba derrotada. ¿Qué sería de ellos a partir de ahora?
¡Coño, que frustración! La zorrona esa no para de joder ¬¬ espero que el karma le dé de lleno después...
ResponderEliminarPero antes que puedan escapar y recuperarse, vaya con la de las llamas... lo que lo gusta a la pirómana esa xD Hyuk, su actitud me ha gustado, no sé, su frialdad y seguridad, me ha impactado. Sinceramente pensaba que al hacerle eso a Alice, esta saldría con algún super poder, no sé, mi imaginación jajaja pero no ha sido así, aunque no descarto que seguro sorprenda con algo así más adelante lol
El cambio de actitud de Leo también me ha gustado, ese tira y afloja con Hongbin torna divertido ^^ Hongbin se está dando cuenta que además de hacerlo por Alice, comienza a apreciar lo humano, por mucho que se excuse ehhh xDD
Y bueno... Ken, pobrecito mío :S no sé que decir :'c
Por lo demás, lo veo genial como siempre, has dicho que le ibas a dar un repaso y tal así que supongo que tú misma corregirás ^^
FLIPAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA.
ResponderEliminarBuuf, buff he de decir que este me ha gustado mil veces más que el otro xd. También esta frase me ha matado: "-Entonces… estamos acabados –suspiró Alice, triste." Solo pude pensar: Alice, muérete asquerosa, que es tu maldita culpa xD
Y pobre Hyuk, ni que fuera su culpa... Pero eso de cambiar a ser una persona "sin miedo", mola mola. Aunque sufra el pobrete. Y Binnie, porque sufre con sangre de animal? xd jaja cosa curiosa.
sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee <3 <3
ResponderEliminarunnie sigue pliss esta genial <3 :D
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