Aburrido.
Todo era aburrido.
Las
clases se habían vuelto monótonas. Si antes habían sido pesadas,
ahora era como si... fuesen monocromas. No sabía por qué seguía
allí sentada, con el profesor de historia hablando de la guerra de
Secesión en voz neutra. Era obvio que tampoco le interesaba
demasiado explicar un tema a un puñado de alumnos poco interesados que solo
deseaban memorizar para vomitarlo el día del examen y olvidarse. Lo
compadecía; yo era igual. Cuando acabó, no me sentía mucho mejor.
Suspiré mientras recogía los libros de la mesa y los apilaba en el
pupitre. Una compañera de clase se acercó, suplicando que alguien
la ayudara con los apuntes.
-Toma
-se los alargué sin demasiado entusiasmo.
-Acabas
de salvarme de catear -dijo, abrazando mi libreta. Luego me
inspeccionó cuidadosamente y sin disimulo-. Oye, ¿estás bien? No
tienes buena cara.
Medité
la respuesta.
-Sí.
Es sólo que el profesor de gimnasia nos las hace pasar canutas. Aún
tengo el cuerpo entumecido.
Ella
me observó, extrañada.
-Pero,
Alice, no hemos tenido educación física desde principios de éste
año por la baja de paternidad del profesor -comentó.
Aquello
me tomó desprevenida.
-No
es posible -exclamé. ¿Cómo podía ser si yo recordaba las clases
con tanta claridad? Y además, ¿por qué dudaba de lo que yo misma
había vivido?
-¿Seguro
que estás bien? -la preocupación era palpable.
-Necesito
tomar el aire -me excusé, cargándome la mochila al hombro y
saliendo tan rápido como las piernas me permitieron. No fui al
exterior, sino que me desplacé al baño de las chicas. Solté la
bolsa bruscamente y me miré en el espejo. Era cierto, tenía aspecto
enfermizo. Cada día que pasaba parecía apagarme como una vela y no
entendía el por qué. Tenía una familia, un perro al que adoraba,
sacaba notas más que decentes y unos amigos que...
No.
No tenía amigos.
Por
alguna razón, pensar de esa forma me atormentaba. ¿Tanto deseaba
tener amigos? ¿Alguna vez había tenido? Volví a contemplarme en el
espejo bajo la parpadeante luz fosforescente. Reseguí con los dedos
las ojeras bajo mis ojos, mis labios secos y mi pelo sin brillo.
¿Dónde estaba la Alice coqueta y segura de sí misma, y quién era
la desconocida del reflejo?
***
Dos
meses después, se organizó una fiesta en la escuela. No sabía de
qué ni por qué, pero era consciente que no querían simplemente
pasarse toda la noche en el gimnasio bebiendo ponche sin alcohol.
Entre los alumnos corrió la voz de que tras el evento iríamos a una
discoteca llamada Gidon's
Disco.
El nombre me resultaba familiar, puede que hubiese pasado por delante
antes. Aún así, no me sentía con fuerzas para ir. Pese a mi
reticencia inicial, no podía evitar tener cierta curiosidad por el
local.
Aquella
noche me vestí decentemente y decidí llegarme allí. Me puse algo
tapado y a la vez insinuante para evitar el problema del DNI. Una vez
dentro, casi de forma automática me senté en la barra. Reseguí la
estancia cargada de gente con la vista, reparando en las personas más
apartadas, como si estuviese buscando a... alguien. Me centré en el
barman que servía, pidiéndole algo suave.
-Hola
preciosa. ¿Has venido sola? -preguntó un chico, sentándose a a mi
lado. Le eché un rápido vistazo y decidí que no me interesaba.
-Estoy
con alguien.
-Si
fuese verdad, no te habría visto entrar sola.
-Si
captaras la indirecta, verías que no tengo ninguna intención de
ligar contigo.
Casi
logré notar cómo el chico era herido en su orgullo. Se levantó y
se marchó, susurrando palabras que yo prefería no haber oído.
Alguien rió al otro lado de donde me encontraba y seguí esa
familiar risa. Un chico de pelo castaño sonreía, complacido. Su
perfecta dentadura blanca contrastaba con la oscuridad del local.
Podría reconocer ese rostro en cualquier lugar, en cualquier
parte... sin embargo, no sabía quién era.
-Sigues
tan cortante como siempre cuando te cortejan -habló. El corazón me
dio un vuelco y en mis labios se formó un nombre.
-Jae
Hwan.
Por
los ojos del joven cruzó una sombra de dolor, tan rápida que pensé
que no la había visto. Pronto se recompuso y esbozó una sonrisa
forzada.
-Me
temo que ese genio te subestimó -dijo-. Tu mente no es tan frágil
ni tan manipulable como pensábamos, Ali.
Ali...
Por
alguna razón, la nostalgia creció en mi interior. Hubo un tiempo en
que alguien solía llamarme así. Alguien como él.
-Sé
quien eres. O no, no lo sé -enterré la cabeza entre las manos-. Me
siento confundida.
-No
me extraña. Tienes un bloqueo en la mente que no te ha dejado dormir
desde lo de la prisión.
Algo
dentro se me revolvió ante la mención. Apreté el borde de la barra
hasta que los nudillos se me pusieron blancos, aturdida.
-¿Qué
prisión? ¿Qué me pasa? Últimamente lo que recuerdo y la realidad
no se corresponden. Necesito respuestas.
Jae
Hwan asintió, le dio un ligero trago a su bebida -¿agua?- y se
cruzó de brazos.
-Las
tendrás. No soy capaz de dejarte como estás, sin saber la verdad.
En realidad se supone que no debería hacerlo. Esos dos me matarán
en cuanto te devuelva los recuerdos.
-¿Devolverme...
qué? ¿Quiénes son “esos dos”?
El
chico se puso en pie.
-Acompáñame
fuera.
Obedientemente,
lo seguí. Si hubiese sido otra persona, lo mas seguro es que me
sintiese indefensa y atemorizada de salir por ahí con un tío que no
conocía. Pero por alguna misteriosa razón estaba tranquila. Jae
Hwan se volvió hacia mí en el callejón sin salida al que
accedimos.
-Tu
subconsciente sabrá que no soy humano pese a lo que tu mente diga.
También puede ser que, como ahora, ni siquiera parezcas alterada por
ese hecho -clavó los orbes oscuros en los míos y noté que
cambiaban de color, a un rojo intenso. Di un paso hacia atrás. Al
momento, regresaron a su tono original.
-Es...
esto... ¿debería gritar, verdad?
-En
absoluto. No es la primera vez que me ves. Soy tu mejor amigo, de
toda la vida -prosiguió. Un cierto tono de melancolía le cubrió la
voz y las siguientes palabras sonaron ahogadas-. Si supieras... lo
triste que me pone la situación... No obstante, lo que yo sienta
ahora mismo no es importante. Voy a retornarte a la memoria tres
rostros más. Si te abriese la mente ahora mismo, morirías en el
acto, así que lo haremos poco a poco.
Estiró
el brazo y me tocó la sien con la punta de los dedos.
Instantáneamente tres caras aparecieron frente a mí, familiares y
preciadas. A la vez, un dolor de cabeza me obligó a cerrar los ojos
y a cortar el contacto.
-Ellos...
ellos son... -jadeé.
-También
son amigos tuyos. Alice, quiero que hagas una cosa ésta noche: mira
esos rostros y piensa. Fuérzate a recordar. Dos de ellos decidieron
borrarte los recuerdos sin consultarme. Quieren que seas ignorante,
porque así creen que estarás fuera de peligro. Lo que no entienden
es que el destino te alcanzará tarde o temprano y si lo hace, tu no
sabrás a qué atenerte ni como responder. No puedo permitir eso,
pese a estar en parte de acuerdo a sus voluntades.
-¿Esa
es la razón por la que quieres que recuerde? ¿Para lograr
enfrentarme a lo que sea que se me viene encima?
Jae
Hwan meditó unos segundos.
-Por
eso y por algo más -admitió. No esperé que la aflicción me
dominara tan rápido cuando dijo lo siguiente-. Es por Hongbin. Se le
escapa la vida. Alice, se muere. Se está muriendo mientras hablamos.
Sentí
un enorme vacío.
-¿Porqué?
¿Ha sucedido algo grave? ¿De qué se...?
-De
pena. Hongbin te echa de menos aunque no lo diga. Sufre más que
nadie tu amnesia -miró el reloj que tenía en la muñeca-. Es tarde
y ya he hablado de más por hoy. Volveré mañana por la noche a ver
los resultados y te introduciré más recuerdos.
-No
-se abalanzó contra el chico, agarrándolo por el hombro-. No... por
favor. Ahora. Te lo suplico. Necesito.. recordar más. Necesito saber
quién sois. Necesito saber de él. Por favor, Ken.
El
nombrado abrió los ojos como platos un instante. Luego los cerró y
al volverlos a abrir la chica creyó ver lágrimas surcándole los
bordes. Se mordió el labio, inseguro.
-Si
lo hago corres el riesgo de acabar mal, Alice. Te puedo dañar las
conexiones intercerebrales de forma permanente sin posibilidad de
recuperación.
-No
me importa.
-A
mi sí -la apartó-. Morir es lo último que te deseo. Ya has sufrido
bastante. Y Hongbin...
-Precisamente
por él quiero que lo hagas -me temblaba el labio inferior. La
angustia seguía oprimiéndome el pecho-. No hace falta que lo
recuerde todo. Sólo a Hongbin y... a lo referente a él.
Ken
frunció el ceño y curvó las comisuras hacia arriba.
-Incluso
después de perder tu memoria, sigues unida a él, ¿no es cierto?
Intensifiqué
mi agarre, apremiante. El joven alzó la cabeza a la densa oscuridad
del cielo.
-He
tenido una idea. No podrás recuperarlos todos de golpe pero servirá
-me llevó de la mano a algún sitio entre las calles-. Vamos a casa.
Hace semanas que no viene nadie. Ni Hongbin ni Leo. Ni siquiera Hyuk
me ha devuelto las llamadas -ante mi mirada de desconcierto sacudió
la cabeza-. Ya los recordarás.
Quince
minutos más tarde, nos encontrábamos en un piso relativamente
pequeño, en penumbra. Ken encendió las luces, revelando un salón
poco amueblado y frío. Me encogí, envolviéndome con los brazos.
-Encenderé
la calefacción. En mi condición, soy incapaz de apreciar los
cambios de temperatura humanos. Siento ser tan insensible.
-No
importa.
Lo
dije como si fuese algo normal y Ken me miró, sorprendido. Me encogí
de hombros y procedí a examinar el lugar. Algo en el piso me tenía
intrigada y sobretodo, entristecida. Observé espacioso sofá en un
extremo y crucé el comedor hasta el otro lado de la casa, a la
habitación del fondo, después, reparé en la cama. Mis dedos se
deslizaron sobre la colcha, resiguiendo las líneas de las costuras.
Unos golpes en la puerta me sacaron de mi ensoñación.
-Te
he traído un vaso de agua -dijo. Lo agradecí, tenía la boca más
seca que la corteza de los árboles.
-Gracias.
Se
instauró un silencio.
-¿Te
recuerda a algo? La cama, digo.
Sin
saber porqué, me ruboricé.
-Sí
y no. Sé que han pasado cosas ahí, pero... no creo que sean “esa”
clase de cosas.
-Yo
tampoco lo creo. Ésta habitación... ésta casa ha visto mucho dolor
y también mucho amor -sonrió de verdad-. Me siento afortunado de
haber vivido aquí.
Y
yo también,
quise decir, mas entendía que mi condición no era la mas propicia.
No mientras tuviese una extensa laguna en la mente.
-Ken
-hablé-. Empecemos.
Él
asintió.
-Siéntate
-me ordenó. Jae Hwan se sentó a mi lado-. Dame una mano. Ahora
relájate completamente. Vacía la mente, no pienses en nada. No te
será muy difícil.
-Eh
-zarandeé los brazos-. ¿Qué has querido decir con eso?
El
muchacho soltó una risita.
-Me
estoy quedando contigo -volvió a su sera expresión-. Preciso que lo
hagas cuando antes. Te sumiré en un trance e intentaré conectar los
puntos de tu memoria que han sido cortados. Si lo hiciese mientras
estás despierta, el suplicio no se compararía al pequeño dolor de
cabeza que has tenido con solo tres imágenes.
Tragué
saliva.
-Vale.
Estoy preparada.
-No.
No lo estás. Tu lo has pedido y yo te lo concedo -su voz tomó un
matiz amargo y carraspeó, arrepentido-. Perdóname. Yo no soy así.
Es solo que... lo que pasó... Te guardo un poco de resentimiento por
ello.
-¿Es
que... he hecho algo malo?
-Digamos
que... hiciste lo que no debías en el momento menos oportuno y ahora
estás en ésta situación. Todos lo estamos. Quizá en realidad sí
que hiciste lo que había que hacer y no tengo motivos para odiarte.
Quién sabe.
-Lo
siento.
-Es
igual -dijo, negando-. Cierra los ojos.
Obedecí.
Respiró hondo y se tensó. El suelo bajo nuestros pies desapareció
y me vi sumergida en un mar de oscuridad.
***
Me
sumí en una especie de trance. O al menos, eso creía. El color
negro lo llenaba todo y me encontré a mi misma vagando por el enorme
vacío. Uno, dos, tres minutos. Estaba desesperándome esperando algo
que no sabía si vendría. Decidí sentarme, pero no encontraba el
suelo. Simplemente... flotaba.
¿En
qué piensas?
Me
puse alerta.
-¿Ken?
¿Eres tu?
Si.
Algo así. ¿Te lo estás pasando bien?
Entrecerré
los ojos.
-Tú
antes no te comportabas de forma sarcástica.
Una
risa retumbó en la inmensa negrura.
Ya
empiezas a recordar.
-¿Recordar?
¡Ah! -me presioné a rememorar mi vida pasada, sin embargo no
lograba sacar mas que fragmentos. Ken lo notó.
Tranquilízate.
Estás en un nivel de tu mente que ni yo mismo puedo ver.
-¿Eso
debe dejarme más tranquila?
A
veces olvido que solo tienes diecisiete años. Te lo esclareceré lo
mejor que pueda: Imagina un reino. Los reinos poseen jerarquías y
distintas clases sociales, ¿verdad? Bien. Ahora mismo te encuentras
en los aposentos de tu castillo con las puertas y ventanas cerradas;
han tirado la llave de la habitación a un campo de maíz. Tus
vasallos y tu pueblo han desaparecido al completo. Yo soy el
encargado de hacer reaparecer cada torre, cada monasterio o casa del
feudo. Entretanto, tú no puedes ver esa recuperación. En otras
palabras, cuando encuentre la llave en el nivel más bajo de tu
consciencia, conseguiré conectarte al resto de neuronas.
-Brillante
explicación. Simple pero entendible.
Si
te has perdido en algún punto, te lo puedo volver a explicar en un
cuento ilustrado.
-No,
gracias -advertí una sonrisa de su parte. Claro está, podía
sentirlo,
mas
que
verlo-.
¿Cuánto tardarás? Hace media hora que doy vueltas y estoy
aburrida.
¿Bromeas?
Llevas aproximadamente una semana dormida.
-¡¿QUÉ?!
-prorrumpí, preocupada-. ¡Imposible!
¿Porqué
crees que las noches pasan como un suspiro? Duermes y ¡puf! Un par
de minutos y ya es de día.
-Pero...
pero... ¡Hongbin! -exclamé-. ¡No hay tiempo! ¡Sácame de aquí!
Cálmate.
Está vivo, por ahora.
-¡No!
¡No es eso! ¡Necesito...!
Sé
lo que quieres, pero si te arranco del sueño tal como estás,
podrías quedar incapacitada parcial o totalmente. El cerebro es un
órgano complejo y a la vez, delicado cual pluma.
Sentí
ganas de llorar.
-¿Qué
falta por reconstruir?
Estoy
vagando a través de los campos, para que me entiendas. Busco la
llave.
Me
abstuve a replicar. Jae Hwan se estaba esforzando muchísimo, y ello
seguramente le supondría una dura travesía y graves consecuencias.
Quizá si fuese un ángel o un demonio completo, no le costaría nada
reconstruirme. Puede que, entonces, ni siquiera fuésemos amigos.
-Ken...
-no recibí contestación-. ¿Algún día conseguirás perdonarme?
Bingo.
Una
luz se abrió camino en la oscuridad y me vi envuelta en ella,
cálida, amable, reparadora. Un remolino me estiró hacia arriba y
fue como si emergiera de una piscina.
***
Inflé
los pulmones de aire. Parecía haber pasado una eternidad desde la
última vez que lo hice. Se formaron varios puntos negros alrededor
de mi visión, que fueron desapareciendo en segundos. Intenté
incorporarme, pero un mareo se apoderó de mí y recliné la cabeza
en la almohada.
Una
semana y cinco días.
La
voz de mi amigo me asaltó en la cabeza. Ladeé el rostro para verlo
tumbado, inmóvil, los ojos abiertos y expectantes.
-¿Ken?
¿Porqué estás...? -comprendí en seguida-. ¿No puedes moverte?
Chica
lista. He usado tanto mis habilidades que he entrado en modo
parálisis.
-¿Igual
que te ocurrió en la celda?
Casi.
Si no te importa, ¿podrías rascarme la nariz? Me pica desde ayer.
Contuve
una risa y lo ayudé. Le retiré un pelo rebelde de la frente,
sonriendo.
-No
sé cómo agradecerte lo que has hecho, ni cómo voy a pagártelo.
Ya
ha sido suficiente. Has aprendido la lección, espero. El mundo
elemental es demasiado grande para ti, Alice. No obstante, ya es
demasiado tarde para querer apartarte de todo, ni soy nadie para
decir que no estés con Hongbin o que te alejes de nosotros.
-¡OH!
-casi se me saltó el corazón por la boca al evocar la cara al
Djinn-. ¡M-me arrebató los recuerdos sin... sin mi permiso!
Mis
dientes rechinaron. Al margen del amor que por el profesaba, no podía
evitar sentirme traicionada. Por mucho que me quisiera bien...
No
lo pagues con él -me
aconsejó Jae Hwan, leyéndome el pensamiento-. Casi
mueres en sus brazos. La situación le perseguirá incluso en sus
peores pesadillas, el resto de su vida. Y créeme. Una eternidad es
suficiente tortura y castigo para perdonarlo.
Me
mordí una uña.
-Ya
veremos -estaba siendo cruel, pero no ignoraba que jamás me habían
incluido en ninguno de sus planes contra la Efreet enteramente,
consideraron dejar a su suerte a uno de mis mejores amigos y, para
colmo me encerraron cual rata de laboratorio.
He
contactado vía telepática con Leo. Le he explicado la situación y
aunque voy a llevarme unas zurras de su parte, lo he convencido.
Mañana a mediodía se reunirá con Hongbin en el parque que hay
cerca de tu escuela a fin de trazar un plan contra la última genio.
Ha accedido a entretenerlo hasta que llegues tú. Ahora que es libre,
le será imposible detectarte si no estás a menos de cinco metros.
-¿Qué
pasará contigo? -quise saber. Ken tardó un poco en responder.
Mañana
me recuperaré y me reuniré con Leo por la noche en un lugar que
solo conocemos nosotros dos. Hay mucho que hablar.
Asentí.
-Voy
a comprar algo de comer. Supongo que tendréis la nevera vacía como
siempre.
Me
levanté.
¿Alice?
-¿Sí?
Me
pica el pie.
He tenido que leer los dos últimos para pillar el tren de por donde lo habías dejado...
ResponderEliminar¡Lo sabía! Sabía que iba a recordar al menos a Ken... toda una vida siendo amigos como que era imposible no sentir hasta cierta cercanía hacia él. Me ha encantado esa conexión con Hongbin, al momento de mencionarlo Jaehwan ella lo ha "sentido". El toque de humor que ha añadido Ken me ha encantado, el final... JAJAJAJAJAJAJA
En cuanto a la escritura, por supuesto, has mejorado abismalmente. Fluidez a tope, palabras bastantes curiosas y cotidianas que te hacen entrar en la historia naturalmente... vamos, que me ha fascinado el capítulo y la espera ha valido la pena. Ya estoy al día con tus historias y el hueco que he hecho para leerte no ha sido desperdiciado *^* ahora me largo a escribir... hasta otraaaa
He tenido que volver a escribir la respuesta por que se me ha borrado by the face.
EliminarA ver, lo que iba a decir es que no suelo escribir respuestas, no porque no quiera, sino por que no sé que escribir y que transmita lo que siento al leerlos. Me alegro de haber mejorado para bien, es un gran paso para mí y un gran orgullo -y satisfacción- JAJAJAJAJA OCNO.
Aún disto mucho de ser una buena escritora, siquiera una decentilla. Me faltan muchísimas cosas y gracias a ti y a la gente que me comenta, me ayudáis con vuestros consejos y recomendaciones a mejorarme.
Sinceramente, gracias de corazón ♥♥♥♥♥