El
viento azotó las hojas de los árboles. Eran hojas caoba, tirando a
un verde sucio y se movían con fiereza amenazando con desprenderse y
abandonar al roble que las había visto crecer. El fin del otoño,
una estación hermosa y fresca que decidía marcharse para dejar paso
a la crueldad del invierno, al frío glacial que poco a poco se
apoderaba de los corazones de los ciudadanos sin éstos darse cuenta.
Para Hongbin, sin embargo, el invierno hacía meses que se había
alojado en su pecho y se negaba a abandonarlo. Tampoco es que el
chico estuviese haciendo nada para desprenderse del gélido aliento
de la muerte que constantemente parecía cernirse sobre él. Se diría
que incluso, la abrazaba.
El
genio sonrió tristemente al rugoso tronco. Se le hacía afligido,
como si estuviese a punto de ponerse a llorar a causa de aquellas
desalmadas hojas que lo abandonaban. Por una vez, se sintió
identificado con el árbol. Había dejado atrás algo de vital
importancia, a alguien que había significado todo un mundo para él
y que por su culpa ya no estaba. Entre los humanos, su sentimiento de
pérdida se hubiese solucionado con un buen trago de whisky o
saliendo a la caza de nuevas bellezas que, más tarde, acompañarían
su lecho hasta la mañana siguiente donde se despedirían y jamás
sabrían nada el uno del otro.
Pero cuando has vivido desde el inicio
de los tiempos y has encontrado a una persona que complementa el
vacío de la eternidad -al menos, durante unos años- y de pronto te
la arrebatan de un suspiro, no hay lugar siquiera para el vacío.
No. Lo
que queda es algo peor, mucho peor.
No
tuvo que girarse a comprobar que Leo se había materializado detrás
de él. Tanto habían menguado sus fuerzas que la energía del Marid
se le antojaba salvaje, dura, sobrenatural.
Su simple presencia le resultaba dolorosa.
-¿Has
tenido suerte? -inquirió. Leo negó.
-Aparece
y desaparece una y otra vez. Es imposible seguirle una pista fija
-calló unos segundos-. Estamos dando palos de ciego, Hongbin.
El
Djinn suspiró.
-Juega
con nosotros, está esperando a que... -se detuvo-. No importa.
El
otro genio sabía la respuesta elidida. Avanzó hacia él y,
obligándolo a mirarle, le apartó el cuello de la camisa. Arrugó el
ceño.
-No
llegarás a un nuevo día, lo presiento. No me gusta ésta situación
-dijo, entre dientes-. No me gusta la forma en que te estás
autodestruyendo y no me gusta el rumbo de nuestro futuro. Si caes,
caemos todos. Eso incluye a Alice.
Hongbin
golpeó la mano del hombre con sequedad. Lo miró a los ojos unos
instantes y Leo se vio absorbido en la densa pena oculta en sus
pupilas. Sin duda alguna, el genio del aire había tomado su propia
decisión.
-Ken
y tu cuidaréis de ella. Ya no soy necesario en ningún sitio. Soy
sólo un fantasma de mi propio pasado, un vestigio de un ángel
incapaz de amar a los humanos. Una aberración entre los tres planos.
Leo
se apartó. Su mirada se endureció en la más letal expresión.
-Tienes
razón en una sola cosa. Jae Hwan y yo hemos velado por ella durante
más de diecisiete años y no ha habido incidentes. Empezaron a
suceder cuando llegaste tú. Pero era algo que tarde o temprano debía
ocurrir, porque así estaba predestinado. Igual que ella estaba
predestinada a amarte a ti -si el rencor cubría sus palabras,
Hongbin era incapaz de reconocerlo-. Admito que fui yo quien te
recomendó borrarle la memoria y ahora el arrepentimiento me
reconcome el alma. Si es que tengo alguna, claro. Ahora pagamos las
consecuencias de nuestras acciones.
El
Djinn ladeó la cabeza y se encogió de hombros.
-Olvidado.
Leo
resopló.
-¿Vas
a seguir así hasta apagarte? ¿Dónde están la aciaga y mordaz
contestación propia de ti?
-Murió
-respondió Hongbin, alzando la voz-. Murió en la celda. Murió
cuando Abel hizo restallar su látigo contra ella. Murió en el
preciso instante en que la dejé sobre la cama, a sabiendas de que al
día siguiente los recuerdos que compartíamos se evaporarían. Es mi
castigo, Taek woon. Merece ser feliz.
-Yo
a eso lo llamo egoísmo.
-Y
yo, amor.
-¿Amor?
Interponerse entre una persona que amas y una pistola sí es amor.
Irse al otro barrio por voluntad propia sabiendo que existen mejores
opciones es caer excesivamente bajo.
-Haz
lo que quieras.
Leo
acarició la idea de molerlo a palos, sin embargo, se lo pensó
mejor. No era de su naturaleza agitarse de aquél modo. Además, no
le correspondía a él ejecutar tal acto.
-Ya
lo he hecho -le dio la espalda-. Lo siento Hongbin. Ésto no puede
continuar así. Jae Hwan y yo hemos tenido que tomar medidas.
El
otro se irguió, alarmado.
-No
hablarás en serio.
El
Marid dejó escapar un sonido parecido a una risa y se esfumó en
el aire, revelando la silueta de la persona que más ganas tenía de
ver, y a su vez, la que menos.
***
La
sorpresa que vi en sus ojos duró unos segundos antes de
transformarse en un gesto de repulsión que le desfiguró el bello
rostro.
-¿Qué
haces aquí? -espetó con aborrecimiento.
Arrugué
los labios, sintiéndome rechazada. El abismo se abría gradualmente
entre nuestros pies, tan profundo y distante que me oprimió el
corazón.
-He
venido a enfrentarme a la realidad. A la que nos pertenece a ambos.
Hongbin
soltó una carcajada, como si riera algo carente de gracia pero
debiera hacerlo en compromiso.
-Yo ya
no pertenezco a tu vida, y tú no debes inmiscuirte en mis asuntos.
Vuelve por donde has venido.
Reducí
el espacio que me separaba de él, levanté la mano y le sacudí un
bofetón que resonó varias veces antes de extinguirse.
-Eres
un idiota jodidamente grande –procuré que mi voz no se viera
impregnada de emociones y fue en vano-. ¡Idiota mas que idiota! ¡No
te limitaste a borrarme solamente los recuerdos sobre Hyuna y la
cárcel, sino que me obligaste a olvidarme de ti y de mis amigos!
¡Egoísta! Creíste que no volvería a recobrar mis recuerdos,
¿verdad? ¡Pues estabas totalmente equivocado!
Tras
la estupefacción de mi golpe, vino la cólera. Hongbin infló la
nariz, en aire amenazador. Me agarró la mano cuando intenté
golpearlo de nuevo y me estampó sin miramientos contra el árbol más
cercano. El viento empezó a agitarse y las cosas giraron a nuestro
alrededor. Una tormenta en el cielo estaba a punto de desatarse.
-TÚ
eres la menos indicada para tirarme algo en cara, Alice. Mientras
dormías plácidamente sin recuerdos, yo no podía cerrar los ojos
porque en mis sueños solo estabas tú, gritando de dolor en aquella
celda oscura, intentando protegerme de algo que te venía demasiado
grande. Te lo dije entonces y te lo vuelvo a repetir. ¿Nunca has
pensado en mis sentimientos? Siempre he intentado complacerte y
ponerte fuera de peligro. ¡Diablos! ¡Si me lo pidieras, me
arrodillaría ante ti y te juraría una eternidad de servidumbre!
-¿Fuera
de peligro? ¿Encerrarme sin poder salir se considera dejar a alguien
“fuera de peligro”? ¡Estaba agobiada!
-¡Te
comportaste como una cría de trece años! ¿Pensabas que podrías
controlar todo esto? ¡Te equivocabas de parte a parte! ¿Qué
hubiera pasado si Ken no hubiese sacado su as de la manga? ¿Cómo
crees que habría reaccionado ante tu muerte? ¡Casi te desvaneces
ante mis ojos!
-Estás
exagerando…
-Oh,
claro. Exagero. Eso es lo que más odio de los humanos. Olvidaba que
para vosotros amar a alguien no siempre significa un para siempre. En
cambio, los seres como yo escogemos minuciosamente a nuestra pareja,
porque sabemos lo que es estar en compañía de alguien hasta el fin
de los tiempos -dejó caer los brazos, derrotado-. Yo te amaba tanto…
cuando te vi caer, pensé que me volvía loco.
“Te
amaba”
-¿Me
“amabas”? –dije, con un hilo de voz. Todo el enfado fue
disolviéndose como la espuma. Las palabras retumbaban en mi oídos,
haciendo eco-. Hongbin, mírame… por favor…
Él
levantó la vista solo un par de segundos, los suficientes como para
poder verle los ojos cristalinos.
-Hongbin
–repetí su nombre-, no es verdad que durmiera bien. Destellos de lo
que había olvidado aparecían por la noche y brincaba de la cama de
madrugada por que escuchaba unos alaridos que solo estaban en mi
mente. Y al final de cada sueño veía tus ojos en un entramado verde
y castaño, atormentados. Sentía que estaba olvidando algo
importante… muy importante… Y después de ver a Ken, algo hizo
“clic” en mi interior. Me ayudó a recordar. Temías que pudiera
trastornarme, ¿verdad? Al final ha sido peor el remedio que la
enfermedad. Estoy bien, pese a saber…
-Ha
sido mi error permanecer cerca de ti.
-No,
no lo ha sido. Incluso si jamás hubieses aparecido de nuevo, mi
mente se habría quemado intentando recordar. Y finalmente, lo haría.
Solo era cuestión de tiempo. Te quiero demasiado para olvidarte.
El
genio se alejó un paso. Las cosas habían dejado de volar. Parecía
a punto de romperse por dentro.
-Eh
–avancé un paso lo suficientemente largo como para estar a punto
de rozarle los labios con mi nariz-. No me hagas esto. No digas
“amar” en tiempo pasado. Puedo soportar cualquier clase de dolor,
pero que te vayas… no estoy tan segura.
El
Djinn se mordió el labio inferior con tanta fuerza que pensé que se
haría sangre. Lo cogí de las manos y se las apreté, buscando una
respuesta. Él no me devolvió el apretón, pero tampoco se deshizo
de ellas.
-Aléjate
de mí –tartamudeó-. Las personas a mi alrededor mueren. Mi
maldición acabará alcanzándote…
-Hongbin
-contesté-. ¿Estoy viva, verdad? Hemos sobrevivido juntos. Quítate
ya eso de la cabeza. ¡Deja de torturarte! Las cosas pasan por que
tienen que pasar. No es tu culpa y nunca lo será.
Por
fin me miró. Y cuando lo hizo, creí ver al genio que tanto amaba de
nuevo, siendo él mismo. Su mano se desplazó hasta mi mejilla,
acariciándola. Se estremeció de forma imperceptible.
-Deseaba
tanto tocarte de nuevo...
-Yo
también. Ansiaba recordarte más que a nadie. Ken me explicó que
estabas muriendo. Pero te veo... bastante bien.
Hongbin
puso una mueca.
-Los
genios no podemos morir físicamente. Es imposible a menos que lo
haga otro genio o alguien con un poder similar. Y aún así, es casi
utópico.
-¿Entonces...?
-Podemos
provocarnos una muerte psicológica. Es mucho más dolorosa e
insoportable que una muerte física. Nos sumimos en nuestro propio
dolor y lo convertimos en una especie de veneno. Nuestras funciones
vitales colapsan, el poder que albergamos se seca. Nos cuarteamos de
dentro hacia fuera. Al final, el más leve roce nos rompe en pedazos
-se retiró el cuello de la camisa dejando al descubierto la
clavícula y ahogué un grito de horror. Una fina línea negra se
extendía desde la base del cuello hasta perderse bajo los botones y creaba formas de ramas de árbol invertidas-. Yo ya me encontraba en la
última fase.
-Dios
mío -me separé a trompicones, asustada de la posibilidad de
dañarlo-. Dios mío, Hongbin. ¿Qué he hecho?
-Alice...
-¡No
te acerques! -le grité al verlo aproximarse-. Es culpa mía. Si no
hubiese sido tan inconsciente... ¡Tu estarías bien! -las lágrimas
descendieron sobre mis mejillas, consciente de lo que había
provocado-. Sí, ¡es culpa mía! ¡Siempre he hecho lo que me daba
la gana, y ahora tú...!
-Alice,
cálmate -fue tan rápido que ni siquiera lo vi venir. Al momento,
sus brazos me rodeaban y sentí su aliento en mi oreja. Me dejó los
pelos de punta-. Cuando dije “el mas leve roce” no me refería a
un roce físico. Ya te lo he explicado. No puedo morir a menos que yo
lo decida. Lo que puede matarme es un roce elemental, el poder mágico
de otro genio. Y tu no tienes ningún poder -incrementó su presión
entorno a mi cuerpo y resopló-. Por Dios, devuélveme el abrazo
antes de que me vuelva loco.
Alcé
las manos temblorosas y las dispuse en sus costados. Su piel
transmitía calor a través de la fina camisa vaporosa. No era un
calor al que estaba acostumbrada sino que lo notaba más... humano.
Una especie de ardor febril.
-¿Y
tus poderes? Hace nada estabas volando cosas...
-Ha
sido lo que vosotros llamáis un “Auto-reflejo” de mi enfado. Me
has cabreado muchísimo. Si hubiese estado en plenas facultades, la
ciudad habría quedado arrasada.
Temblé.
Tal era el poder de los genios que estando débil e indefenso aún
podía levantar incluso un contenedor de basura.
-Recuérdame
que no vuelva a hacerte enfurecer.
No me
hizo falta verlo para saber que sonreía. Aspiró mi pelo, haciéndome
cosquillas. Mi corazón empezó a acelerarse, tomando consciencia de
la cercanía de nuestros cuerpos y él lo notó.
-¿Nerviosa?
-inquirió alzando una ceja. Tuve la tentación de negarlo pero
finalmente asentí.
-Eres
perverso.
-No
soy yo quien está pensando en cosas obscenas.
-¡Yo
no estoy pensando así! -balbuceé. Las palabras fueron pronunciadas
para considerarse ciertas, pero me sonaron falsas-. Tu presencia...
me hace sentir extraña. Es como si fuera a perder el control o algo
por el estilo.
-Deberías
hacer caso a tus instintos -me susurró, un murmullo apenas audible
que era solo para mí-. Vamos a casa y lo hablamos con tranquilidad.
Un
leve tirón y nos teletransportamos al comedor del familiar piso.
Miré a un lado y al otro, confundida. El color de la estancia iba
apagándose con el atardecer, y un brillo especial enteló los ojos
de mi genio. Esos hermosos iris marrones me contemplaban, adorándome,
y era recíproco. Entreabrió un poco los labios antes de inclinarse
y unirlos a los míos en extrema dulzura y cariño. Tanto... tanto
tiempo...
Se
separó cuando me faltó el aliento.
-Ahora
soy yo quien desea.
-¿Y
qué deseas? -pregunté. Qué tontería planteármelo. Hongbin me
acarició la mandíbula y siguió bajando. Tres botones de mi
chaqueta saltaron sin avisar.
-Deseo
que te quedes conmigo hasta mañana. Necesito recuperar el tiempo
perdido.
-Sí
-me doblegué a su voluntad y le rodeé el cuello, sonriendo-. ¿Crees
que la noche será suficiente?
Hongbin
enarcó una ceja.
-Si
faltan horas, se las robaremos al día siguiente.
Y
allí, bajo el abrigo de las sábanas y colchas, me abandoné
completamente a su deseo y nos entregamos el uno al otro sin dudas ni
reservas.
************************
*Nota de autor: Las interrogaciones invertidas a principio de pregunta se han puesto ellas solas y no sé como ponerlas del derecho, haga lo que haga. Lamento si ello causa un sentimiento negativo al leer.
Me lo he vuelto a leer, porque necesitaba ese Hongbin/Alice como alcohol en vena *^^^^^^^* Al principio es durísimo de leer, el sufrimiento de él te destroza... como está decidido a morir aunque Leo le quiera ayudar. En cierto modo lo entiendo, ver sufrir a alguien que quieres te quita la poca cordura que puedas tener, está claro.
ResponderEliminarPero luego me pones a Alice, con esa inocencia y ves como Hongbin se vuelve un trocito de tarta y te derrites, te derrites literalmente *^^^^^^*
Y el final -momento febril casi mortal on-: ugghxjxudhuhgjgujxthjjigfjjhf -momento febril off- en serio, casi me da algo. Sinceramente me hubiera gustado un poquito más de besicos pero vamos, eso porque yo estoy muy enferma jajajaja y siempre quiero más, pero ha quedado dulce y precioso, en serio. Mono mono mono, yo a Hongbin me lo comoooo
Y ya, que se me va mucho la pinza lol -y seguramente se me ha olvidado comentar algo más pero soy yo, no me puedes pedirle mucho más a mi chota xDDDDDD-
-Se va volando y soltando purpurina...-
HAHAHAHA ME ENCANTA TU COMENTARIO. Me encanta la forma, vamos. Es que realmente me encanta cómo has captado lo que quería transmitir *^^^^^^^^^^*
EliminarEl final... es que si empiezo a describir las escenas lemons, el capitulo no habría quedado tan dulce como quería. Sería algo más... no sé. Definitivamente queda mejor sin el lemon explícito hahaha BTW escribiré el lemon en un capitulo aparte, para no quitarle toda la emoción al resto de caps HAHAHAHA además que yo escribir lemon es como... mmm... *timidez mode on* QUIEN LO DIRÍA. XDDD
Me encanta que se te vaya la pinza HAHAHA Es lo que le da un plus a mi motivación por escribir!! *^*
Graciaaaas ♥♥
Hola c:
ResponderEliminarBueno recién llegué antier por una extraña necesidad de leer fics de VIXX y pues me enganché xd.
No soy una chica de comentar todo el tiempo y mucho menos las biblias que se inspiran algunas (? Pero me entró la necesidad de comentarte so, aquí estoy y te diré que me verás por aquí leyendo algunos de tus fics. Me ha gustado tu forma de escribir así que espero leer más de ti en el futuro ^^
Ay, nueva lectora, menos mal ;; ♥ Mi blog está bastante abandonado, solo me leen dos personas. Tu serás la tercera y lloro de emoción ;; Muchas gracias por tu comentario, estaré atenta a tus respuestas tanto como pueda! ^^
EliminarBesos!