Hay personas que llegan
a nuestra vida de forma realmente extraña. Algunos los hemos conocido en un
supermercado, a lo mejor de rebajas en alguna tienda de moda, o simplemente,
coincidiendo en la hora de bajar al perro. Todo está destinado a ser de una manera.
Todos estamos destinados a coincidir, a veces solo de vista y otras,
convirtiéndonos en personas muy importantes para las vidas de los demás y
viceversa. Lo que no esperaba, es que ésa persona llegara a mi de la forma mas
extraña que se pueda imaginar, prácticamente rozando lo absurdo.
Soy Alice, y ésta es mi
historia.
***
Mi
vida siempre ha sido completamente normal. Mis padres están casados desde hace
mas de quince años, tengo un pastor alemán cruzado con belga llamado Argos y un
canario que empieza a cantar a las seis de la mañana. Voy a una escuela
concertada y no soy ni la más lista de la clase, ni tampoco la que peor notas
saca. De vez en cuando salgo con mis mejores amigos, Lee Jae Hwan y Jung Taek Woon,
a quienes conozco desde la infancia. Somos un trío peculiar. Cada uno, es un
mundo diferente. Jae Hwan, o Ken -como pide ser llamado- es un chico que no
entiende el significado de la frase “callarse un rato”. Es divertido e
intrépido, y en más de una ocasión nos ha metido en problemas a los demás. Taek
Woon, o Leo, es la viva imagen de la inexpresividad. Si no lo conociera, diría
que es una persona fría y distante que prefiere no mezclarse con la gente. Pero
Ken y yo sabemos que eso no es verdad.
¿Y
yo? Bueno... yo soy yo. La única que soporta el carácter explosivo de uno y la
indiferencia del otro. Y ellos cargan conmigo como si de su hermana pequeña se
tratase. Algunos me catalogarían como “Mary Sue”, alguien con un carácter
cercano al de Bella Swan de Crepúsculo. Pero seamos sinceros: Mi carácter está
muy por encima del de ese personaje tan sumamente aburrido y pesado. Y lo
estaba demostrando ese mismo día en las gradas de la sala de natación, con un
pie encima del respaldo del asiento de la persona delante de mí, sumándome a
los gritos de apoyo que Jae Hwan vociferaba a un serio Taek Woon. Éste, se
preparaba para sumergirse en cuanto el entrenador diera la orden. Sin embargo,
un segundo antes nos miró con su usual cara de póker y nos guiñó un ojo.
El
instructor hizo sonar el silbato y mi amigo saltó. Todos ellos eran
especialmente rápidos y se veían confiados de su victoria… hasta que llegó Leo,
cuya fuerza y velocidad superaba al resto con creces. Y mientras Ken y yo misma
nos desgañitábamos rugiendo su nombre, ganó. Brincamos como nunca y por poco no
pasamos por encima a los compañeros de al lado que a duras penas se apartaban a
tiempo para dejarnos pasar. Llegamos al borde de la inmensa piscina en el
preciso instante en que Leo salía del agua.
Como
siempre, lo abrazamos a pesar de que mojaba nuestras ropas. Eso era lo de
menos.
-
¿Cuantas veces llevas
ganando? –Preguntó Ken- ¿Diez? ¿Veinte veces?
- No exageres –dijo Taek Woon, revolviéndose el
pelo, que acabó en puntas desordenadas. Luego pasó sus grandes brazos alrededor
de nuestros cuellos, sonriendo y los tres caminamos hacia los vestuarios.
Obviamente,
mi persona tuvo que esperar fuera para no ver nada indebido. Era ridículo,
pensaba yo. Estábamos juntos desde que tengo memoria y cada vez que se lo
hacían encima los ayudaba a cambiarse de ropa interior. Claro que eso ocurrió
cuando teníamos… cinco años.
- Ha Ri me ha enviado un mensaje –anuncié
apoyada en la pared-, Felicita a Leo por su victoria.
- Ésa chica… Está coladísima por Taek
–suspiró Ken-. No me extrañaría que se hubiera hecho amiga tuya solo para poder
estar cerca de él.
Me
encogí de hombros aunque no podían notarlo. No era algo que me preocupara
demasiado, tampoco tenía una relación tan estrecha con ella. Había asumido que
solo podía contar sinceramente con dos personas, aquellas que ahora mismo se
encontraban al otro lado de la puerta de los vestuarios.
- Dile que gracias –murmuró Taek Woon.
Salieron del lugar en el momento en que apretaba la tecla de enviar con la
frase “Dice que gracias”, tal cual. Bloqueé el móvil y me lo metí en el bolsillo.
-
¿Vamos a comer algo?
Tengo hambre –me quejé. Leo resopló y Ken soltó una carcajada sonora-. ¿Qué?
-
Has desayunado hace
media hora, Alice –recordó el serio mirándola a los ojos.
-
¿Y? Son casi las doce y
media…
-
Yo también tengo
hambre, la verdad –comentó Jae Hwan-. No he desayunado. Podemos ir a un
restaurante de comida rápida y luego pasarnos por la tienda de antigüedades, si
hay alguna. Tengo que regalarle algo a mi abuela.
-
¿Le regalas antiguallas
a tu familia? –inquirí, sorprendida y añadí de broma-. Ahora me lo pensaré dos
veces antes de aceptar lo que me regales por mi cumpleaños.
-
Ali, tonta. ¿Qué
quieres, que le regale un Iphone 5 a una señora de noventa años? Le daré algo
que sea de su tiempo y que se pueda poner.
Le
saqué la lengua. Mis hombros vibraban de la risa y entonces se dio cuenta de
que le estaba tomando el pelo.
-
Con que esas tenemos…
-fingió remangarse pese a que llevaba una camiseta de manga corta blanca
ajustada-. Leo, si fueras tan amable de…
-
A mi no me metas en
esto –advirtió. Empezó a sacar los auriculares de su bolsillo vaquero desgastado
y desconectó del mundo exterior. Pero sabíamos que seguía con un oído para
nosotros por si acaso. A esas alturas, habíamos empezado a subir la cuesta de
la carretera que llevaba al restaurante de comida rápida. Ken y yo nos miramos,
y recordamos que teníamos algo pendiente.
Salí
por patas siendo perseguida por mi mejor amigo. Mis chillidos resonaron por
todas las calles mientras temía por mi vida. Bueno, mas bien, por mis
costillas, que sufrirían la “ira” de Jae Hwan si me alcanzaba. La gente que
pasaba nos miraba como si fuéramos unos gamberros, pero estaba más concentrada
en mí fuga, por lo tanto no le di importancia.
“…”
Escuché
a lo lejos una voz que no era conocida y como si alguien me estirara de la
camiseta, por detrás.
“…aquí…”
Me
detuve en seco, con los pelos de punta. No me gustaba esa sensación, me sentía
desnuda mentalmente, como si alguien pudiera leérmela cual libro abierto. El
dolor agudo del cemento bajo mis codos hizo que me diera cuenta de que Ken
había tropezado conmigo. Me llevé las manos a la cabeza, que también había
sufrido el contacto con la barbilla de éste. En el suelo, pude ver como Leo,
alarmado, corría hacia nosotros prácticamente arrancándose los auriculares de
las orejas.
-
Sabía que esto acabaría
así –suspiró. Colocó sus manos debajo de mis brazos y me levantó con facilidad.
Ken se puso en pie con cierta dificultad.
- Gracias por ayudarme a mí
también, Taek Woon –dijo amargamente. El otro sólo le dedicó una mirada
inexpresiva antes de centrar su atención en mí de nuevo.
- ¿Qué te ocurre? –preguntó.
Sacudí la cabeza, sin saber qué contestar exactamente. Repasé la calle una y
otra vez, hasta que di con lo que de forma inconsciente buscaba.
Una
pequeña casa de tejado rojo y paredes color salmón cuyas ventanas no dejaban
entrever nada al otro lado, se alzaba majestuosa detrás de un muro de piedra
blanca con un cartel que decía “Tienda de antigüedades”. Los dos chicos
siguieron la dirección de mi mirada. Me pareció ver una sombra cruzar los ojos
oscuros de Leo, pero no podía estar segura del todo. En cambio, Ken aplaudió y
saltó, emocionado.
-
¡Ahora sí podré hacer el
regalo de cumpleaños a mi abuela! –exclamó, contento.
***
Un
cascabel repiqueteó cuando la puerta se abrió, anunciando la llegada de nuevos
clientes, que, en este caso, pasaban tímidamente al interior.
-
No toques, Jae Hwan –le
dije con un hilo de voz, al ver que mi amigo alargaba el brazo para palpar una
figurita de una princesa de porcelana. No sabíamos el precio, por lo tanto no
podíamos permitirnos romper nada excesivamente caro. La tienda era peculiar y
olía a viejo. Las estanterías, repletas de reliquias de color oro viejo
parecían a punto de caer. Detrás de recepción, un hombre de espesa barba gris
blanquecina no despegaba la vista del libro que tenía entre las manos.
“Caliente, caliente”
Otra
vez, la voz hizo acto de presencia en mi mente y el escalofrío que hacía pocos
minutos me había recorrido volvió. Carraspeé, incómoda. Todo era producto de mi
imaginación, estaba segura. Ladeé la cabeza, curiosa. Ken no me había hecho
caso y sostenía varios colgantes sopesando la posibilidad de comprar un par o
dos. El otro chico me seguía de cerca, como una sombra, también escudriñando
los extraños objetos. Cuando levantó una copa plateada con incrustaciones de
rubíes, el dependiente cerró el libro secamente, provocando la sorpresa de Leo,
a quien le tembló la mano que sujetaba el objeto.
-
Data de 1450, y es rubí
auténtico –informó, con voz áspera-. Los dibujos que la adorna fueron hechos
por los árabes más virtuosos de la época. Es una pieza única.
-
Hmm… -fue lo que logró
decir. Colocó aquello de nuevo en su sitio y fue a mirar otras cosas.
El
hombre llamó mi atención.
-
¿Y tú? ¿Qué buscas?
No
supe que responder hasta que la voz volvió a zumbar en mis oídos, como si me
lo susurraran.
“El llamador…”
-
El llamador –repetí
como una autómata. No sabía ni por qué lo había dicho.
El
hombre sonrió, dejando ver varios dientes de oro y desapareció en la trastienda.
Momentos mas tarde, reapareció con una cajita alargada y bastante desgastada en
las manos y me la dio.
-
¡Espere! –proferí, mas
alto de lo que hubiese querido. Volví a bajar el tono-. ¿Cuánto es?
El
dependiente volvió a sonreír. No fue agradable.
-
Cuídalo –dijo
solamente. Mi desconcierto incrementó. No entendía nada. Me daba un tesoro de a
saber cuantos años… ¿gratis?
Cuando
salimos de allí, los tres suspiramos a la vez. Jae Hwan había comprado un
collar con un símbolo parecido a un sol, con una perla en cada destello. Pese a
parecer delicado, el dependiente se lo había envuelto sin ningún tipo de
cuidado. Vi a Leo patear una piedra, pensativo. Luego se giró hacia mí.
-
¿Qué te ha dado?
–preguntó, mirando la cajita que llevaba en las manos. Me alteré un poco sin
saber por qué. Debería estar acostumbrada a la perspicacia de Leo, al que nunca
se le escapaba detalle.
-
Un llamador de ángeles
–dije y añadí-. Creo.
-
¿Te lo ha dado así?
¿Sin mas? – interrogó Ken, con voz ofendida-. Ya podría haberme dado esto gratis
también.
Me
encogí de hombros. Vería el interior de la cajita tranquilamente en mi casa. No
pasó desapercibida, sin embargo, la mirada entrecerrada de Leo quien observaba
la cajita sin demasiada confianza. Como si lo que hubiera en el interior no fuera
a aportar nada bueno… para nadie.
***
La
puerta principal chirrió al abrirse. Desprendí las llaves del cerrojo y cerré
con suavidad. Mi perro, negro con alguna mancha marrón oscura, vino a mi
encuentro meneando su peluda cola como un torbellino. Argos me echó las patas
en los brazos y se estiró cuan largo era para darme un par de lametazos en las
mejillas, dejándomelas babeadas. Una vez recibido el saludo, volvió hacia el
interior y aproveché para limpiarme la cara con el dorso de la mano. Pasé el salón
y antes de enfilar escaleras arriba grité:
-
¡Ya estoy en casa!
La
contestación de mi madre me llegó amortiguada pero firme. Sabía que acababa de
llegar de trabajar cuando la vi aparecer un una pila de ropa en las manos y su
traje de americana aún puesta. El empleo de mi madre consistía en la
compra-venta de objetos en una subasta, y de vez en cuando desaparecía dos o
tres días para organizar una en otro país. Mi padre, que no tardaría en llegar,
era uno de los bajos cargos de una empresa de móviles. No era un empleado
cualquiera, pero tampoco podía decirse que fuera un jefe imprescindible.
-
¿Qué tal hoy en la
escuela? –me preguntó ella, saliendo a la terraza para tender. Me acerqué y me
apoyé en el marco.
-
De fábula –comenté-.
Leo ha vuelto a ganar la carrera de natación.
Me
miró incrédula, deteniéndose durante unos segundos antes de volver a ocuparse
de lo que estaba haciendo.
-
¿En serio? Lleva dos
años seguidos ganando, ¿no?
-
En realidad… lleva algo
más de medio año –corregí. ¿Por qué todo el mundo creía que mi amigo se llevaba
siempre las victorias?-. Las dos
anteriores antes de ésta quedó tercero y segundo. Cuando empezó, apenas
llegaba a hacer tres largos. El otro día, Ken y yo le contamos 17 seguidos.
-
¡Cielo santo! –exclamó,
sorprendida-. ¿Es humano?
Sonreí.
-
Lo es, a pesar de que
no lo parece –cambié el peso de pierna y me despedí. Tenía una extraña necesidad
de refugiarme en mi cuarto, algo que no había sentido nunca-. Voy a hacer los
deberes. Si no he acabado para la cena, llámame.
Sin
más, corrí por las escaleras y me adentré en la habitación, encajando la puerta
con el pie. Dejé la mochila tirada y me senté en la cama. La cajita del
llamador estaba arrugada, producto de la fuerza con la que la sujetaba. La
estuve observando un buen rato hasta que me di cuenta que era absurda la
inquietud interior que tenía. Sin más, la abrí.
Si,
era un llamador. Pero era el llamador más extraño, pulcro y hermoso que había
visto en mi vida. Parecía completamente de plata, y los dibujos intrincados que
adornaban el exterior le daban al objeto un aire antiguo pero precioso. Dos
diminutas alas formaban una especie de gorro, a ambos lados de la cadena que,
al igual que el resto de la pieza, brillaba con luz propia.
No
pensé que existiera algo así, pero por si acaso fuera una mala pasada de mi
mente agarré con sumo cuidado la cadenilla y soplé. No tenía ni una mota de
polvo. Al no ser prueba suficiente de su limpieza para mí, coloqué el llamador
entre las manos y lo sacudí en ellas. El ruido hueco de la bolita me sobresaltó,
volviendo a tomar consciencia que lo que tenía era un llamador de ángeles, no
una piedra preciosa. Lo alcé e hice sonar el cascabel. El suave tintineo me
maravilló, y decidí llevarlo puesto.
Una
vez aquello pendía de mi cuello, me levanté dirigiéndome al baño para asearme.
Me di una ducha de agua templada durante aproximadamente diez minutos. Me olvidé
de quitarme el colgante. Más tarde, con el pijama puesto y los dientes lavados,
me dispuse a salir y hacer lo que minutos antes le había dicho a mi madre: los
deberes.
Pero
cuando entré en el dormitorio, vi que no estaba sola. Un chico, de
aproximadamente veinte años, pelo castaño y ojos oscuros se entretenía leyendo
un libro de mi estantería. Mi primera reacción fue verlo pasearse con el tomo
de Memorias de Idhún por mi
habitación. Cuando cerró el libro para aguantarme la mirada, mi segunda
reacción fue chillar. Y a pesar de que lo intenté, no lo logré. Me vi
teletransportada a mi cama, con una mano en la boca y un peso cernido sobre mí.
Jadeé contra su piel, por la impresión que eso me causó. Mi tercera y última
reacción fue pensar que iba a morir. Tras estar en silencio, él habló.
-
No grites. No voy a
hacerte daño –su voz era pasmosamente grave en contraste con su agraciado
rostro. Aunque pensar eso debía ser la última de mis prioridades-. Voy a quitar
la mano. Solo… escúchame.
Hizo
lo que había dicho. Mi mente me decía que saliera de allí, corriera escaleras
abajo y abrazara a mi madre. Que le contara lo que había pasado y que, con un
poco de suerte, todo fuera una vil pesadilla. Pero lo que mi cuerpo hizo fue
acurrucarse en el lado más alejado del chico, sujetando la almohada contra mi
pecho, temblando. Él se pasó una mano por la cara, intentando encontrar las
palabras adecuadas.
-
Soy Lee Hongbin
–empezó-. Soy un genio.
No sabía que habías subido el primer capítulo hasta ahora que he venido a leer el dos xDD -mejor tarde que nunca-
ResponderEliminarNo sé, será por mi mente enferma que al imaginar a Hongbin (si es él) diciendo "caliente caliente" ... bueno me ha dado la de San Quintín jajajaja
Por lo demás, fabuloso como siempre ^^
Ahh y no dudes en seguir :D
San Quintín xDDDDDDDDDDDDD Me muero xDDD OC oc, bueno, me alegro muuuucho que te guste!! >w<
EliminarBua... Andrea me ha encantado, y solo es el cap 1 xD.
ResponderEliminarHe de estudiar Fol ;-; pero al empezar ya lo tendré en la mente para seguir.... Mañana sigo con otro. De momento no voy a debatir nada porque mola bastante... Bueno, si. Leo... O sea, no sé... Hasta me ha resultado pesado por ser tan insistente xD. Aunque claro, si es su personalidad... Pues ni modo xd.
En fin ♥
AHAHAHAH *^* OMGOMG Me alegro que te guste!!! Y bueno, Leo... ya verás en lo capítulos posteriores hahaha :D Hay sorpresas a miles xD
ResponderEliminarEl primer capitulo et deixa amb ganes de llegir més quan l'anava lleguin era com veure capitols d'aquest animes romàntics tan popitosos *^* Ara llegiré el segon. XDD Enserio m'ha encantat.
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