domingo, 1 de septiembre de 2013

Capítulo 2

Cuando fuimos a mi casa, no había nadie. No era novedad, así que rápidamente ordené las cosas y pedí que empaquetaran otras tantas, cargándolas en el coche. Antes de salir, me giré una última vez hacia el interior. Observé cuidadosamente desde la pintura aguamarina de las paredes, descascarada, hasta el curioso reloj de cuco que hacía años que se había detenido. Todo ello había sido mi hogar durante muchos años, desde que tengo memoria. Y ahora… estaba a punto de abandonarlo. Y esperaba que para siempre.

-Park Hana –me llamó la atención uno de los de seguridad. Asentí, atravesando el lugar, intentando ignorar las tremendas ganas de llorar que tenía.

***

Recogí la pesada caja de cartón -que portaba mis cosas más preciadas- del coche y me dirigí a la puerta de la JellyFish, subiendo las escaleras que conducían a mi habitación provisional. Una vez dejado fui a buscar la segunda caja. Ésta me costó más alzarla pero acabó cediendo. Iba tan ensimismada que al girarme no advertí a Leo delante de mí. La impresión me hizo tragar el aire de golpe y soltar la caja, que hizo un ruido seco contra el frío cemento, para después acabar despedazada. Todas mis cosas se repartieron por el suelo.

-Oh, mier… -me callé, consciente de que había estado a punto de decir una grosería y me incliné al suelo-. No te había visto, lo siento…

-Culpa mía –dijo él, con esa voz monótona que lo caracterizaba. Ignoré el profundo escalofrío que me recorrió entera y carraspeé sin dejar de recoger las cosas-. Me he acercado sin avisar.

-No pasa nada –le resté importancia. Percibí que se agachaba delante de mí y para mi sorpresa… me ayudó a amontonar las cosas-. No hace falta que lo hagas, solo ha sido un accidente, puedo yo sola…
No me contestó y siguió con lo suyo. Suspiré. Parecía inútil tratar de razonar. No en vano, era Leo.

-¿Tus padres? –preguntó súbitamente, sacándome de mis pensamientos. Alcé la vista y mis alarmas se dispararon. Estaba sujetando un retrato de cuando yo era más pequeña, en la boda de unos amigos de mi madre. Yo iba de blanco, un vestido de volantes y el pelo del mismo color. Mis padres se abrazaban, sus sonrisas cálidas me encogían el corazón hasta hacerlo sangrar. Cerré los ojos para retener las lágrimas y le arranqué de las manos la fotografía.

-Sí –contesté, lo más secamente que pude. Aprecié que me estaba mirando sin parpadear ante mi exagerada reacción y que no comprendía el motivo. Pero… no podía decirle nada. No a un desconocido, por muy idol que fuera. Intenté cerrar la caja de nuevo y la alcé como pude, con cuidado de que no se saliera nada del interior. Pero algo se deslizó fuera de mi vista, y cuando Leo lo cogió no le di importancia.

-¿Puedes tirarlo por mí? Era mío, de cuando era pequeña. Ya no lo necesito. Ah, y gracias por ayudarme –mis comisuras se curvaron en una suave sonrisa triste, antes de desaparecer escaleras arriba.

***

Leo la observó subir antes de devolver su vista al pequeño peluche de conejito rosa, recogido del suelo. Parecía ser parte de un llavero o algo similar, porque aún poseía la tira de cuerda blanca que lo sujetaba a algo.

Suspiró y se hizo visera con la mano para protegerse del sol. Cerró el puño y entró en la compañía.

***

Mi habitación no era nada del otro mundo. Es decir, parecía más un almacén de otra cosa. Lleno de cajas, con una sola cama y a oscuras. Abrí la ventana para dejar paso a la luz del sol. No me sentía segura sin luz, me aterrorizaba. Era un trauma infantil.
Leo era una persona… extraña. Su personalidad calmada era misteriosa e interesante. Rememoré sus rasgos suaves, sus labios rosados y carnosos entreabiertos, sus ojos oblicuos mirándome sin parpadear… y un cosquilleo me recorrió entera. Sacudí la cabeza. No debía pensar de esa forma, ni en broma.

Al mirar por la ventana, descubrí a Hyuk y a Hongbin jugando a básquet. Apoyé los codos en el marco, observándolos. De la nada, se unió Ken, alegando ir en el mismo equipo que Hyuk. Cuando empezaron a jugar, el vocal agarró por la espalda al Visual, gritándole al maknae que aprovechara la oportunidad.

-¡Suéltame Ken! –berreaba Hongbin, medio riéndose-. ¡Así no se juega!

-¡En la guerra y en el juego, todo vale! –se defendió el otro.

-¡No deformes la frase, tío! ¡Es en el amor y en la guerra!

-Bueno, pero me has entendido igual, ¿verdad? ¡Pues no te quejes! –esperó un momento y lo soltó-. ¡Punto!

Chocó de manos con Hyuk y se abrazaron, victoriosos. Sentí una punzada de celos. No de ellos en sí, sino de verlos jugar. Yo también anhelaba divertirme de esa manera. No lo pensé más y salí de allí. Me daba mucha vergüenza preguntar si podía unirme, pero mi naturaleza me lo pedía. Sabía que aquello no era Australia, pero…

Mi decepción incrementó cuando, al llegar, no había nadie. Por un momento pensé que había sido una mala pasada de mi mente, pero sabía cien por cien que hacía nada los chicos habían estado jugando aquí. El único testigo de que aquello era cierto, era la pelota cerca de la canasta. Al parecer la habían olvidado. Me agaché para recogerla y me propuse entretenerme yo sola.

La hice botar unas cuantas veces, comprobando que estuviera suficientemente dura y me centré en la canasta.

-¡Y Hana se prepara…! –dije, siendo mi propia comentarista. Corrí y ejecuté un zigzag-. ¡Pasa la primera defensa! –La cambié de mano por debajo de mis piernas-. ¡Ha burlado al último jugador contrario! –La sostuve, di tres pasos y la metí en el aro limpiamente-.¡¡¡¡Sí!!!! ¡El equipo de Hana pasa a semifinales contra el Liverpool!

Me encantaba jugar a estos juegos, me sentía libre y podía sacar toda la fuerza que tenía. Cogí la pelota de nuevo para volver a empezar, pero cuando giré sobre mis talones quise que la tierra me tragara. De pie, seis pares de ojos me miraban atónitos. Solté la pelota sin darme cuenta, petrificada. Ken fue el primero en reaccionar… a carcajadas estridentes, seguido por N y más tarde por Ravi. Mi cara se tornó carmesí y bajé la cabeza.

-Yo solo… pensé que no vendría nadie… que os habíais ido… y-yo… -no sabía qué excusa darles. Me habían visto hablar sola y ponerme en ridículo. Ay dios mío… Miré a Leo, en busca de su típica indiferencia… pero estaba con los labios fruncidos, como si estuviera al borde de un ataque de risa. Los únicos que me miraban con algo parecido a la admiración eran Hongbin y Hyuk.

-Nos fuimos a buscar a los demás –dijo el primero-. ¿Dónde has…?

-¿Dónde has aprendido a jugar así? –interrumpió el maknae.

-En… en Australia… los chicos y yo solíamos jugar a este tipo de cosas.

-¿Chicos? –inquirió Ravi. Suspiré.

-Chicos y chicas –aclaré.

-¿Os dejaban jugar siendo chicas? –preguntó entonces N, interesado. Y por ahí sí que no pasé. Cogí la pelota y se la lancé al líder con todas mis fuerzas. Apenas pudo ocultar la sorpresa cuando ésta le rebotó en el pecho y lo hizo trastabillar hacia atrás. Leo fue quien guardó fuera del alcance de todos, la dolorosa bola de plástico.

-¿Has perdido la cabeza? –vociferó Ravi. Me acerqué y algunos se tiraron hacia atrás-. ¿Sabes… cuánto valemos? ¡Discúlpate!
Enarqué las cejas sin poderlo creer y puse los ojos en blanco. Cuando fui a hablar, N alzó una mano para pedir turno.

-Lo siento –dijo él-. Mi pregunta ha sonado algo… ofensiva. No pretendía provocar una discusión. Debes comprendernos, aquí las chicas no suelen dejarse llevar por el mundo de los deportes. Y tú tienes rasgos de nuestra raza, por eso nos ha chocado un poco.
Lo miré, pero él rehuyó mi mirada. Sin embargo, se le veía avergonzado y sincero por sus palabras, así que asentí.

-No pasa nada. Lo entiendo –y añadí-. Siento el pelotazo.

-Ah, no ha sido nada, un cosquilleo –se colocó las manos en la cintura y fingió reírse. Me hizo gracia y también estallé en carcajadas. Eso hizo sonreír a todos los presentes, menos, obviamente, a Leo, que se lo veía calmado en ese momento y a un Ravi aún enfadado. Resoplé ante su completa inmadurez.

-Oh vamos… -exclamé, sin poder creerlo-. ¿Tan mal llevas que una chica pueda ser más fuerte que tú?

-Yo no he…

-Vamos a hacer una cosa –lo interrumpí, colocándome un dedo en los labios, pensando-. Juguemos a Básquet por equipos, pero tú y yo no podemos ir juntos. Si tú ganas, podrás decir que una chica no sabe jugar y tirármelo en cara. Pero si yo gano, no estarás enfadado conmigo por haberte ganado, ni volverás a hacer alusión a vuestra “valiosa existencia”. Pero a cambio, no te humillaré de ninguna manera. Creo que con ambas cosas, sales ganando.

Intentó mirarme, pero como su líder, el rapero no sostuvo mis orbes azules demasiado tiempo.

-Olvídalo –murmuró, dudoso. Respiré hondo.

-Muy bien. La conversación queda olvidada –comuniqué-. Encantada de conoceros, en serio. Me alegra saber que no todos los ídolos se creen más que nadie –lo decía de verdad, pero con cierta ironía hacia Ravi. Cuando pasé por su lado, alguien me detuvo poniendo la pelota entre mi salida y yo.

-Juega –ordenó Leo. Mis ojos se encontraron con los de él. No bajó la vista ni se amedrentó. Parecía observarme con una mezcla de fascinación y diversión contenida. Al final, fui yo quien desvió la mirada, pues su iris me quemaba como el fuego y mi pulso se había acelerado considerablemente.


-De acuerdo. Formemos equipos –anuncié.

1 comentario:

  1. Uf... es huerfana? O sus padres le hacian tambien el vacio? Eso lo dudo porque lleva fotos de ellos y tal...

    Y me parece muy exagerada su reacción xD. Bueno, la de ella y la de N-Ravi. Aunque la de ellos sería más por la "cultura" que por otra cosa... Pero la de ella si, muy bestia me parece xD.

    Ya me he leido todos de este fic, pero ahora que tengo tiempo te pongo los comentarios jaja

    ResponderEliminar