Minho la esperaba delante de la
Hacienda, manteniendo la promesa. Jane, incapaz de encontrar algo que se
pareciera a unas duchas o a cualquier otra cosa que la hiciera sentirse limpia,
se cambió de ropa –que sorprendentemente era de su talla- y aspiró el leve
aroma a limpio que la impregnaba. Entre sus pertenencias había camisas blancas
a montones y cuatro o cinco pares de pantalones, tanto vaqueros como de
chándal. Se decidió por los primeros y calzó unas botas altas y duras.
Al asomarse por la puerta, descubrió
al chico sentado con la espalda pegada a la pared. Tenía los ojos cerrados y la
respiración acompasada, casi como si estuviese durmiendo. Jane se lo quedó
mirando un buen rato. ¿Qué debería hacer? Intuía que ser corredor no era tarea
fácil, por lo que Minho estaría agotado. Entonces el muchacho abrió un ojo
interrogante.
-¿Vas a quedarte mirándome todo
el día o empezamos con el paseo turístico?
La chica enrojeció. No había sido
su intención espiarle.
-P-perdona –tartamudeó-. Es que
no sabía si debía… yo creía que…
Calló mientras Minho se levantaba
y esbozaba una sonrisa traviesa.
-Sé lo que creías –dijo, dándose
la vuelta-. Sólo te estaba tomando el pelo.
Jane frunció el ceño y se cruzó
de brazos. Lo menos que deseaba en aquellos momentos era que se burlaran de
ella. Si Minho se había dado cuenta del cambio de actitud de la chica, no lo
demostró ni hizo alusión a ello. Caminaron en silencio un buen trecho hasta
detenerse delante de las puertas, que seguían cerradas. Como si hubiesen sido
detectados, éstas empezaron a abrirse acompañadas de un chirrido ensordecedor
que hizo que la muchacha diera un respingo hacia atrás, topándose con el pecho
de Minho.
Éste la agarró de los hombros
para mantenerla de pie, temiendo que pudiera caerse.
-Si vas a reaccionar así cada vez
que se abran o se cierren, voy a tener que vigilarte más de cerca –dijo. Su
aliento le erizó el bello de la nuca y se estremeció. Estaba demasiado cerca
para su gusto. Demasiado como para sentirse cómoda.
-Sigamos con la visita –murmuró,
apartándose.
-Me parece bien.
Minho le explicó que el Claro se
dividía en varias instalaciones: la Hacienda -lugar que conocía ya bastante
bien- era el sitio donde los Mediqueros trabajaban cuando los laceradores
picaban a los corredores o cuando cualquiera sufría algún que otro accidente
laboral. También era donde parte de los Clarianos dormía de noche. No todos lo
hacían al raso.
-Tu llevas mucho tiempo aquí,
¿no? –preguntó Jane-. ¿Por qué no duermes dentro?
El chico apretó los labios en
actitud pensativa.
-Buena pregunta –reconoció-.
Supongo que prefiero el aire libre. Ya sabes, ver las estrellas y preguntarme
si estaré vivo al día siguiente para lograr observarlas una vez más. –detectó
la triste mirada que le dedicó ella y sonrió-. Era otra broma. Estoy demasiado
bueno para morir ahí fuera.
La muchacha tuvo ganas de darse
cabezazos contra la pared.
-Soy consciente de que te conozco
poco –suspiró-. Pero empiezas a darme vergüenza ajena.
Minho soltó una risotada mientras
señalaba otro lugar.
-Vale, sigamos. Eso es la Casa de
la Sangre, a cargo de Winston. Es lo equivalente a una granja corriente, salvo
por que justo al lado tenemos el matadero.
El nombre tenía su lógica.
-Yo creía que todas las granjas
tenían.
-¿Ah sí? –El chico abrió los
ojos, interesado-. ¿Tienen? ¿Te acuerdas?
Le sorprendió gratamente la
curiosidad del corredor respecto al mundo exterior. Asintió, distraída.
-Más o menos… sé que hay granjas,
sé lo que hay en ellas pero todo está borroso, no lo sé.
Minho se mantuvo en silencio y
siguió caminando.
-Éstos son los Huertos. El
guardián de los recolectores es ese cara fuco que tienes ahí llamado…
-Zart. Recuérdame que te llene de
clonc la cena de ésta noche –comentó sin
quitar la vista de la tomatera. El Corredor sonrió, travieso-. ¿De niñera ésta
vez?
-Algo así. Yo diría más bien que
he conseguido vacaciones.
Zart chistó, burlón.
-Si tú lo dices…
Dejó la frase en el aire. Minho
se giró hacia Jane.
-No queda demasiado, vamos
–anunció-. Dentro del bosque noroeste tenemos los Muertos, donde enterramos…
los muertos, valga la redundancia. ¿Ves como no los liamos en los sacos de
dormir, verducha?
A Jane se le desencajó la
mandíbula.
-No sé si pensar que te falta un
tornillo o es que de veras crees que soy imbécil –espetó, con aspereza. Minho
le dedicó una mueca antipática a la que la muchacha le correspondió sacándole
la lengua. Estaba a punto de hablar de nuevo cuando otra persona se unió a la
conversación. Alguien a quien ninguno de los dos tenía ganas de ver.
-¿Qué hay Minho? –dijo Gally.
Entonces dirigió su vista a la chica hablándole de forma altiva-. Supongo que
disfrutas de tu paseo, ¿no, verducha? A partir de mañana las cosas serán
complicadas para ti.
-Algo me huele mal –criticó Jane,
ignorando al otro Clariano-. ¿No hueles a podrido por aquí?
El otro hizo lo imposible por no
reírse, sin conseguirlo. Las orejas de Gally se tornaron carmesíes, pero no
perdió la compostura.
-Cuidado con lo que dices,
pingaja. Mañana empezarás a demostrar lo que vales en los diferentes campos. Da
la casualidad de que tu primera parada será conmigo, así que te sugiero que me
trates con un poco más de respeto. Puede que lo que huela a podrido sea tu
cadáver enterrado en los Muertos.
Jane se puso blanca como el papel
y Minho paró de reír de golpe. Un aura siniestra lo rodeaba, substituyendo el
regodeo anterior.
-¿Eso era una amenaza? –siseó. El
constructor no contestó-. Gally, ¿acabas de amenazar a una Clariana? –puso
especial énfasis en la palabra.
-Sí, lo he hecho. Tiene que
empezar a respetar a sus mayores y más ahora que las reglas son lo único que
nos mantiene unidos.
-Oh, por favor…
-Cierra el fuco pico, Jane
–ordenó el joven asiático severamente. La muchacha se encogió, sorprendida-.
Pasando por alto una amenaza que gracias a tus queridas reglas no debería
cumplirse, ¿qué es eso de que se inicia en los constructores? Le dije a Newt
que dado que yo era su guía, lo haría en los corredores.
Gally se colocó las manos en las
caderas, cambiando el peso de pierna.
-No es lo que Alby dice.
Minho puso los ojos en blanco.
Era más que obvio que la situación lo irritaba de sobremanera.
-De acuerdo. Hablaré con él.
Jane tuvo que reanudar su marcha
en sentido contrario y dar varios pasos largos para igualar la velocidad de su
compañero. Aun siendo solo un poco más alto, tenía las piernas más largas.
-Espera –dijo-. ¿En los
Corredores? ¿Por qué en los Corredores y no en… los Huertos?
El joven se detuvo de nuevo,
haciéndola chocar contra su espalda.
-Es tradición que los guías
inicien a los verduchos en su especialidad. Normalmente deberías haber
trabajado en todos los ámbitos antes de entrar en los corredores, pero tú… -la
repasó una vez- tienes unas piernas de infarto.
Jane aspiró el aire de golpe y se
atragantó. Su corazón emprendió una carrera desenfrenada y clavó la vista en el
suelo, notando como se le coloreaban las mejillas. De nuevo. Esperó oír un “era
una broma” que no llegó. Como respuesta, la chica le aporreó la espalda
deseando que solo estuviera burlándose. Minho se cubrió teatralmente.
-¡Au! ¿A qué viene eso?
-Eres un… cara fuco –apuntó. No
se acostumbraba a las palabras clarianas, y esa en concreto le sonó extraña.
-Dicho por ti no parece un
insulto.
-Lo que tú digas –y añadió-
idiota.
De nuevo, se instauró otro
silencio un poco más corto.
-Verás, necesitamos más personal
entre nuestras filas. Nadie quiere convertirse en uno de nosotros. Digamos que
lo menos que les apetece es ser comida de laceradores. Normalmente solo suelen
salir por la noche cuando las puertas están cerradas, pero a veces…
-Se escapan de día –cortó Jane-.
Sí, Chuck me lo ha contado. ¿Cómo es que no entran al Claro si tienen
oportunidad?
Minho se encogió de hombros.
-Me imagino que no estarán
programados para eso.
-¿Programados? ¿No son animales?
-¿Animales? –Inquirió incrédulo-.
Si alguna vez te conviertes en corredora y si alguna vez tienes el placer de
toparte con un lacerador –y espero que no-, vuelve a preguntarme si esas cosas
pueden ser animales.
Jane tragó saliva ante el odio
que desprendía la voz de Minho. No podía ni imaginarse como serían aquellos
bichos, aunque tampoco tenía ganas de averiguarlo. Decidió cambiar de tema.
-¿Y ya está? ¿Éste es el Claro?
El chico parpadeó.
-¿Esperabas más? No te
desilusiones tan rápido. Lo realmente duro empezará mañana. Eso me recuerda…
-miró hacia la Hacienda-… que debo hablar con Alby.
-¿Por lo de ser corredora?
-Esa es una razón. La otra es que
si de verdad te inicias con los constructores, necesitarás a alguien más
contigo. No me fío un pelo de Gally.
-Ni yo, pero me temo que soy un
hueso duro de roer –dijo Jane, orgullosa. Sin embargo, Minho estaba serio.
-Esperemos que no te rompas el
cuello “accidentalmente” –comentó. Jane supo que no era una ironía ni pretendía
ser gracioso, por lo que no replicó.
-¿Tan peligroso es ese tío?
Minho caviló unos segundos.
-No demasiado, si sabes tratar
con él. Se aferra a las normas del Claro como a un hierro candente, y que hayas
aparecido tú rompiendo sus esquemas… lo ha alterado. Además de la humillación
sufrida antes. No te perdonará tan fácilmente.
-¡Él fue el que se daba aires de
grandeza, no yo! –Gritó, roja de rabia-. ¡Él es quien cree que soy débil! -No
iba a permitir que semejante individuo le hiciera la vida imposible. Y menos en
aquel lugar lleno de desconocidos. Minho colocó una mano en el hombro de la
muchacha y se lo apretó.
-Calma –susurró-. Gally es idiota
y huele a huevos podridos, pero Alby lo pondrá firme.
Jane arrugó la nariz, en un claro
gesto de desagrado. El corredor clavó sus ojos fijamente en los de ella.
-No hagas eso –dijo.
-¿Eh? ¿El qué? –inquirió,
desconcertada. Minho zarandeó la mano en el aire.
-Eso de la nariz –gruñó-. Es
raro.
¿A qué se refería exactamente? No
recordaba qué había hecho. El chico sacudió la cabeza.
-Olvídalo. Volveré pronto. Puedes
ir en busca de Chuck, si quieres. Estará preguntándose si todo va bien contigo
o si te hemos cortado en trocitos para la cena.
-Muy gracioso –dijo, con ironía.
Un pensamiento le cruzó por la mente y se mordió el labio, reflexionando sobre
ello. Abrió un poco la boca, hasta que se decidió a hablar-. Minho…
-¿Huh?
-¿Tú también crees que soy débil?
–Le pareció estúpido, sobretodo porque él la había defendido con arrojo el
Primer Día-. Quiero decir… si alguna vez lo has pensado.
El corredor arqueó las cejas.
-Ni se me había pasado por la
cabeza –declaró-. Nunca. Te lo prometo.
Una calidez empezó a extenderse
por el pecho de la muchacha, que suspiró. Podía contar con él al igual que con
Chuck y eso la animaba a superar su situación. Con fuerzas renovadas corrió en
busca de su pequeño amigo, estuviera donde estuviese.
Por fin te comento... con mi musiquita y tranquilamente da gusto leerte *^*
ResponderEliminarLo que me extraña es que nadie te haya comentado aún >:C me parece muy fuerte, así quedo yo mal cuando no puedo hacerlo al momento ¬¬ -se irrita...-
Bueno, el comentario "serio" (destacables comillas) que me pierdo xDDD
Uyyyyy el comienzo del "tira y afloja" entre Minho y Jane me va a gustar jojojo -joder, siempre tiro para el mismo lado >< -
Al explicar las partes del sitio ya me voy yo situando mucho mejor, te lo agradezco :D la verdad es que ya se va formando en mi mente el recinto donde andan ¿encerrados?
¿Tienen memoria selectiva del exterior? Es decir, ¿cada uno viene con conceptos diferentes de fuera? Eso me tienta a pensar algunas cosillas... y joder con el "Gallito" <--- un nombrecillo by Laura >< es que los ha acojonado tanto lol
Me da que la están subestimando... y cómo mi cabezota piensa demasiado, relaciono eso con que tiene algo especial que ni ella misma sabe, pero claro, esto ya es de mi cosecha jajaajjaa mi mente se va por los Cerros de Úbeda ><
Y ya está, sólo avísame cuando cuelgues el siguiente y tarde o temprano me tienes por aquí, siempre te voy a comentar y lo sabes ^^