Una gota de
sudor se deslizó por mi sien, resbalando silenciosamente mientras yo intentaba
asimilar lo que aquél hombre decía. Estaba loco, completamente loco. Había
irrumpido en mi habitación sin saber como, había cogido uno de mis libros
favoritos como quien no quiere la cosa y ahora inventaba burdas mentiras
convencido de que podría engañarme. Iluso si lo creía. Si el pavor no me paralizara,
gritaría hasta que mis pulmones explotaran. Observé como mi carcelero
arrastraba la silla de la mesa de estudio colocándola frente a mí y sentándose
a horcajadas. Se cruzó de brazos y se llevó un pulgar a la boca, indudablemente
nervioso.
- Sé que no me crees
-¡Aleluya! ¿Por fin se daba cuenta?- Y no te juzgo por ello. Tu solo eres un
ser humano absento de cualquier magia que haya en el mundo, ignorante de lo que
te rodea. Nunca lo entenderías. –si antes había intentado parecer comprensivo,
ahora su voz había tomado un giro total. El desdén y la crueldad bañaban el
dormitorio. Los ojos castaño oscuro de aquel chico destellearon en verde y algo
me dijo que no debía tentar mi suerte. Tragué saliva antes de hablar.
- Supongamos por un
momento… que te creo –tenía que medir mis palabras con cuidado-. Si eres un
genio, ¿por qué estás aquí? No tengo ninguna lámpara mágica de esas.
Hong Bin me miró a los
ojos seriamente. En un primer momento pensé que lo había ofendido, pero acto
seguido explotó en sonoras carcajadas y temí que mi madre lo escuchara. Fue tal
su risa, que cuando se tiró hacia atrás creí que se daría contra el suelo. Sin
embargo hizo algo que me dejó helada. Empezó a flotar en el aire. Cuando paró,
cruzó las piernas en suspensión con las palmas en la nuca.
- Debo reconocerlo. Los
humanos sois extraños en cuanto a información sobre seres como nosotros. Tenéis
las piezas a medias y ni siquiera intentáis reunirlas todas. Solo os quedáis
con lo que os resulta útil y el resto lo desecháis sin miramientos. Curiosa
forma de avanzar en la historia –comentó. Iba a protestar que los humanos
habíamos descubierto la cura del cáncer y las vacunas contra la hepatitis
cuando descendió y se acercó a mi. Me tensé al no saber qué se proponía hasta
que sus largos dedos sostuvieron el llamador con elegancia.
“Esto es mi razón de estar aquí”
La voz en mi cabeza me
sobresaltó como hacía unas horas y vi que el castaño asentía. ¡Me estaba
hablando él!
- Como has… -farfullé,
atónita. Pero ya sabía la respuesta.
- Te lo he dicho antes. No
soy de este mundo.
Si todo fuera un sueño, no
lo viviría con tanta claridad. Respiré hondo y le aparté la mano del llamador.
- De acuerdo… si me das un
minuto… necesito asimilarlo –musité. Me levanté. Sentía las articulaciones
entumecidas, y me obligué a caminar hasta la ventana. Eché las cortinas por
precaución.
- Lo sé. Como ya te he
dicho, los humanos…
- Si, si. No sabemos de
magia, ni de genios ni de bla bla bla –lo corté, tajantemente. Sus aires de
suficiencia eran demasiado para mí-. No hace falta que lo repitas como si no
fuéramos nada. Entendemos muchas cosas si nos lo dicen de buenas y no nos rebajan
a la altura de una zapatilla de andar por casa.
Hong Bin se encogió de
hombros, sin darle mucha importancia a eso. Se volvió a pasear por mi
habitación y agarró una pelota de tenis. Entonces caí.
- Tú fuiste el que me
llamó. El que me dijo donde encontrarte –bajé mas la voz, conteniendo mi
irritación-. Me obligaste.
Otra vez sentí el peso de
su mirada. Por primera vez tomé consciencia de que me la estaba jugando con
algo muy por encima de mí. Cerré los puños para evitar que me temblaran. El
genio resopló. Parecía divertido.
- Algo así. –contestó-. En
realidad, solo estimulé una zona de tu cerebro, la que contiene tu curiosidad.
Te lo explicaré de forma que lo entiendas –dijo al ver mi cara de completa
ignorancia-. Tu mente funciona como si tuviera botones. Cuando hay algo que te
gusta, uno de los varios botones se acciona y tus ganas incrementan. Luego tu
parte racional es que la que acaba de juzgar si es conveniente o no. En tu
caso, ni tu parte racional se opuso a nada cuando entré. Accioné el botón de la
curiosidad, y tú hiciste el resto. Eres bastante simple, ¿sabes?
Fue la gota que colmó el
baso. Cogí mi mochila y se la lancé directamente a la cabeza. Ésta le atravesó
limpiamente, como si nada. Las libretas y el estuche se desparramaron en el
suelo con un crujido desagradable. Hong Bin mantenía una ceja alzada y, como
anteriormente, los brazos cruzados.
- Buen intento. Te alegrará
saber que no me lo esperaba en absoluto.
- Pues verás. No me alegra.
Lo que sí me alegraría sería que te largaras por donde hubieras venido y me
dejaras en paz para siempre. No pienso aguantar mas estupideces de un monstruo
mitológico que no sabe donde caerse muerto –siseé, y me arrepentí al momento.
La cara del genio se tornó de un carmesí intenso. Sus brazos, en tensión, estaban
a cada costado. Las manos convertidas en puños, cuyos nudillos tenían un fuerte
color blanco.
La ventana se abrió de par
en par, y un violento aire frío se coló, revolviendo mis estanterías y
poniéndolo todo patas arriba. Con la cara pálida, tragué saliva.
- Retira lo que has dicho
–gruñó el chico con los ojos, que se había vuelto verdes, fruncidos y la
mandíbula desencajada-. Di que te arrepientes de haberme dicho eso. ¡DILO!
–gritó, y la silla voló por los aires. Chillé, aterrada y me cubrí la cabeza
con los brazos. Esto no acabaría bien.
- ¡Por favor! ¡No me mates!
–imploré, al borde del llanto. Me sentía pequeña, diminuta. Me arrastré hasta
una esquina, esperando que todo pasara tan rápido como había venido. Cuando
cerré los ojos, dejando que las lágrimas bañaran mi rostro, todo cesó. El aire
no se movió. Nada me golpeó. Todo estaba en silencio.
Me atreví a levantar los
parpados y lo que vi… no, lo que no vi me dejó sin habla. Todo estaba otra vez
en su sitio. La ventana seguía cerrada, la silla en el mismo lugar. Hong Bin en
el centro, con la mirada perdida, respirando enérgicamente. Su pecho subía y
bajaba con brusquedad, como si acabara de hacer un gran esfuerzo. Levantó un
dedo hacia mí.
- Nunca… nunca vuelvas a
llamarme monstruo. Los genios fuimos creados al mismo tiempo que los ángeles,
pero a diferencia de ellos, no nos inclinamos a los humanos cuando empezaron a
existir. Por una razón muy obvia. Solo sois pedazos de carne con una mente
limitada y unas acciones demasiado previsibles. No sois nada, ¿me oyes? Nada,
salvo polvo y barro.
Encajé cada golpe con la
máxima dignidad que pude. Por mucho que estuviera hirviendo de rabia por
dentro, no valía la pena meterse en más problemas. Aguanté su mirada como pude.
Sentía la boca seca y las extremidades agarrotadas. Me levanté a duras penas e hice
algo diferente. Me estiré en la cama y empecé a leer el tomo de Drácula de Bram Stoker por tercera vez
en los últimos meses.
- ¿Qué haces? –inquirió
HongBin, interrogante. Su furia había cesado. Apenas le dirigí una mirada y
volví a mi libro.
- ¿No lo ves? Se supone que
tú eres el genio. Interpreta –dije. Tras unos segundos de silencio que se me
hicieron interminables volvió a contestarme.
- Estás pasando de mí
–concluyó. No era una pregunta. Yo asentí.
- Completamente. Si, esa es
la idea.
- No puedes pasar de mí
eternamente. Yo tengo tiempo infinito. Tú no.
- Pero al contrario que tú,
yo tengo algo que se llama paciencia
–dejé mi libro a un lado-. Seamos sinceros. No eres un monstruo. Solo eres un
estúpido ególatra que se cree más de lo que es solo por poder hacer cuatro
cosas en el aire. Sin “amo”, vives en el llamador hasta que alguien decide liberarte.
Entonces, ¡ah! Cumples sus deseos y vuelves al lugar al que estás ligado. La
misma rutina una y otra vez, por los siglos de los siglos. Debe ser aburrido,
¿no? Bien, pues los humanos gracias a nuestra finita vida disfrutamos de las
pequeñas cosas. Nacemos para morir, pero lo hacemos con gusto, por que ya hemos
vivido lo suficiente durante unos ochenta o noventa años para sentirnos llenos.
>>Te sientes
completo, ¿Hong Bin? Los humanos no somos mejores que vosotros, pero tenemos
una vida mucho mas placentera. Así que, tú tendrás todo el tiempo del mundo.
Pero a mi me da igual. ¿Debería gastar ya mis tres deseos? Así podré devolverte
al dependiente de antigüedades y olvidar que hemos tenido ésta conversación.
Esperé su reacción, sin
añadir nada más. Me observaba casi sin verme. Parecía ensimismado, como si lo
hubieran abofeteado. Le tembló el labio inferior y su respiración se aligeró. Estaba
asustado. O al menos, es lo que parecía. Sus bellos ojos orientales me
suplicaban silenciosamente que no lo abandonara. No parecía el mismo que casi voló
en pedazos la habitación.
- No habías previsto esto,
¿verdad? –negó con la cabeza casi por inercia y me sentí poderosa. Mi orgullo
se infló e intenté disimular una sonrisa que se formaba en mis labios.
Suspiré-. No voy a pedir los tres deseos. Al menos, no ahora.
- Deberías –comentó él,
caminando de nuevo-. Tres deseos no se conceden a cualquiera. Puedes cubrir tus
necesidades económicas, físicas o anímicas. Y gracias a mi, puedes ser una
reina, fundar un club de golf o tener un trabajo con un sueldo extremadamente
elevado. Solo un chasquido y… -alzó los dedos acompañando sus palabras con
ellos-. No entiendes lo que tienes entre manos.
- No, no entiendes tú. Yo
no necesito nada de eso. Tengo una buena familia, un perro encantador y unos
amigos irremplazables. Mis estudios van bien, más que bien. No necesito ningún
deseo para ser feliz. Ya lo soy.
Otro silencio incómodo se
instauró en la estancia mientras el genio intentaba ver a través de mí. Aguanté
su inspección tranquilamente. Metió los brazos en jarras y bajó la cabeza.
Ahora parecía solo un humano normal y corriente. Lo cierto es que era guapo,
con el pelo castaño, liso por encima de unas cejas finas. Sus ojos oblicuos,
orientales, acompañaban un rostro aniñado y delicado. Los labios, sutilmente
rosados se entreabrían mostrando unos perfecto dientes blancos.
Sacudí la cabeza,
totalmente apabullada. ¿En qué estaba pensando?
- Entonces –dijo Hong Bin,
sacándome de mis pensamientos-. ¿Qué sentido tuvo llamarte?
- Eso lo sabrás tú. A mi me
dieron el colgante gratis.
Pero el genio no me hacía
caso. Decía cosas extrañas como que “Esto no debía ser así” o “¿Y ahora qué?”.
Consciente de que tendría que aguantarlo hasta que gastara todos los deseos, se
me ocurrió algo morbosamente genial. Quizás no resultaría, y dado que no podía
deshacerme de él de otras maneras… ¿Por qué no unir al enemigo a tu causa? ¿Por
qué no intentar convencer a ese chico de delante de que el ser humano había
hecho más cosas que cagarla en las elecciones?
- Con el tiempo, a lo mejor
pido mis deseos. Es lo que quieres, ¿no?
- Es complicado –señaló. No
quería hablar de ello, lo notaba. Volvió a sentarse en la silla giratoria y con
una sonrisa de oreja se desplazó hacia mí-. ¿Eso significa que vamos a vivir
juntos hasta que decidas gastar tu suerte?
Abrí los ojos. No había
pensado en el inconveniente.
- Dadas las circunstancias,
si. Pero acatarás una serie de reglas: No se toca nada sin mi permiso. No
bajarás al comedor sin mi permiso. Y, por último y no por ello menos
importante, no te dejarás ver ante mi familia y amigos y no harás ruido. Y si
te descubren, no podrás estar aquí.
- ¿Deseas que me someta a
tus reglas? –dijo. Me estaba animando a decir que si, a que fuera una orden.
- No, solo pongo las cartas
sobre la mesa. Si no obedeces esas reglas, pediré los tres deseos y, adiós.
Hong Bin cerró la boca de
golpe y frunció el ceño, contrariado. Sus pupilas destilaban odio hacia mí. Se
levantó, abrió la ventana y saltó. Ahogué un grito de alarma y corrí hacia el
marco.
Se había ido.
- ¡Alice! –me nombró mi
madre desde abajo-. ¡La cena está lista, cariño!
Joder con Hongbin, no lo cabrees mucho que te deja sin casa jajaja
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el atrevimiento de Alice para con él, así se dará cuenta que no somos tan insignificantes ^^
Como siempre, me ha encantado :D sigue...
HongBin es demasiado... impetuoso xD Y Alice tiene un par de... eso hahahaha así demuestra que los humanos lo valemos 8D
EliminarJAJAJAJAJAJA mmm él quiere pero no quiere a la vez estar con ella? Pero si es un genio... Porque ea tan borde? Obvio que ella le diga que es un monstruo, pero que se ofenda tanto, como para romper todo... En vista de un humano si que es un monstruo. Es algo que no estas acostumbrado a ver.
ResponderEliminarSabes, y pensaba que solo lo podia ver ella... Pero al decirle que no podia verlo nadie... Porque si a le tira cosas y lo atraviesan, en verdad es como si fuera un fantasma. No sé, será que le doy muchas vueltas a las cosas jajaa.
Que sepas que soy de comentar en cada capitulo, asi que ya los puedes esperar :))
Hahahaah a ver, es un genio especial -w- Y sisisi tu comenta en cada capítulo plis ;;; <3 y gracias!
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