Pensaba
que al día siguiente, Hongbin aparecería malhumorado en mi casa, flotando de
indignación mientras Leo se servía una taza de café y Ken cabeceaba en el sofá
con los ojos poco acostumbrados a la titilante luz de la cocina que le daba de
lleno en el rostro adormilado. Bajé las escaleras perezosamente oliendo el
suave aroma a tostadas recién hechas que había en el aire. Aún no podía creer
que me hubiera tomado tan bien todo este asunto de los seres sobrenaturales. Me
costó dormir sabiendo que justo al lado, en la colchoneta se encontraba un ser
capaz de matarme con un movimiento de manos y que otra criatura de diferente
naturaleza podía ahogarme en una bañera sin siquiera despeinarse.
Pero
en el fondo, sabía que nada de eso iba a ocurrir. Sabía que para aquellas
criaturas que me habían engañado desde pequeña era algo más que un simple
objeto a custodiar. Me prometí que no volvería a cuestionarme su amistad, por
muchas cosas que pasaran de ahora en adelante. Y con ese pensamiento, había
logrado conciliar el sueño de una vez.
-¿Habéis
visto a Hongbin? –fue lo primero que pregunté, mientras abría una de las
puertecitas de madera de la cocina y sacaba un paquete de galletas María. Como
no era demasiado partidaria del café, me serví un vaso de leche y me senté con
Ken, que dejó caer juguetonamente su cabeza en mi hombro.
-Ni
idea –murmuró el mestizo, arrastrando las palabras-. ¿Qué hora es?
-Las
ocho y media –contesté. Jae Hwan gimió y se tapó la cara con un cojín para
amortiguar la retaría de improperios que se disponía a soltar. No estaba
acostumbrado a levantarse tan temprano, y si lo había hecho, seguramente era
debido a Leo. Mi amigo ocupó la butaca de mi padre con la taza de café en una
mano, cruzando las piernas. Se la llevó a los labios y sorbió silenciosamente
el contenido. Parecía sereno, y me sorprendió darme cuenta a esas alturas del
porte masculino que exhibía. Esos ojos castaños gélidos, esa mente calculadora
y fría que siempre había atribuido a una inteligencia portentosa no se debían a
otra cosa que a la naturaleza de su condición.
Los
iris del Marid rodaron hasta mí, haciéndome sentir incómoda. Centré toda mi
atención en la galleta a medio comer que sostenía y me sobresalté. Yo no le
había hincado el diente aún.
-¡Ken!
¡Es mi galleta! –repliqué, encarándome al interpelado. Jae Hwan levantó los
brazos, intentando parecer inocente, pero yo sabía que había sido él. Me subí a
horcajadas a su cuerpo antes de que lograra escapar y le aprisioné la mandíbula
entre las manos. Por extraño que parezca, a ninguno de los dos nos incomodaba
ese contacto físico tan estrecho, dado que no sentíamos nada el uno por el otro
más allá de la amistad. No creo que nunca pudiéramos concebir un sentimiento
así-. ¡Devuélveme la galleta!
-¡¿Y
qué más?! ¡¿Qué quieres, que te la escupa
en la cara?! –masculló, angustiado. Pero lo decía en broma. Siempre hacíamos
ese tipo de cosas, sobre todo por las mañanas cuando estábamos medio despiertos
y nuestro cerebro brillaba por su ausencia-. ¡Suéltame o te muerdo!
-¡Como
me muerdas te hecho los dientes abajo! –lo amenacé, pero no sirvió de nada,
pues su boca se cernió sobre mi muñeca y la babeó-. ¡AH! ¡Pero qué asco Jae
Hwan!
-¡Tú
me has obligado! –rebatió él. Cuando estuve a punto de devolverle la jugada
limpiándome la saliva en su cara, cuando unos brazos me levantaron y me apartaron
de mi amigo. Pataleé hasta que la voz de Leo hizo acto de presencia.
-Creo
que ya es suficiente –habló, un poco más alto de lo habitual. No hice caso y
seguí intentando soltarme hasta que me giró, quedando cara a cara-. Eh –su aliento
me rozaba los labios y la nariz, pero no era desagradable-. He dicho que ya
está bien. Vais a poner la casa patas arriba.
-Pero
si solo… nos estábamos divirtiendo… -me costaba articular palabra. Tenía la
mente en blanco.
-Pues
menuda forma de divertirte –comentó el Marid-. Desencajándole la mandíbula a un
pobre medio-ángel. Muy bonito.
Su
voz pretendía ser seria, pero el regodeo en sus ojos lo delataba. Me soltó por
fin, pudiendo recuperar la movilidad y me senté de nuevo a terminarme la media
galleta y el vaso de leche.
-¿Qué
hacemos hoy? –inquirí. Mis uñas estaban bien cuidadas, no necesitaba una sesión
de manicura con Ken. Estaba segura de que Leo desaparecería en cuanto lo
planeáramos. La última vez, mi amigo mestizo lo había obligado no solo a
quitarse las cutículas de las uñas, sino que en un despiste –una siesta, más
bien-, se había aprovechado y le había pintado los labios de un color rosa
pasión que yo guardaba en mi baño. Eso nunca se lo perdonó Taek Woon, que si no
fuera por mí, lo habría tirado por la ventana. Y eran dos pisos largos. Aún
recuerdo los gritos de miedo de Jae Hwan en el momento en que Leo abrió la
ventana de una patada y lo arrastró hacia ella.
-Vamos
a comprar –sugirió el medio-ángel-. Ha salido un videojuego nuevo que quiero
que sea mío.
Los
tres estuvimos de acuerdo, y en cuanto cambiamos los pijamas por nuestra ropa
de calle salimos hacia la tienda de videojuegos en la ciudad.
***
-¿Estás
segura que sabes volver? Tu sentido de la orientación es… peculiar –dijo Ken.
Le di un golpe en el hombro.
-Por
supuesto que sí. Como si no hubiera hecho éste camino antes… -contraataqué. El
semáforo había cambiado a rojo y esperé a que se pusiera verde de nuevo. Leo y
Ken querían seguir con su visita en tiendas de videojuegos e irse a ver una película
de acción. Demasiado normal para un par de seres sobrenaturales como ellos,
pero no era nadie para juzgar.
Me
despedí con la mano, agitándola por encima de mi cabeza y apreté el paso. Debía
acabar mis deberes y recoger la casa antes de mañana por la tarde, antes de que
mis padres volvieran. Estaba cansada de tanto pasear de un lado a otro sin
apenas descansar. Ya eran las ocho de la noche y el cielo estaba oscuro
completamente, anunciando que el invierno estaba cerca. El aire gélido de la noche
me revolvía el pelo castaño dándole miles de formas, y me arrepentí de no
llevar más que una chaqueta de lana fina por encima. Llegué al barrio desierto
y tuve una horrible sensación, como si alguien estuviera siguiéndome. Tragué
saliva. Seguramente sería producto de mi imaginación. Seguí caminando con pasos
de autómata, atenta a cualquier movimiento. Oía pasos acercándose y recé porque
solo fuera alguien que pasaba por ahí.
De
pronto tiraron con brusquedad de mí, con tanta fuerza que el asfalto se clavó
en mi espalda y contuve un quejido de dolor al quedarme sin aire. Quien fuera,
se me había tirado encima y me apretaba el cuello con las manos. En uno de sus
zarandeos, la cabeza me rebotó contra el suelo varias veces y me aturdió momentáneamente.
Quería gritar y correr, pero no podía emitir más que gemidos desesperados. Mis
manos se aferraron a la chaqueta del hombre –con una fuerza así, tenía que
serlo- y tiré, intentando inútilmente zafarme. Me abofeteó y entonces le oí
hablar con voz ronca y oxidada.
-¡Dame
la llave! ¿Dónde la tienes escondida? ¡¡DÁMELA!! –exigía una y otra vez. Mi
visión empezó a llenarse de puntitos rojos, viendo mi final cerca. Y de pronto,
las manos se retiraron y obligué a mi cuerpo a tragar bocanadas de aire para recuperarme.
Tosí boca abajo, mientras las náuseas se agolpaban en la boca del estómago con
una rapidez sorprendente. ¿Llave? ¿Qué llave?
-¡Alice!
–llamó una voz familiar, al tiempo que me vi levantada del suelo. Me mareé y me
aferré a Hongbin para no perder el equilibrio. Había estado a punto de morir…
de una forma muy poco noble-. Ya está. Ya ha pasado.
Alcé
la vista para enfocarle. Los ojos, verdes, empezaban a cambiar de color.
Aparentemente utilizó sus poderes de genio para salvarme la vida, no le veía
otra explicación lógica. Había ahuyentado a mi agresor con tanta facilidad…
-Hongbin…
-sollocé. Me abracé a él y lo estreché contra mí, presa de terribles temblores
en parte por el frío, en parte por lo que acababa de suceder. Me asombró
comprobar que pese a que llevaba la misma camisa de cuadros que el día
anterior, su cuerpo estaba caliente y olía maravillosamente bien. Y que él me
rodeara con sus brazos en ademán protector me hizo sentir segura.
-Lo
siento –musitó contra mi pelo-. No pienso volver a perderte de vista de ahora
en adelante.
Volví
a mirarlo, y supe que algo en él había cambiado respecto a mí. No conservaba
esa fría mirada de desprecio hacia la humanidad, ni parecía rechazarme por ser
quien era. Simplemente, me observaba con preocupación y calidez.
Desde
luego, algo había cambiado.
Entre tú y Aruba vais a poner celoso a Leo xDD ese Hongbin al final asjkhfsdjkfhdsjgfsgfd por dios...
ResponderEliminarYa seriamente xD amo la relación de Alice y Ken, me recuerda a un amigo y yo cuando la liamos parda, esa confianza de quererse como hermanos *^* y Leo... bueno Leo está ahí que quiere, puede pero no se atreve el maldito ajajajajaj Hongbin se ha dado cuenta antes y por eso se la va a ganar xDDDDD sigue sigue :D
Ooooh! Hongbin al rescate! Me gusta, me gusta!
ResponderEliminarY lo de Ken xD LOL es muy él todo eso ajaajajaaja
Kya!!! O My Gosh O.O!!!! pobre Alice pero llego mi super Beannie sensualon al rescate XD Wow que va a pasar cuando Leo y Ken se enteren de lo sucedido con ella y de que pinche llave estaba hablando ese tipo -__- aun que creo saber que es eso que ha cambiado Hongbin la saranghea con todo su heart >u< hay pero que bonito XD pero también esta Leo mmm...el parece quererla o no? bueno por lo menos esa es la impresión que me dio a mi aun que si ese es el caso lo mas probable es que se libere la tercera guerra mundial y todo provocado por esos dos >_< y Ken bueno ya saben como es el es un caso especial XDDD mi sensualon y tiernusho Ottokaji nunca cambia >u<, pero de que es un busca pleitos con Alice lo es ¬n¬ pero aun asi con todo eso esos tres son un trió de chiflados, esperen eso de trió sonó rarito ._____. ok no que pervert XD quisiera que de ahora en adelante hubiera mas contacto entre Hongbin y Alice, hay ya veo venir a la parejita *^* unnie el capi esta Daebak, Daebak y que bueno que lo subiste ya te estabas tardando un poquis u.u pero que va síguela plis ya no puedo esperar a la conti, sube el próximo capitulo pronto \(*o*)/
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