- Arriba -dijo una voz seca-. Y sígueme.
Tardó unos segundos en identificar que era Minho. El
corredor se había dado la vuelta y Jane recogió su saco de mala gana. No había
amanecido aún. Tras dejar sus respectivas pertenencias en la Hacienda fueron
hacia otro pequeño edificio que tenía un aspecto mucho más maltrecho que los
demás.
Cuando Minho entró primero, la puerta dejó escapar un
profundo gemido que le provocó un escalofrío. Pero el joven no pareció
advertirlo. Se acercó a los armarios, abriéndolos y sacando de él un par de
camisetas; una de color azul pálido, prácticamente igual a la que el corredor
llevaba puesta, y otra canela. Quizá en mejores tiempos fuese blanca.
- Ropa de corredores -aclaró él, tendiéndole la
pieza-. Obligatoria.
Se vistió allí mismo, poniéndosela encima de la
camisa, dado que dudaba de que Minho le diese "intimidad". Después
miró a su compañero significativamente.
-Te va un poco grande -rebuscó entre la ropa, sin
extraer nada-. Es la más pequeña que tenemos, no hay más. Mm... Podrías hacer
algo...
Sin previo aviso empezó a remeterle la camiseta por
dentro del pantalón. Jane se atragantó con su propia saliva, el corazón se le
aceleró a un ritmo desenfrenado, martilleándole las costillas. Estaba por jurar
que sus latidos podrían ser escuchados por todo el recinto de un momento a
otro. Azorada, se apartó, brusca, soltándole un manotazo en las manos.
-Sé hacerlo por mí misma, gracias -masculló,
intentando sonar indiferente. Minho arqueó las cejas, sorprendido.
-Eh… Es la costumbre. No pretendía...
-¿Te estás quedando conmigo? Sabías exactamente lo que
hacías.
El corredor frunció el ceño.
-Pocas veces bromeo, y ésta no es una de ellas. Para
tu información, suelo ser famoso por mis ironías y sarcasmos.
-Vaya, eso explica muchas cosas, claro que sí -espetó.
Minho encajó la mandíbula y la contempló. Sus ojos ardían, furiosos.
-Te lo diré de otra forma. Chuck y los otros clarianos
también han pasado por la prueba de los corredores. No has sido la única
persona a la que he tenido que remeter la camiseta -sacó una especie de arnés
con tres hebillas y mochila incorporada-. No podrás evitar que te toque -hizo
tintinear lo que llevaba-. Así que cálmate y deja de comportarte como si
tuvieras ocho años. No voy a comerte.
La joven se rindió. No valía la pena ponerse nerviosa.
Minho pasó los arneses por su cabeza y fue apretando y cerrando hebillas,
siempre preguntándole si le hacía daño o si necesitaba que aflojara alguna
parte. Jane respondía negando. El chico se colocó detrás para cerrarle la
última hebilla, que se resistió bastante. Soltó un gruñido y el aliento le rozó
la nuca, estremeciéndola.
-¿Qué es eso? –inquirió, señalando algo blanco
amontonado en una de las estanterías. El chico siguió el dedo y abrió la boca
para decir algo, pero se lo pensó menor.
-Bueno, eso… es para los chicos –el tono de su voz
descendió en un susurro, como si le avergonzara decirlo-. Gallumbos.
-Ah.
No sabía qué decir, la conversación se tornaba
embarazosa por momentos. Leyéndole los pensamientos Minho se dirigió a la
puerta, apoyándose en el marco, aguardándola. Luego se dirigieron hacia la
cocina, donde recogieron unos bocatas que Fritanga les había preparado el día
anterior y anduvieron a la entrada. Los muros seguían cerrados pero bastó unos
segundos para que se abrieran, puntuales. El joven miró el reloj de su muñeca.
-Ni un minuto más ni un minuto menos, como siempre.
Vamos. Comienza tu primer día en el Laberinto.
Ella asintió. Justo cuando avanzaba hacia la
separación, una voz la detuvo. Era Chuck, despeinado y con los ojos medio
entornados por el sueño, que la llamaba por el nombre.
-Quería desearte suerte.
-Gracias. Es un detalle.
-Y… vuelve, ¿vale? –pidió.
Jane sonrió.
-Por supuesto.
Lo abrazó y se sintió mejor.
-¿Sabes? No eras solamente tú la que necesitaba un
abrazo. Como nadie me ha abrazado desde que tengo uso de memoria…
-Te entiendo y puede que todos aquí lo necesiten. Pero
no voy a ir abrazando a todo el mundo.
-Y menos al idiota de Gally.
-Y menos al idiota de Gally –repitió, burlona. De mala
gana, se despidió. El otro chico revisaba el interior de su bolsa, comprobando
que estuviese todo. En el instante en que Jane entró en su campo de visión,
cerró la cremallera y se levantó.
-Has acabado, supongo –dijo. La joven asintió-. Antes
de cruzar los muros, escúchame con atención: Pégate a mí. Y ni se te ocurra
irte a explorar por ahí, porque puede ser lo último que hagas en tu vida. Para
nada es un paseo turístico. Si ves un Lacerador… más vale que corras. No mires
atrás y olvídate de mí, yo haré lo mismo. No suelen salir de día, y puede que
ésta charla no sirva para nada, pero nunca se sabe.
Seguía teniendo curiosidad sobre el aspecto de los
Laceradores, esos bichos que inspiraban tanto temor. Aunque no sentía un miedo
atroz, debía ser precavida. Algo le decía que aquellas bestias eran muy
peligrosas.
-Vamos –ordenó, y echó a correr. Jane aceleró el paso
hasta posicionarse unos metros por detrás. Al pasar la entrada, el aire se
tornó más frío, más… inhumano. Mientras corrían observó las sucias paredes con
interés: de ellas colgaban frondosas lianas y enredaderas de aspecto tétrico.
Vadearon pasillos, algunos largos, otros cortos. Algunos eran tan anchos que se
podría pasar estirado mientras que otros, a duras penas cabía un cuerpo recto.
Jane ya estaba perdida, pero consideró que su compañero sabía lo que hacía.
Tras un par de horas corriendo sin parar y cuando la
chica pensó que no podría dar un paso más, Minho se detuvo al inicio de un
callejón sin salida. Dejó la mochila en el suelo y sólo entonces ella se
percató de que sostenía un trozo de papel en el que iba dibujando. Después, lo
guardó.
-¿Por qué paramos? –preguntó, nerviosa. Minho se cruzó
de brazos.
-Te advertí que el Laberinto era grande y que
tendríamos mucho tiempo para hablar.
Oh, no.
-Podríamos haber hablado en un sitio… no sé, menos
expuesto.
-¿Y arriesgarme a que salgas corriendo? No, gracias.
Además, me conozco este sitio de memoria. Estamos a salvo.
-¿Para qué llevas un papel si ya sabes cómo funciona
todo?
-No me cambies de tema.
Jane resopló.
-¿Y de qué quieres hablar? Si es por lo que te dije,
no voy a retractarme.
-Ni yo voy a intentar exculparme por algo que no he
dicho con mala intención.
-Claro, porque mentirme a alguien a la cara no es
“mala intención”.
El chico entrecerró los ojos.
-Si me hubieses escuchado desde el principio te darías
cuenta de lo sumamente estúpida que suenas. Dije que confiaba en tus
capacidades, en ti, y aún sigo creyendo lo mismo. De quien no me fío ni un pelo
es de Gally. Insistí a Alby en que no te pusiera con los constructores porque
Gally no es precisamente una mente brillante ni una buena persona. Y tú te has
montado mil paranoias como si todo el mundo estuviera en tu contra. Te
equivocas de parte a parte, pingaja.
Si Jane hubiese podido desaparecer, lo habría hecho en
menos de lo que dura un parpadeo. Ladeó la cabeza, confusa en cierto modo, pero
deseando que no viera el arrepentimiento que la corroía por dentro.
-¿No vas a decir nada? –inquirió el joven. Ella se
mordió el labio inferior.
-¿Qué… puedo decir?
-Di al menos que lo sientes.
-Lo siento.
-No eres sincera.
Jane respiró hondo y se armó de paciencia.
-Perdóname. Todo esto es una… clonc. Me siento fatal.
Hay algo en mí que no está bien, lo reconozco, quizá sea el estrés de estar en
un sitio desconocido sin saber por qué. Sois todos hombres y yo soy la única
chica. La verdad… es que os habéis portado muy bien conmigo, la gran mayoría.
No merecéis mi comportamiento.
Minho la contempló. Daba la impresión de que se
divertía, algo que la molestaba enormemente. Sus ojos rasgados y risueños,
lucían relajados.
-¿Ves como no es tan difícil expresar lo que sientes?
Deberías intentarlo con más frecuencia.
-Seguro que eres el rey de la expresividad y el
sentimiento –ironizó. Él recogió la mochila y se la cargó a la espalda.
-No –confesó-. Tengo el mismo problema que tú –se
miraron. Jane sintió que sin pretenderlo, Minho y ella habían acabado
acercándose un poco más el uno al otro. Cualquier pasado resentimiento o recelo
entre los dos, se había evaporado. El joven carraspeó, cohibido.
-Basta de tanta palabrería. Hay un Laberinto que
recorrer y poco tiempo que perder.
Con una leve sonrisa en sus rostros, volvieron a
ponerse en marcha. El corredor le explicó el funcionamiento del espacio. Cada
día era distinto, pues las paredes se movían de noche, cambiando la estructura.
Jane recordó los horribles chirridos antes de dormirse y ató cabos.
-Hacemos mapas, siempre, sin excepción. Corremos tan
rápido como podemos, memorizando, dibujando antes de que se cierren las puertas
al atardecer. Ése es nuestro trabajo.
-¿Para encontrar una salida?
-Exacto.
La agitación la inundó. Quería ser corredora, quería
ayudar a la gente a salir de allí. Haría cualquier cosa para conseguirlo.
-También será el mío.
-Wow, wow, wow… -levantó las manos en el aire-. No tan
rápido, verducha. Tienes buen fondo, las piernas largas y un cuerpo prácticamente
del diez, pero ello no te convertirá en lo que yo soy ni de broma.
-¿Entonces? ¿Tengo que esperar a probarme en lo demás?
-Tu inteligencia me sorprende.
-Idiota.
-No más que tú.
Volvieron a sonreír, animados. Minho habló otra vez.
-Cuando acabe el día, juzgaré si tienes madera para
esto. Aún quedan muchas horas, así que haz tu mayor esfuerzo y no me
decepciones.
Jane asintió. A mediodía pararon a comerse los bocatas
de Fritanga. El corredor le enseñó la importancia de racionar el agua, siendo
éste un bien escaso ahí fuera. Tras la pausa siguieron durante tres horas más.
-Recorres cada pasillo y lo memorizas bien. Cuando
tengas un mapa mental, lo apuntas en la hoja. No hay que ir haciendo líneas por
todos los cruces que te encuentras. No acabaríamos nunca.
-Entendido.
Minho miró el reloj.
-Es casi la hora. Tenemos que volver. ¿Una carrera?
Las comisuras de la chica se curvaron hacia arriba.
-Si te gano, no llores.
-Eso está por ver.
***
La carrera la ganó Minho. Era de esperar, pues el
corredor sabía por dónde ir. Jane recordaba vagamente los giros hechos, pero
más de una vez se había perdido en los pasillos hasta que la figura borrosa de
su compañero aparecía corriendo como una exhalación. Parecía como si la
estuviese guiando, sin perderla de vista. Cuando perdía el rumbo, Minho
aparecía de la nada con una sonrisa socarrona y desaparecía. Al final visualizó
las puertas, aliviada, hasta que vio al joven de pie entre ellas. Había
perdido.
-No llores, ¿vale? –se jactó. Jane entrecerró los
ojos, armándose de paciencia.
-Yo no lloro.
-Todo el mundo llora. Yo también.
-Cualquiera lo diría –se acercó a él y le apuntó con
el índice el ojo derecho-. Apuesto a que si te meto el dedo en el ojo, lloras
como un bebé.
El otro, mofándose, le cogió la mano con la suya
propia.
-¿Te has enfadado, pingaja?
-No.
El corredor desplazó el puño de la chica detrás de su
espalda, inmovilizándola y aproximándose a una distancia que de amistosa tenía
poca.
-¿Y si yo ahora decido romperte el brazo? ¿Entonces
llorarás? –su aliento silbó sobre los labios de ella que abrió los ojos de par
en par, sorprendida por la repentina cercanía. Minho pareció despertar de un
sueño y se percató de la situación en la que se encontraban, porque se apartó
como si le hubiesen dado un calambrazo. Por cuarta vez, se miraron, salvo que
era otro tipo de mirada, una mirada de desconocimiento mutuo. Ambos dieron
gracias a la llegada de Newt.
-Buenas tardes. ¿Qué estabais haciendo? Os he visto
llegar y quedaros quietos.
El corredor abrió y cerró la boca varias veces.
-Ah… estábamos…
-El mapa.
-¿Qué? –dijo Newt.
-Que… estábamos mirando el mapa. Me estaba enseñando a
trazar las líneas en movimiento para no… hacer de más con las prisas.
-Sí, eso –corroboró el asiático. Newt arqueó una ceja,
pero no dijo nada. Le hizo un gesto a Jane para que se fuera.
- Busca a Chuck, querrá verte viva. También te
convendría una ducha. Ya. Venga.
La chica asintió y se fue tras un breve vistazo a los
chicos. Minho y Newt se quedaron solos. En el momento en que el primero intentó
marcharse, el segundo lo paró.
-Espera –murmuró-. Nunca. Nunca se ha dado el caso de
que alguien tuviera que enseñar a alguien a dibujar un mapa recto en
movimiento, porque es imposible. Así que no asumas que me chupo el dedo. Si no
quieres decírmelo, perfecto, no insistiré. Pero odio que me mientan.
-Vete con tus lecciones a otra parte, cara fuco.
–espetó, cortante. El chico se alejó un par de pasos.
-De acuerdo. Haz lo que quieras –se dio la vuelta-.
Por cierto, ¿es corredora?
Minho rumió la respuesta unos segundos.
-Sí. Es corredora.
Venga, voy a por el comentario random y largo de siempre jajajaja
ResponderEliminarCoño, hormigueo repentino con lo de la camiseta asjkfhjsdgs que básica soy jajajaja pero... ufff yo no aguanto quieta ehhh >< "No voy a comerte" ehhh de la forma en la que lo piensas ¿no, bribón? JAJAJAJJJAA el final, cuando le dice "Gallumbos" JAJAJAJAJAJA es que me da ehhh ><
Leer Chuck y ;--------; bueno, me callo que meto la pata :S
Ohhh ohhhh sólo la ha llevado para hablar, es más rico él *^* por fin se llevan "bien", me encanta y ahora veo todo mucho más claro, los escenarios y demás. En serio me encanta, ye me he enganchado, esto es como el "game set" de Leo jajajajajajjajaja
El mapa, sí, el mapa JAJAAJAJAJAJA en serio, me encanta las excusas que se montan esos dos >< son adorables con todo lo duros que se hacen ver, que par de tontitos xDDDD Y ¡¡es corredoraaaaaa!! Wiiiii *^^^^^^*
Bueno ya que se me va lol
Ahhhhhh y se me olvidó decirte, ya me he visto la película *^* está guapa, sí sí, me ha gustado mucho :D
OMGOMG Me alegro que hayas visto la película! PERO les derapan muchísimo las neuronas y hay muchas cosas distintísimas al libro, te lo aseguro. Gally no muere así. No hay helicópteros. No hay NINGUN cilindro que guía, sino que todo está en los mapas (no te spoileo), Alby tampoco muere así. Y la Cura, ya viene desde el principio, sí que saben como "curarlos". Ale, esque me gusta mucho la peli, pero que me hayan desgraciado el libro... u_u OSTIA entonces sabes lo que le pasará a Chuck en el futuro ;;
EliminarMe encantan tus coments, te lo he dicho ya? :'D ♥ Cuando acabe mis trimestrales subiré el siguiente capitulo! ^^