[1ª Persona]
Solía pensar que la vida era
algo complejo, llena de obstáculos insalvables que entorpecían la felicidad.
Siempre he visto la vida de esta forma. Mi vida nunca me dio nada realmente
bueno para decidirme a pensar lo contrario. Hubo, una vez, algo por lo que
pensé que valía la pena luchar. Pero ello se esfumó como el humo.
Siempre había gritos en
casa, siempre volaba algún tortazo desprevenido. Por eso, cuando la carta que
anunciaba mi ingreso a la Columbia University llegó a mis manos, no tardé ni
media hora en tener la maleta echa y salir por la puerta ante la atónita mirada
de mi padrastro y los gritos e insultos de mi madre. Que irónico que las mismas
personas que te empujaron a tener una vida, ahora quieran hacer todo lo posible
por retenerte.
Sin embargo, en cuanto crucé
la puerta de casa hacia el exterior, supe que mi vida había cambiado e iba a
cambiar… para bien, o para mal.
***
[3ª persona]
Llegó a la universidad
cuando estaba anocheciendo. Era invierno, y sus dientes castañetearon. Se había
olvidado de llevar más ropa encima. Lo bueno era vivir relativamente cerca. No
le hizo falta ni taxi, así ahorraba todo lo que pudiera, puesto que estaba
segura de que sus padres no iban a darle nada después de lo de aquella
madrugada. Entró con las dos maletas a rastras, cansada de acarrearlas de un
lado para otro.
Antes, se había parado a
admirar el paisaje. Aquel paisaje de césped perfectamente cortado, las pocas estatuas
de mármol blanco bien cuidadas y ésas limpias paredes del extraordinario edificio.
Se sintió pequeña ante su inmensidad, y se cuestionó si realmente merecía una
beca completa en aquella facultad que parecía tan lujosa. Sacudió la cabeza y
continuó su camino hacia recepción.
-Vengo por lo de la beca
–dijo, y le pareció que la voz que salía de su cuello no era suya. Se aclaró
sonoramente la garganta, carraspeando, y volvió a probar-. Soy Alexia Miller.
Seguramente debo estar…
La mujer ni siquiera la
miró. Estuvo a punto de repetirlo todo otra vez, cuando le tendió a la muchacha
un formulario de cuatro páginas.
-Rellénalo ahora. Estás en
la base de datos, pero se necesita que vuelvas a completar las hojas para consumar
tu inscripción.
Se quedó sin palabras y no
dijo nada. Fue hacia la mesita rodeada de butacas de piel y se sentó. Saco un
bolígrafo de la mochila y empezó a leer.
Nombre: Alexia
Apellido/s: Miller
Sexo: Femenino
País: Estados Unidos
Ciudad: Broadway
Fecha de nacimiento:
1994/01/08
Dirección personal: ******
Dirección electronica: *****@*****.com
Pero había una opción que no
estaba en la primera inscripción.
-Lenguage skills… -susurró.
Sabía lo que debía poner pero… ¿por qué dudaba?
Estaba tan ensimismada en lo
que debía contestar no se dio cuenta de que una persona se había sumado al
formulario. Alexia levantó la cabeza para advertir a un chico, que como ella, sacaba
un bolígrafo y rellenaba los campos en blanco. Tenía dos opciones: O se
arriesgaba a llevarse un mal modo de la secretaria, o directamente le
preguntaba a su compañero de mesa.
Suspiró. Tenía un pánico
absurdo a romper ese silencio instaurado. Pero si no lo hacía, no podría
ingresar en la universidad. Respiró hondo y carraspeó.
-Perdona… -murmuró, bajito.
El chico levantó la cabeza y Alexia abrió los ojos de par en par. A quien antes
había tomado por un americano normal y corriente resultó ser un joven asiático
de rasgos pronunciados. Las cejas de él se alzaron cuando lo llamó. Los ojos
cafés la miraban, interrogantes.
-¿Sí? –inquirió. Tampoco se
esperó que su voz fuera tan profunda. Sintió un escalofrío pero volvió al tema
que le interesaba.
-Verás… en “lenguage
skills”… hay que poner sólo todos los idiomas que uno sepa, o se puede añadir
también los que uno está aprendiendo?
El asiático se llevó una
mano a la barbilla, pensativo.
-Ni idea, también es mi
primera vez aquí –dijo, en conclusión-. Pero esto deberías preguntárselo a ella
–señaló con el dedo a la secretaria que seguía mirando no se qué en la
pantalla.
Se encogió aún más sobre sí
misma.
-Es que… me da miedo
–confesó, tímidamente. El chico soltó una carcajada y Alexia se ruborizó aún más.
-No tiene pinta de ser
demasiado… amigable –coincidió y se levantó-. Ahora mismo se lo pregunto yo.
-¿Qué? ¡No! ¡No! No importa,
yo… -¿qué podía decir? De todas formas, ya estaba delante de la mesa de la
mujer. Desvió la vista cuando ella la miró y no volvió a elevarla hasta que su
compañero regresó.
-¿Qué te ha dicho?
-Que pongas todo lo que
quieras. Nadie va a revisar si de verdad sabes los idiomas que escribas o no.
-Ah… -fue lo único que se le
ocurrió decir-. Gracias.
-No hay de qué –contestó. Lo
cierto es que tenía cierto acento en el inglés, y de vez en cuando vacilaba al
pronunciar una u otra palabra. Lo investigó con la mirada mientras éste seguía
con el formulario. ¿De donde sería? Entonces se vio sorprendida por los orbes
oscuros y fingió seguir con lo que estaba haciendo.
Lenguage Skills: Inglés,
español, francés, alemán, coreano.
Todo listo para entregar
después de un cuarto de hora. Se dejó caer en el respaldo y se masajeó la mano
con la que escribía para luego acudir a recepción y entregar el formulario con
una foto carné. Al momento sintió una presencia a su lado, y reparó que el
chico asiático estaba de pie junto a ella. La secretaria rebuscó en un cajón y
sacó un par de llaves con los números 28 y 29.
-Aquí tenéis la entrada a
vuestras habitaciones. Por suerte o por desgracia, compartiréis sala interior.
Ambos jóvenes parpadearon,
sin comprender.
-Piso segundo, puerta 56
–acabó la señora, y no habló más. Se miraron encogiéndose de hombros.
Caminaron en silencio
solamente roto por el continuo traqueteo de las maletas en sobre suelo.
-Así que… seremos “vecinos”,
por lo que parece –no era una pregunta, o al menos a Alexia no se lo pareció.
Ella asintió y lo miró.
-Aún no sé tu nombre
–indicó.
-Jaeseop – reveló- Kim
Jaeseop. ¿Y tú?
-Alexia Miller –y de pronto,
soltó una exclamación que sobresaltó al hombre-. Espera, ¡¿Jaeseop?!
AJ tragó saliva. A lo mejor…
¿lo había reconocido? No estaba en condiciones de tratar bien a una fan. No
cuando la falta de sueño había empezado a hacer mella en su cuerpo.
-Si. Ése es mi nombre –dijo,
cortante-. ¿Tienes algún pro…?
-¿Es un nombre coreano
verdad? –Preguntó, y dibujó su nombre en hangul en el aire-. Jae-Seop. Eres el
primer coreano que conozco –los ojos azules de Alexia brillaron de emoción-.
Hace una semana acabé el tercer y último curso de coreano en la escuela de
idiomas.
Jaeseop estaba atónito. Sus
alarmas, anteriormente disparadas se habían apagado con un alivio inmenso.
-¿De verdad? –se atrevió a
decir-. Entonces…
-Entonces podríamos hablar
en coreano cuando quieras –Alexia se sintió orgullosa de sí misma. AJ sintió la
necesidad de probar si decía la verdad. Su curiosidad era más fuerte que su
razonamiento en ese momento.
-Si sabes hablar coreano
–empezó él en su propio idioma- ¿Estás entendiendo lo que estoy diciendo,
verdad?
-Perfectamente –sonrió de
nuevo y finalmente llegaron a la puerta. No tenía nada de especial. Tenía un
panel al lado con números para entrar con un código en el caso de emergencia.
Pasaron la llave por el detector y accionaron el pomo. No se esperaban ver lo
que había dentro. Era una pequeña salita, con cuatro puertas interiores, dos a
cada lado. En el centro, una mesa de estudio, una estufa de metal y al fondo una
nevera mediana.
Ambos quedaron estáticos.
-Debe de ser una broma
–murmuró Alexia, rompiendo el silencio-. Esto es mucho lujo. ¿Todo es así? Creo
que se han equivocado conmigo, yo he pagado una habitación normal, no una VIP…
-No es una VIP. Es que todos
son así. Bueno, la mayoría –fue hacia una de las puertas y tocó. Al no haber
nadie, entró y al cabo de unos minutos volvió a salir sin la pesada maleta y la
mochila-. ¡Listo! Deberías dejar tus cosas. Y ya que somos vecinos… vamos a
llevarnos bien –le tendió la mano y Alexia se la estrechó. Al mirarse a los
ojos, supieron que deseaban ser amigos, pero ninguno se atrevió a decir nada.
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